Opinión: De hecho, usar mascarilla puede ayudar a tus hijos a aprender

Judith Danovitch, The New York Times

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Lo ideal sería que los cubrebocas no fueran necesarios en la escuela. Pero, por ahora, suponen una oportunidad educativa.

Los que se oponen al uso obligatorio de los cubrebocas para los niños de preescolar y primaria han manifestado su preocupación por el hecho de que el uso del cubrebocas perjudique la capacidad de los niños para aprender el lenguaje y socializar o, peor aún, de que (en palabras de un padre ansioso de Utah) “cambie sus conexiones cerebrales”. Hasta los padres que apoyan la obligatoriedad del uso de cubrebocas suelen preocuparse por cómo un año escolar sin sonrisas y con ceños fruncidos podría afectar de manera negativa a sus hijos.

Estas preocupaciones son comprensibles pero injustificadas. Aunque los científicos no tienen muchos datos todavía sobre cómo es que el uso de cubrebocas durante una pandemia afecta el desarrollo de los niños, hay muchos motivos para creer que no causa daño alguno. Los niños en culturas en las que los cuidadores y educadores llevan la cabeza tapada y ocultan la boca y la nariz desarrollan sus habilidades tal como lo hacen los niños de otras culturas. Incluso los niños con ceguera congénita —que no pueden ver los rostros en absoluto— aprenden a hablar, leer y a convivir con los demás.

De hecho, existen buenas razones para creer que usar cubrebocas en la escuela podría mejorar ciertas habilidades sociales y cognitivas, que ayudan a fortalecer capacidades como el autocontrol y la atención. Esto no quiere decir que sea preferible usar cubrebocas a no hacerlo, dentro de lo que cabe. El cubrebocas es poco práctico, incómodo y molesto. Pero mientras sean necesarios, debemos aprovechar el hecho de que ofrecen oportunidades distintivas de aprendizaje y crecimiento.

Por ejemplo, el aprendizaje del lenguaje. Es cierto que los cubrebocas tapan la boca y ver la forma y el movimiento de la boca contribuye al desarrollo del lenguaje en los niños. Pero aprender a comunicarse verbalmente implica mucho más que la boca, una realidad que los cubrebocas acentúan. Resulta que ver a los ojos es casi tan importante como ver la boca para entender a quién se mira y lo que se intenta comunicar. Las investigaciones de seguimiento ocular demuestran que para los 2 años, los niños con un desarrollo típico pasan más del doble de tiempo mirando a los ojos de los adultos que hablan que sus bocas. De hecho, los niños con una mayor capacidad para discernir los pensamientos y las emociones de la gente solo con base en los ojos muestran una mayor inteligencia socioemocional.

Los niños también recurren a otras señales, como la prosodia, los gestos y el contexto, para averiguar qué significan las palabras nuevas y qué piensan los demás. A veces esas señales son sutiles. Un salón de clases lleno de personas con cubrebocas es una gran oportunidad para que los niños practiquen prestar atención a esas señales, como el tono de voz de un compañero o el lenguaje corporal del maestro.

Usar cubrebocas también puede ayudar a enseñarles a los niños a poner más atención en su propio cuerpo y comportamiento físico. Dejarse el cubrebocas puesto a lo largo de la jornada escolar requiere el tipo de autocontrol y autorregulación que para muchos niños puede ser un desafío. Los niños más pequeños deben inhibir el impulso de quitarse el cubrebocas y los mayores deben ser conscientes de cuándo se les está cayendo o cuándo está bien quitárselo.

Sobra decir que los niños no siempre serán perfectos a la hora de dejarse el cubrebocas. Pero las investigaciones sobre el autocontrol y la autorregulación sugieren que los niños que dominan las habilidades necesarias para no quitárselo serán mejores para lograr sus objetivos a largo plazo, resolver problemas y manejar situaciones estresantes (en el caso de los niños con el hábito de morderse las uñas o meterse el dedo en la nariz, puede que un cubrebocas sea justo lo que necesitan para dejar de hacerlo).

Quizás lo más importante es que el uso de cubrebocas durante una pandemia es una oportunidad para que hasta los niños pequeños practiquen el cuidado de su comunidad. En la etapa preescolar, los niños pueden entender que los “gérmenes” invisibles pueden ocasionar enfermedades y que comportamientos como lavarse las manos pueden evitar que los gérmenes se propaguen. Un estudio reciente muestra que los niños que han vivido la pandemia de COVID-19 comprenden mejor que nunca cómo es la transmisión de enfermedades. En una época de ansiedad e incertidumbre, usar un cubrebocas les da a los niños la capacidad de hacer algo para ayudar a proteger a los demás.

Para los niños mayores, usar cubrebocas es una manera de enseñar conceptos éticos más sofisticados como el deber y el sacrificio. Por ejemplo, ya a los 7 años, los niños creen que se siente bien sacrificarse por el bienestar de quienes lo necesitan. Destacar que la incomodidad y las molestias de llevar cubrebocas son formas de generosidad y servicio público podría motivar a los niños a abordar otros problemas sociales en sus vidas, como el acoso escolar.

En última instancia, la opinión de los niños sobre el uso del cubrebocas en la escuela, y el beneficio psicológico que obtengan de su uso, va a depender de la manera en que los padres, los profesores y los cuidadores a su alrededor aborden el tema. Con suerte, los cubrebocas no llegaron para quedarse, pero mientras sigan siendo necesarios, deberíamos aprovecharlos al máximo.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

Judith Danovitch es profesora asociada de Ciencias Psicológicas y del Cerebro en la Universidad de Louisville y becaria del programa Learning Sciences Exchange de New America.

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