Pasión y justicia
conspiran en cómo detenerlo; Judas, llevado por la ambición de riqueza, estaría negociando las 30 monedas de plata por las que lo iba a vender; los apóstoles parecieran ajenos a lo que viene e incluso se duermen la última noche en el huerto de los olivos; pero lo más trágico es que el pueblo se encuentra confundido y manipulado y es llevado a observar un supuesto acto de “justicia” contra Jesús, basado en falsas acusaciones y testigos “preparados” que realmente se convierte en un acto de burla contra quien daba su vida por la salvación de todos. En esa confusión, la afirmación del Papa es lapidaria cuando dice que “el pueblo no sabe si asiste a un acto religioso, a un juicio o a un circo”.
Esto nos hace reflexionar profundamente sobre nuestra justicia, que a veces pareciera un circo donde prevalece por fin la impunidad, pues no responde a su misión, sino a satisfacer a quienes detentan el poder y a quienes les da miedo que se sepa la verdad de los hechos o que se determinen responsabilidades individuales. La impunidad no es casual, sino que es la imposición del silencio.
El Papa continúa analizando el papel de Poncio Pilato, que frente a una crisis simplemente prefiere lavarse las manos a sabiendas de que juzga a un inocente, además cuestiona a todos aquellos que observaron esa farsa en silencio, lo que permitió el crimen más grande de la Humanidad. Pero en su homilía el Papa también destaca el papel del Cirineo, que regresando cansado del trabajo todavía saca fuerzas para ayudar a Jesús en su camino al Calvario, el valor de su madre, María, y las mujeres que siempre estuvieron presentes y lo acompañan hasta el momento de la crucifixión junto con Juan, y el valor de un hombre acaudalado, José de Arimatea, cuya conciencia lo lleva a trasladar con María y las mujeres el cuerpo de Jesús a su propio sepulcro.
¿Cuántos Judas existirán a nuestro alrededor? ¿Cuántas autoridades se lavan las manos constantemente?, ¿Cuántas veces se busca diseminar información que confunda al pueblo? y ¿Cuántos de nosotros mantenemos silencio ante la injusticia que observamos a diario?
Pero en toda esta farsa de proceso, lo que les falló a los poderes de ese tiempo, y de todos los tiempos, es que la fuerza de la salvación se manifestó en el triunfo de la vida, Jesús ¡resucitó!
La lógica de Jesús desafió a su tiempo, el Mesías no fue el guerrero triunfador que esperaban que se convirtiera en rey, sino el cordero pascual que con su muerte y resurrección salvaba y declaraba el triunfo de la vida de toda la humanidad.