CON OTRA MIRADA
Ni uno ni otro
Con desazón, el domingo los guatemaltecos elegiremos Presidente y Vicepresidente de la República, ya que ninguno de los candidatos manifiesta capacidad para ejercer el cargo, ni satisface nuestras expectativas. El pasado 6 de septiembre, más del 70% de ciudadanos aptos para votar ejercimos nuestro derecho y decidimos sacar del ruedo a los partidos mafiosos que nos han desgobernado; es decir, aplicamos la fórmula: voto por X para que no quede Y, logrando nuestro objetivo; pero como finalistas, quedaron dos inelegibles.
Hay quienes hablan mal de uno, pero nadie habla bien del otro, al punto de que los ciudadanos, esperanzados en encontrar en la opinión de los que saben un punto de apoyo para tomar su decisión, quedan sin saber qué hacer.
De Sandra Torres se dijo mucho durante el gobierno de su entonces esposo, Álvaro Colom (2008-2012). Sus programas sociales fueron criticados y la entonces diputada Roxana Baldetti hizo lo indecible por demostrar corrupción en su manejo, cosa que desde la Vicepresidencia tampoco pudo comprobar. Sin embargo, replicó el programa, tergiversándolo, y llegó a la desfachatez de crear y presidir una Comisión Nacional contra de la Corrupción, liderando el mayor saqueo a las arcas nacionales en las aduanas y puertos del país, que ahora paga con la cárcel.
De Jimmy Morales se dice poco, pues poco hay de él como no sea su autodeclaración de no ser “Ni ladrón ni corrupto”. El vínculo que se le endilga con militares del período de la guerra interna, primero lo rechazó, luego lo justifica, argumentando que en todos los partidos políticos hay militares retirados, como hay profesionales de otras disciplinas. El problema, en todo caso, no es la profesión militar per sé, sino la participación de algunos en estructuras ilegales de poder.
Las circunstancias del actual período están matizadas por dos factores importantes. Uno, la campaña permanente que mantuvo la alianza de partidos en el poder (Patriota, Líder y UNE), violando de manera flagrante la ley y entorpeciendo la función del Organismo Legislativo, de enero 2012 hasta la fecha; y dos, el escándalo de corrupción destapado por el Ministerio Público y la Comisión Internacional contra la Impunidad, que dejó al país sin recursos, con altísimos costos en vidas humanas.
Los candidatos no exponen sus cualidades, quizás porque no las tienen, pero se afanan, según vimos en reciente encuentro televisivo, en ver la paja en el ojo ajeno y no la viga en el propio. Ante esa patética realidad, da lo mismo quién quede, pues es obvio que ninguno de los dos está en capacidad de hacer nada por Guatemala. Lo que sí es seguro es que quien sea electo, de cumplir con el período constitucional de cuatro años en el poder, saldrá con más dinero en sus cuentas del que hasta ahora tiene y el país quedará peor de como está.
Ni uno ni otro resolverán nada, y ya no es aplicable la fórmula de votar por X para que no quede Y. La disyuntiva tiene entonces varias facetas: uno, puede ser bastante peor que la otra; quien sea electo, lo será por minoría, y quien sea enfrentará una ciudadanía consciente, preparada y fortalecida desde el 25 de abril.
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