Natividad, integralidad familiar

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En la Navidad que celebramos, las necesidades son evidentes en muchos hogares y difíciles de subsanar, por las adversidades que la familia vive, y con todo es una familia funcional en todos sus aspectos.

En nuestro entorno probablemente son manifiestas las listas de las cosas que necesitamos y justificadamente nos hacen falta para poder funcionar. En el caso del establo de Belén, las circunstancias externas y las necesidades internas podrían haber hecho de la más desdichada de todas por los inconvenientes que estaban enfrentando. Pero con todo ello cada miembro valientemente aceptó el reto y sacó la tarea para que la integralidad de la familia no fuera afectada.

En los relatos de los Evangelios (lo poco que se nos narra), cada etapa está marcada con madurez asombrosa a pesar de las adversidades, para que el propósito que la familia tuvo no se viera empañado y al final frustrada en su propósito primordial. ¿Por qué nosotros no podemos imitar esa conducta para nuestro beneficio?

No hay duda alguna de que muchas familias a nuestro derredor pasan por tiempos no solo difíciles, sino en la imposibilidad de entender lo que están viviendo. Debemos inspirarnos en el relato de la primera Navidad y poder tomar cada miembro de la familia lo que nos corresponde hacer para que el resto de la familia no se sienta tan agobiado, sino apoyado.

En esta realidad es mucho más fácil que se acerca alguien y nos extienda la mano, si encuentra una actitud positiva y apreciamos no estar solos para sacar la tarea que nos toca en la vida. Por lo menos nuestra gratitud es lo más sano en ese momento.

Por lo mismo, esta Navidad, al sentarnos como familias, deberíamos visualizar nuestro desempeño individual para que seamos elementos proactivos a la integralidad de la familia que conformamos. Lejos de buscar culpables de nuestra realidad, deberíamos actuar como miembros responsables, y si hiciera falta “caminar la milla extra” con tal que nuestras familias sean modelos a los que nos rodean.

Cuando tenemos claro lo que nos toca hacer, pasado un contratiempo o adversidad no nos paraliza para que cuando la siguiente se nos acerque, no nos encuentre derrotados, sino más bien sobrios y preparados para enfrentar cada etapa de la vida. Esta es la realidad en la narrativa integral de los Evangelios como la familia sagrada supo llevar la tarea completa y puntual por encima de las adversidades que enfrentaron. No es quién me ayuda, sino cómo hago para cumplir con lo que me toca.

Lamentablemente, la vida moderna nos ha llevado a depender de la solidaridad al punto que nos paraliza la creatividad y muchas veces terminamos siendo irresponsables. Debemos, en este año nuevo que iniciaremos en breve, seguir el modelo de la familia sagrada, ser más responsables con personalidad íntegra y madura, y no ver quien debe hacer las cosas que solo a mí me toca hacer.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.