ENCRUCIJADA
Necesitamos voluntarios
Hace poco más de una semana el programa Techo para mi País movilizó a numerosos jóvenes en varios barrios de la capital para solicitar fondos y apoyar sus actividades dirigidas a enfrentar problemas de la vivienda en Guatemala. Complementaban así el trabajo voluntario que realizan para construir viviendas. Algunos observadores expresaron dudas sobre lo que hacían: señalaron que había que acudir a otras acciones, más directas, para asegurar que el Estado cumpliera con sus responsabilidades, en vez de acudir a la caridad.
Pero en la práctica hay muchísimos guatemaltecos que no se refugian exclusivamente en su familia, círculos de amigos u organizaciones clientelares, y que realizan acciones a favor de su comunidad, de grupos vulnerables o de Guatemala en su conjunto, y ello debe valorarse. Tampoco están necesariamente en oposición al Gobierno o buscando acceder a él para lograr sus objetivos, loables o no. Muchas veces son voluntarios con escaso reconocimiento, generalmente sin ningún salario, o con reducidos ingresos. Y están decididos a llevar a cabo acciones para luchar contra enfermedades como el cáncer, la epilepsia o deficiencias renales, para realizar acciones a favor de mujeres extremadamente pobres y desprotegidas, o para encontrar soluciones, aunque sea para grupos reducidos, de graves problemas como la desnutrición o la falta de vivienda. A veces son movimientos de seglares que con una motivación religiosa realizan un trabajo muy valioso a favor de los sectores más pobres o vulnerables. A veces son jóvenes, profesionales o personas con ciertos privilegios que están dispuestos a dar su tiempo y sus recursos para favorecer a parte de esa población excluida, discriminada y sin privilegios de ningún tipo. Y sus aportes son más valiosos en la medida que se basan en sus propios esfuerzos y no en impuestos descontados —como ocurre con algunas fundaciones privadas— o en recursos del Estado, que en el caso de Guatemala ha acudido a muchísimas ONG para ampliar redes clientelares, financiar elecciones o facilitar el robo.
La acción social puede complementar la labor de un Estado fuerte y eficiente, como lo demuestran innumerables experiencias de organizaciones voluntarias en todo el mundo. Pueden cuestionar a esos estados cuando no cumplen con sus funciones, como ocurre en Guatemala pero, aunque ciertos voluntarios no lo hagan, el simple hecho de intentar resolver algunos de los problemas básicos que afectan a más de la mitad de la población guatemalteca ya es un paso adelante. Demuestra una gran sensibilidad social y la voluntad de hacer algo para el prójimo. Necesitamos más de eso. En su momento también podremos, de manera voluntaria, expresarnos en contra de esa terrible ola de corrupción y de clientelismo que desconecta al Estado de sus responsabilidades básicas. Conviene manifestarnos contra esa plaga que mantiene el divorcio entre un Estado que se deteriora día a día y una sociedad frustrada. Pero ello no hace más que justificar con mayor fuerza el papel fundamental de los voluntarios en Guatemala en el momento actual.