Opinión: Los niños con discapacidades también necesitan educación sexual

Cammie McGovern, The New York Times

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En 2018, una investigación de la Radio Pública Nacional (NPR, en inglés) envió ondas sísmicas a través de la comunidad de personas con discapacidades intelectuales y del desarrollo, sus familias y sus proveedores de atención médica: de acuerdo con datos del Departamento de Justicia, estas personas son al menos siete veces más propensas a ser víctimas de abuso sexual que sus pares no discapacitados. Los padres aterrorizados como yo hemos batallado con esta noticia desde que se difundió, sin saber qué medidas tomar para proteger a nuestros hijos de la mejor manera.

La mayoría de los padres tal vez supuso, si es que siquiera lo pensó, que el programa de transición a la adultez que cursaron sus hijos en el bachillerato trataría este tema, con programas de educación sexual que incluirían, por lo menos, el vocabulario necesario para autoprotegerse, como el contacto físico bueno y malo. Sin embargo, esta es la impactante realidad: actualmente en el país, tan solo tres estados incluyen de manera explícita a los estudiantes de educación especial en sus requisitos de educación sexual. Otros seis estados ofrecen recursos opcionales adaptados a planes de estudios más accesibles de educación sexual. Treinta y seis estados no mencionan a los estudiantes con necesidades especiales en ninguna parte, es decir que el tema se deja en las manos de los distritos escolares individuales que, la mayoría de las veces, evaden el problema hasta que los padres les exigen o surge una crisis: por ejemplo, dos estudiantes son encontrados en un cubículo de baño o se descubre que una chica que no habla está embarazada. Entonces se implementan medidas frenéticas a toda velocidad. Inevitablemente, los maestros están mal preparados, el mensaje es confuso y el impacto es poco claro, sobre todo cuando estas medidas llegan demasiado tarde para muchos estudiantes.

Como madre de un hombre de 25 años con autismo, no me cuesta nada ver cómo este asunto se perdió en el camino. Las escuelas se concentran minuciosamente en los objetivos medibles que ha priorizado el gobierno federal: en particular, el empleo y la vida independiente. Donde vivimos, en una ciudad universitaria liberal que no habría enfrentado muchas objeciones morales ni religiosas, la educación sexual no se impartió en el salón de clases de educación especial de Ethan sino hasta que otros padres lo exigieron cuando él tenía unos 17 años.

Durante mucho tiempo, el tema ha sido un asunto espinoso para el gobierno federal, incluso para la población estudiantil tradicional. Desde finales de la década de 1980, se han asignado más o menos 2000 millones de dólares a los planes de estudio dedicados a enseñar que la abstinencia se practique hasta el matrimonio, los cuales, gracias a una infinidad de estudios, han demostrado ser ineficaces para reducir el embarazo adolescente. Durante los últimos seis años, un puñado de proyectos de ley ha logrado llegar hasta las legislaturas estatales para exigir una educación sexual más completa que incluya información sobre anticoncepción, enfermedades de transmisión sexual, prevención, seguridad en línea y orientación sexual. Aunque sin duda este es un paso hacia la dirección correcta, se ha mencionado poco —si acaso— a los estudiantes con discapacidades en estos proyectos de ley.

Un vistazo a una estrategia radicalmente distinta llevada a cabo en el Reino Unido nos demuestra que podemos darle algo mejor a nuestros hijos.

En 2017, el Reino Unido promulgó una ley que exigía la implementación de la “educación sobre relaciones y sexualidad” en todas las escuelas secundarias, con una base que comienza mucho antes. En los años de primaria, a la edad de 6 años, los alumnos empiezan a tomar una o dos clases a la semana sobre “relaciones saludables”, en las que se habla sobre métodos contra la intimidación, el cultivo de las amistades y la empatía. Después, los estudiantes más grandes abarcan temas como el consentimiento, las relaciones saludables y dañinas, temas relacionados con la comunidad LGBT, los estereotipos de género, el acoso y la seguridad en redes sociales. El gobierno arguye que el plan de estudios a más temprana edad establece una base sólida para los temas más complejos que se analizan en la adolescencia.

En el Reino Unido, este mandato incluye a los estudiantes de educación especial y también ofrece toda una gama de recomendaciones específicas para ellos, como fomentar un “plan de estudio espiral”, donde los temas se repasan regularmente a mayor profundidad; evitar lenguaje eufemístico (como “dormir juntos”) que pueda confundir a los niños con discapacidades, en especial a quienes están en el espectro autista; usar aprendizaje empírico, incluidas excursiones a clínicas de salud; realizar juegos de rol en los que los estudiantes tengan la oportunidad de practicar el uso del “no”.

Esta estrategia incluyente se desarrolla de un sinnúmero de formas. En el canal educativo de la BBC, es posible ver cómo los alumnos de primaria con discapacidades de desarrollo se pasan entre ellos una muñeca con rasgos anatómicos correctos mientras el maestro habla sobre las partes del cuerpo. Para los niños mayores, las escuelas podrían comprar libros con ilustraciones, como el libro sobre sexualidad y masturbación para niñas y mujeres jóvenes Things Ellie Likes: A Book About Sexuality and Masturbation for Girls and Young Women With Autism and Related Conditions y Things Tom Likes, con información para niños y hombres jóvenes.

Me da vergüenza decir que, cuando Ethan era más joven, no se nos ocurrió priorizar este tipo de recursos, tanto por su seguridad como por el bien de las posibles relaciones que algún día pudiera querer explorar. Estábamos demasiado preocupados por su fracaso en los puestos de trabajo y por enseñarle cómo usar un cajero automático. Sospecho que lo mismo les sucede a muchas familias que están sorteando el mar picado de la transición a la adultez de un niño con discapacidades del desarrollo. Buscas pistas para su futuro por doquier, al igual que lo hiciste cuando eran niños y los acababan de diagnosticar: ¿qué es lo más importante? ¿En qué te debes enfocar? Sigues los ejemplos de otros padres y educadores —la mayoría de quienes se enfoca en los empleos y las habilidades para cocinar— y esperas que sea lo correcto. Y luego escuchas una historia en la NPR que confirma la realidad de un temor que habías enterrado durante demasiado tiempo y piensas: Espera. ¿Por qué no hemos hablado más de esto?

Conocemos a nuestros hijos y su exquisita vulnerabilidad: su disposición a confiar, su dependencia de los demás para obtener ayuda. ¿Cómo le enseñas a un niño que el mundo no son todos los maestros y adultos compasivos que han conocido durante toda su vida? La respuesta es clara: les pedimos a esos maestros que nos ayuden a decirles. Y le exigimos al gobierno que les dé a esos maestros la capacitación y las herramientas para que lo hagan.

Este artículo apareció originalmente en The New York Times.

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