CON OTRA MIRADA
Nuestra innata capacidad de hacer estorbo
“Si no vas a ayudar, no hagás estorbo”… máxima aplicable en todo lo que nos involucramos a lo largo del día. Si estorbar es un grave defecto, su contrario, ayudar, viene a ser una gran virtud; defecto que abunda y virtud que escasea entre los chapines.
Haciendo memoria notaremos que desde chicos conocimos uno y otra, tanto en casa como a lo largo de nuestros primeros estudios. Durante los trabajos académicos en grupo surgieron otras características, como las de aquel que provoca, divierte o mantiene despiertos a quienes hacen el trabajo. En el ámbito laboral sucede lo mismo, pero en tanto enriquezcan la convivencia, son bienvenidas, pues hacen de nuestro diario quehacer una positiva actividad. La capacidad de trabajar en armonía es una cualidad que depende de varios factores, como la buena educación, disciplina y respeto mutuo. En otras palabras, es un asunto de cultura. Entendiendo por cultura el conjunto de conocimientos, creencias, costumbres y pautas de conducta que sirve a un grupo social para comunicarse entre sí, y mantener una sana convivencia; conjunto que es transmitido de una generación a otra, representado con símbolos que nos permiten actuar de manera creativa dentro del conglomerado.
En ese sentido, con el crecimiento de la población, la falta de servicio adecuado de transporte público y el consiguiente incremento del parque vehicular, entre otros problemas, los chapines urbanos dejamos de comportarnos correctamente y menos aún de manera creativa dentro del conglomerado. La razón, sin duda, es el negativo efecto que provoca la falta de planificación urbana, por no decir territorial, que ha llevado al caos a ciudades y carreteras.
Autoridades incapaces e incompetentes, tanto del gobierno central como municipal, permitieron, al dejar de cumplir con la ley, que cada quien haga lo que mejor le parece, violando y atentando en contra del derecho de los demás. Los ejemplos abundan y no es este el espacio para dirimirlos. Pero sí adecuado para ejemplificar algunos.
El Reglamento de Tránsito dicta que se debe conducir por la derecha, cosa que, bien sabemos, no se acata. Tampoco se atiende que los autobuses del transporte público y vehículos de carga deben circular por la derecha, y que el carril izquierdo solo es para rebasar o ir a la más alta velocidad permitida. La mala crianza de algunos conductores hace del circular vehicular una acción no solo incómoda, sino hasta peligrosa, tanto por imprudencia como por cosas simples como la falta de luces.
Pero lo que es común y notorio, sobre todo en las calles de las ciudades, es la falta de sensibilidad, cortesía y, sobre todo, sentido común. Hay quien se detiene a media calle, sin importarle nada, a dejar o recoger pasajero, debiendo hacerlo a filo de la banqueta, para permitir la libre circulación de quienes vienen atrás. Rebasar abusivamente en una fila de tránsito lento simplemente para avanzar unos metros, sonar furiosamente la bocina o, peor aún, insultar innecesariamente a los demás, como si eso ayudara en algo a resolver la fluidez, o contribuyera al buen vivir y la armonía del conglomerado.
Esos casos se agravan en La Antigua Guatemala, ante la decisión de priorizar la circulación vehicular en detrimento de la población y sus visitantes; ciudad que luego de 46 años de conservación debería ser peatonal. La medida ejemplifica la falta de interés y cultura de sus autoridades sobre la importancia de la ciudad, declarada Patrimonio Cultural de la Humanidad, que al igual que el resto del país vemos impávidos cómo flagrantemente se deteriora.
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