LA ERA DEL FAUNO

Nueva leyenda

Juan Carlos Lemus @juanlemus9

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Cuenta la leyenda que las ánimas del purgatorio se transportaban en un tuc tuc. Eran 158 ánimas, pero cabían todas adentro. El piloto era El Sombrerón. El ayudante era un cadáver. Traían la ruta del Cenma hacia la 18 Calle, a las 12 de la noche. Como cada 1 de noviembre, salían del Congreso, digo, del Infiernito para visitar a sus familiares vivos. Dicen que el tuc tuc parecía vacío. Cualquiera que lo abordara, no notaba que adentro hubiera 158 almas en pena.

Sucedió que una mujer lo detuvo por la 13 calle, cerca del Cejusa. Estaba oscuro. La luz de un farol iluminó la dentadura cadavérica del ayudante. El Sombrerón ocultó su rostro. Su desagradable rostro. Cuentan que tenía la cabeza del tamaño de una pepita de aguacate.

Cuando la mujer subió, dio las buenas noches. Como respuesta, las ánimas lanzaron gemidos de dolor. Los lamentos fueron en aumento como si el vehículo cruzara los portones del infierno; sin embargo, la mujer no escuchó aquel fragor de ultratumba porque su ruido era idéntico al del motor.

Siete paradas y siete minutos después, un hombre hizo el alto al tuc tuc. Era un borrachín. Cuando subió y saludó, las ánimas volvieron a gemir y de nuevo los lamentos se confundieron con el motor.

El hombre se sentó. De su sitio fue surgiendo un hedor a carne descompuesta. El tuc tuc encerraba cierta pestilencia mortuoria. No cabía duda: olía a carne muerta. Era que el borrachín llevaba entre una bolsa plástica varios embutidos ya putrefactos para el fiambre. Chorizos viejos pellizcados, salchichas verdosas y morcillas que parecían un regalo terrorista para los altos funcionarios de la OMS.

Galante, el borrachín quiso culminar la noche del 31 de octubre con una interesante aventura. Abordó a la mujer con un comentario sumamente original: “Hay friíto, ¿verdad?”. La mujer asintió, sin mirarlo, y por educación, añadió: “Sí, bastante frío”. Esperaba que con eso se diera por satisfecho, pero el borrachín soltó una nueva pregunta y con ello desplegó su aliento a bocas de revolcado por todo el tuc tuc. Con disimulo, la mujer se tapó nariz. Se hizo la dormida. Pensó en bajarse antes, en la avenida Bolívar, pero a esa hora no encontraría otro transporte.

Fue hasta entonces que se percató de algo extraño, que a las 12 de la noche un tuc tuc la hubiera recogido por el Cejusa. Ella esperaba un taxi. Ningún tuc tuc hacía esa ruta y menos a esa hora. Sintió escalofríos. Olvidando sus ascos, preguntó al borracho si a él no le parecía raro todo aquello. Pero este cabeceaba. De inmediato, El Sombrerón se volteó hacia la mujer y de su pequeña cabeza brincó una horrible lengua de serpiente color verde olivo. Las ánimas del purgatorio carcajearon. Sus risas eran monstruosas, más fuertes que el ruido del motor. Gozaban la comicidad del conductor de (a) sombrero.

Cuentan que Guatemala enloqueció, digo, que la mujer enloqueció y que el borracho se quedó dormido para siempre. Así concluye la leyenda.

Recuerde que hoy, a partir de las 12 de la noche, las ánimas salen del Infiernito y podrían estar adentro de los buses rojos de la muerte, de su auto, dentro de un tuc tuc o junto su cama…

 @juanlemus9

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