PLUMA INVITADA

Lo que nos enseña Ucrania sobre el poder

Honor a quien honor merece: Hagamos a Estados Unidos Grandioso de Nuevo (MAGA, por su sigla en inglés) fue un lema brillante precisamente porque nadie sabía lo que significaba. ¿Se refería a regresar los trabajos de la industria manufacturera? ¿A que los hombres blancos, heterosexuales y cristianos volvieran a lo que ellos pensaban que era su posición natural de dominio social? MAGA se convirtió en un código general para revertir lo que fuera que le molestara a alguien del Estados Unidos del siglo XXI.

Y una parte importante del MAGAismo era y sigue siendo la creencia de que la conciencia social está debilitando el poderío militar de Estados Unidos. En 2021, el senador Ted Cruz compartió un video en el que comparaba los anuncios del ejército ruso, en los que se ve a hombres haciendo cosas de hombres, con un comercial de Estados Unidos que contaba la historia de una recluta que fue criada por dos mamás. “Tal vez un ejército débil y castrado no sea la mejor idea”, comentó Cruz.

Es sorprendente que la idea de que la conciencia social nos vuelve débiles haya persistido a pesar de los fracasos de los soldados rusos en Ucrania. El senador Tom Cotton, que publicó un libro titulado “Only the Strong: Reversing the Left’s Plot to Sabotage American Power”, declaró hace poco que “los soldados se enlistan en el ejército para matar a los malos, no para aprender a hablar como si estuvieran en salas de profesores universitarios”.

Bueno, hay tantas cosas mal con esta visión del mundo que no sabe uno ni por dónde empezar. El poder de una nación en el mundo moderno tiene mucho más que ver con la fortaleza económica que con el poderío militar y también refleja “poder blando”, la influencia de los valores y la cultura de un país. Incluso en términos de destreza militar, las guerras modernas no implican mucho combate mano a mano entre tipos musculosos. Lo que sí implican, principalmente, son duelos estratégicos con armas de largo alcance con ayuda de un montón de tecnología. Y se puede decir que ganar estos duelos depende en parte de tener un liderazgo inteligente y bien informado, es decir, un cuerpo de oficiales que, en efecto, hablen como si estuvieran en una sala de profesores universitarios.

No estoy diciendo que la guerra moderna sea como un videojuego. Si necesitan pruebas de eso y de la importancia de un ejército inteligente y comprometido, les recomiendo una descripción reciente de Illia Ponomarenko, de The Kyiv Independent, de los brutales y aterradores combates que se están librando en este momento por Bajmut. El valor y la resistencia siguen siendo tan importantes como siempre, pero las flexiones de bíceps y la bravuconería no tanto.

Sin embargo, en ese caso, ¿qué determina el poder militar? Claro está que no soy experto en defensa. Pero algo sé de matemáticas aplicadas, y las guerras contemporáneas son, en gran medida, una cuestión de aritmética.

Antes de que Putin invadiera Ucrania, ya era fanático del historiador militar Phillips O’Brien, cuyo libro de 2015 sobre la Segunda Guerra Mundial, “How the War Was Won”, da inicio con una frase memorable: “No hubo batallas decisivas en la Segunda Guerra Mundial”. Esa frase significa que el conflicto fue principalmente una guerra de desgaste en la que ninguna batalla por sí sola logró algún cambio importante en el equilibrio de poder, sobre todo teniendo en cuenta el ritmo de producción de armas nuevas de todos los participantes principales hasta bien avanzada la contienda.

' Se trata principalmente de matemáticas. Y todo indica que, por increíble que parezca, la aritmética favorece a Ucrania.

Paul Krugman

Resulta que O’Brien fue uno de los pocos comentaristas que rechazaron la idea de que Rusia podría derrocar a Ucrania en solo unos cuantos días. En cambio, predijo que la guerra entre Rusia y Ucrania se convertiría en una guerra de desgaste y que Ucrania tenía buenas posibilidades de ganar esa guerra.

Si se comparan los presupuestos militares de Rusia y Ucrania poco antes de la guerra, no cuesta trabajo ver por qué muchos analistas esperaban una rápida victoria rusa. Pero las victorias rápidas y determinantes son más difíciles de lograr de lo que los generales de sillón se imaginan. La actuación de Rusia se vio perjudicada porque, al parecer, no se detuvieron a pensar las cosas en absoluto, no entendieron lo vulnerables que serían las largas columnas de vehículos a los ataques de los defensores, armados con modernos misiles antitanque. Quizá los generales de Putin debieron haber pasado más tiempo en salas de profesores universitarios.

Y esta es la cuestión: una vez que Ucrania repelió el ataque inicial y la invasión se convirtió en una guerra de desgaste, también dejó de ser una simple guerra entre Rusia y Ucrania. Es cierto que en el bando ucraniano solo están luchando y muriendo ucranianos, pero no han tenido que depender de su propia base militar-industrial.

Gracias a una forma de poder blando —la capacidad de Ucrania de retratarse como defensora de la democracia en contra de un tirano brutal—, el país ha obtenido una gran cantidad de armas de Occidente, y cuando vemos en detalle estos recursos militares, la imagen del dominio ruso se desvanece.

Además, el ejército ruso puede ser aún más débil de lo que indica el déficit de gasto. Por un lado, la tecnología militar de la OTAN — en especial, la capacidad de realizar ataques de precisión sobre objetivos situados a distancias increíbles— parece estar todavía más adelantada de lo que la mayoría de la gente creía, y Ucrania se ha beneficiado de ello mediante el intercambio de equipos e inteligencia con los países de la OTAN.

Por otro lado, los ucranianos han demostrado tener un talento que nadie esperaba para improvisar tecnología militar efectiva a partir de equipo civil, al estilo del protagonista de “MacGyver”.

Pero, momento, eso no es todo. De nuevo, algo que aprendí de O’Brien es que las guerras modernas consumen equipo militar a un ritmo increíble. Rusia inició esta guerra con un gran número de tanques y una inmensa cantidad de artillería. Pero muchos de los tanques fueron destruidos en el desastroso primer intento de tomar Kiev, y el Instituto para el Estudio de la Guerra cree ahora que los rusos están “agotando sus reservas de munición de artillería” a tal punto que “tendrán dificultades para continuar el ritmo actual de sus operaciones” (siendo justos, los ucranianos, que todavía utilizan mucha artillería de la era soviética, también están teniendo problemas).

Esto significa que la capacidad productiva —en última instancia, el poder económico— tiende a ser decisiva en una guerra de desgaste. Y se ha superado a Rusia bastante en ese rubro.

Como dije, se trata principalmente de matemáticas. Y todo indica que, por increíble que parezca, la aritmética favorece a Ucrania.

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