FAMILIAS EN PAZ
Origen de la corrupción
La corrupción denunciada recientemente es solo la punta del iceberg. Aún hay mucho por descubrir en torno al manejo de los recursos públicos, especialmente lo relacionado a la calidad del gasto.
La evidente corrupción tiene causas sistémicas y estructurales; surgen aun contando con mecanismos adecuados de control. Estas instancias (Contraloría, Policía, fiscales, tribunales, jueces, etcétera) serán efectivas en la medida que los actores sean conscientes de su responsabilidad ante la sociedad a quien representan.
Buscar eliminar la corrupción enfocándonos en las estructuras es como pretender que no haya accidentes porque instalamos más señales de tránsito en las carreteras; la responsabilidad recae en el conductor, en la decisión de conducir o no de manera irresponsable.
En esta oportunidad fue en una institución, mañana puede ser otra, pero las causas que la originan permanecerán. La voluntad del individuo quien opera o se beneficia del sistema será determinante para el cambio. Donde hay un corrupto existe alguien que lo corrompe y varios más que se benefician, todos con un denominador común: inmoralidad, codicia y avaricia. Un corazón apartado de Dios es la esencia de la corrupción.
¿Cómo enfrentar estas crisis desde la perspectiva cristiana? Como ciudadanos y depositarios de una fe que transforma al individuo, tenemos la responsabilidad de responder de manera positiva y efectiva a la solución de los problemas que afecten al país. Estamos en la obligación de involucrarnos de manera activa en el desarrollo económico y social de nuestra nación.
Toda acción individual se convierte en una acción política. Y no me refiero a acciones políticas partidistas sino como participantes de la vida política: pagando impuestos, eligiendo autoridades, etcétera. Somos llamados a interpretar las situaciones a la luz de las Escrituras y con espíritu crítico discernir si las acciones políticas de los gobernantes están encaminadas a buscar el bien común, de lo contrario alzar la voz denunciando toda injusticia.
Pero no todo recae en la responsabilidad individual, se requiere de acciones colectivas concretas, utilizando el derecho de protesta y petición ante los abusos de los gobernantes y/o funcionarios públicos cuando ejerzan el poder en detrimento de la paz y justicia social, a la vez de exigir que los órganos de control y supervisión sean efectivos.
Las soluciones no vendrán únicamente desde el campo político y económico, también por medio de la fe, cuando vivamos la verdadera religión, que consiste en hacer justicia, socorrer a la viuda y al huérfano en su necesidad y vivir una vida recta.
Tanto la participación individual como la colectiva tendrán resultados concretos solamente si nos unimos como frente común: buscar la justicia. Unámonos para ejercer nuestros derechos, colaboremos efectivamente en la búsqueda de soluciones.
Instruir, denunciar y proponer es también una labor de la Iglesia.
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