SI ME PERMITE

Pensemos con originalidad

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“Tanto mérito hay en adoptar una idea como en haberla engendrado.” George Sand.

No podemos ser indiferentes a la realidad que últimamente se está volviendo muy repetitiva que muchos cuando están hablando o escribiendo alguna idea no es más que una información literal de lo que leyeron o escucharon, sin tomar el tiempo de procesarlo por su mente para que puedan proyectar el modo propio de pensar y percibir lo que están comunicando.

Si nos suscribimos a la etimología del término “idea”, cuya raíz viene de la lengua griega, literalmente tiene una relación directa con el concepto de “ver”. Esto nos obliga a entender que no pueden dos personas ver algo exactamente igual, por formación, experiencia e intereses. Cada uno ve las cosas de un modo propio y con justificada razón, y cuando la comunica debe reflejar esas diferencias, por mínimas que sean.

Claro está que para describir algo es necesario que alguien lo haya ejercitado lo suficiente para que pueda lograrlo. No es difícil excusarse en no poder decir algo porque no se sabe cómo hacerlo o bien para decirlo simplemente se repite literalmente de como otros lo han dicho. No hay ningún problema en comunicar algo que otros han dicho, pero habrá que darles el debido crédito para que no se nos acuse de plagio o robo de la idea. De lo contrario, debemos reelaborarlo de tal manera que si la idea original es de otro, el modo de la estructuración y razonamiento es nuestro.

Lo anterior solo puede ser producto de pensar y repensar las cosas antes de decirlas, para que nuestra personalidad o la manera de pensar sean manifiestas, porque la manera de ser de uno también se refleja cuando se dice algo. Lamentablemente no es cuánto estudio tenemos o cuánto conocimiento hemos acumulado, sino la disciplina que tenemos de pensar, analizar y estructurar lo que oímos o leemos para que antes de hablar de ello la gente pueda oírnos o leernos lo que somos antes que escuchen o lean una idea calcada y reproducida sin tener participación de nuestra persona.

Este ejercicio de proyectar identidad en lo que decimos o escribimos debemos determinarnos en ponerlo en práctica, y más efectiva será nuestra tarea; cuanto antes lo iniciamos, más provechoso será toda la vida. Cuando uno es niño está aprendiendo a hablar, informar y comunicar. Si personas a mi alrededor se toman el tiempo de escucharme, para orientarme en la manera correcta de hacerlo, pueden evitarme el desarrollar la mala costumbre de la simple repetición de cosas donde no se ha involucrado con su mente para poner sentido personal.

Esta práctica puede manifestarse en una plática simple, en una rueda de amigos, a la presentación de un informe técnico o una conferencia (oral o escrita) que se nos ha pedido presentar en un dado caso.

Cuando uno repite literalmente un concepto que lo ha dicho otro y no se le da el crédito del que lo dijo primero, es plagio.

Si aceptamos que podemos mejorar la práctica de transmitir nuestras ideas con originalidad o bien tomando el tiempo de dar crédito al que la merece, ganaremos el respeto y atención de los que nos rodean, evitando la triste experiencia de no ser oídos y no tomados en cuenta.

Nosotros tenemos la obligación de ganar la confianza en lo que decimos o publicamos que certeramente es de nuestra propiedad, porque si bien lo investigamos, lo comunicamos con la claridad que es el punto de vista muy personal nuestro.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.