ECLIPSE
Plan prosperidad
Desde que se anunció el Plan de la Alianza para la Prosperidad, dirigido al llamado Triángulo Norte, se han generado expectativas y hasta elucubraciones sobre las intenciones de Estados Unidos, su verdadero objetivo e interés por impulsar esa propuesta y las condiciones para que sea viable.
Entre los entusiasmados está un sector empresarial, cuyo aporte es demandado por esta iniciativa, y entre los escépticos aquellos que siempre desconfían de todo y que creen que será una forma más de imponer para alcanzar los intereses que el país del norte tiene.
Los tres países que serían beneficiados tienen similitudes, particularmente Guatemala y Honduras, que reportan altos índices de violencia, debilidad institucional, impunidad y señalamientos de corrupción. Los tres tienen como denominador común una situación estructural de pobreza y desigualdad que ha determinado que su población emprenda camino hacia el norte, en búsqueda de un mejor futuro.
El año pasado debieron pasar la vergüenza de ser los expulsores de menores de edad no acompañados hacia EUA, lo que fue calificado como una crisis humanitaria internacional. Inseguridad, corrupción, impunidad, narcoactividad y población viviendo en condiciones infrahumanas son motivos suficientes para que el gobierno norteamericano se mantenga preocupado porque en su vecindad hay condiciones que pueden afectar sus intereses y poner en riesgo sus fronteras.
A eso obedecen los cuatro ejes del Plan: producción, capital humano, seguridad y justicia y fortalecimiento institucional, los cuales están intrínsecamente concatenados. Si la mayoría de la población tan solo subsiste, no puede haber desarrollo y, por tanto, las personas buscan a dónde ir para mejorar sus condiciones de existencia. Si hay inseguridad, la vida es inaguantable y la inversión inviable. Si no hay justicia, no hay posibilidad de frenar los delitos y, si los Estados no se fortalecen, ninguna de esas necesidades indispensables para el desarrollo puede resolverse.
Tenemos carencias ingentes que requieren de grandes decisiones. El desarrollo pasa por fijar las prioridades en aquellos que carecen de todo, por apostar por la transparencia, por fomentar inversión que produzca empleo, por reconstruir el sistema de justicia y por apostar al fortalecimiento de las instituciones, con funcionarios capaces y honrados y con una fiscalidad fortalecida.
Los presidentes del Triángulo Norte y el vicepresidente Biden se comprometieron a trabajar juntos en el camino que señala la Alianza por la Prosperidad. Pero hay que tener presente que transformar la región requiere cambios estructurales, en las direcciones que plantean los cuatro ejes referidos. Mientras prevalezca la pobreza, la exclusión, la impunidad, la debilidad estatal, en un contexto de desigualdades profundas, no habrá oportunidades que desalienten la migración de centroamericanos hacia los Estados Unidos.
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