CABLE A TIERRA
Poner el ojo al Congreso
Se libra actualmente una férrea batalla entre las fuerzas que quieren restaurar la corrupción y la impunidad como prácticas rutinarias en el Congreso de la República, contra quienes —desde dentro de la propia institucionalidad— están impulsando algunos de los cambios necesarios para que la depuración de esa instancia sea algo más profundo que solo un mero recambio de personas. En ese marco se critica mucho el modo frontal de hablar y hacer las cosas de Mario Taracena, como si ese fuera el tema importante en esta contienda. Valga decir, no obstante que, a mi criterio al menos, son preferibles las personas que hablan y actúan directo y sin aderezo que quienes son sonrisita y abrazo todo el tiempo, pero a la par apuñalan por la espalda o zafan la alfombra por debajo de los pies con tal de mover sus intereses. O peor aún, operan hasta galantemente, pero para impedir que se transformen esas estructuras corruptas que ya no queremos los ciudadanos.
Más allá del modo y personalidad del sujeto, no veo cómo cualquier persona que hubiera emprendido acciones del alcance y profundidad que él y su junta directiva han planteado y logrado en un año pudiera seguir cayéndole en gracia a gente que se ve directamente perjudicada en sus intereses. Es más, ojalá hubiera gente así en el Organismo Ejecutivo y en el Judicial, con el coraje de hacer lo que hay que hacer, que tomara la estafeta de impulsar los cambios, y no como vemos ahora, que prefieren congraciarse y acomodarse al sistema de intereses para medio ir pasándola, o para asegurarse de que no interfieran con sus proyectos más personalistas que llevaron al Ejecutivo. No digamos en el Organismo Judicial, donde yo al menos no veo aún a un líder o lideresa que impulse con tenacidad la depuración del sistema. Allí, más bien, la impunidad, la intimidación a jueces y el abuso de poder parecen seguir irremediablemente entronizados. Habría que comenzar por depurar la propia Corte Suprema.
De esa cuenta, no situemos en primera fila a los sujetos y su carácter, sino veamos sus acciones y, sobre todo, la importancia de que el proceso de reformas al Organismo Legislativo ya iniciado tenga continuidad y empuje durante los próximos años. No olvidar que lo que realmente necesitamos es un Congreso que realmente nos represente (los intereses de la ciudadanía) y que respete las reglas del juego.
Era de esperar que muchos diputados directa o indirectamente perjudicados por estas acciones iban a usar cualquier excusa para impedir la continuidad de ese proceso. Debe quedarles claro que no queremos retrocesos. Por ello, la importancia de la disputa actual por la presidencia del Legislativo no es cosa menor. Con estas elecciones de junta directiva nos estamos jugando nuevamente la oportunidad de seguir avanzando. Creo que, como ciudadanos, no estamos tan plenamente conscientes de la importancia de lo que está pasando en el Congreso y la clase de fuerzas que se mueven en derredor de esta elección de junta directiva.
Debemos ponernos las pilas, estar más activos y marcar el terreno a los diputados que se coaliguen para intentar revertir los cambios, e indicarles claramente y en voz alta que no queremos más corrupción, que no queremos al Congreso como interfase entre lo lícito y lo ilícito; que queremos romper con la economía rentista y clientelar, que dejen de aprovecharse de lo público para incrementar su riqueza y privilegios, al margen de los intereses ciudadanos. Es hora de que los ciudadanos y ciudadanas, las organizaciones y movimientos sociales tomemos el liderazgo y presionemos al Congreso para que se mueva en la dirección correcta.
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