Preocupación por el medioambiente

Margarita Carrera

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Las construcciones son importantes, indudablemente, pero el hecho de traerse abajo las plantaciones que nos ayudan a respirar y vivir mejor, me preocupa sobremanera. Pero qué se va hacer, me digo, y guardo silencio, porque ¿a quién reclamarle el daño que se hace a la naturaleza?

La Ciudad de Guatemala crece, cada vez hay más personas que la habitan y necesitan lugares donde vivir. Muchos han optado por vivir en sus alrededores y han escogido la carretera a El Salvador, una manera fácil para descargar la Ciudad. Pero otros, sin recordar que vivimos en un lugar en donde es posible que se den temblores y terremotos, deciden levantar altos edificios con apartamentos. Me pregunto cuándo se dará el próximo temblor de tierra. ¿Qué sucederá con los edificios de varios niveles? Depende dónde pase la falla en la tierra que nos acoge. Porque hay lugares en donde ya se olvidaron del último terremoto que afectó la Ciudad, en el año de 1976. Muchos no habían nacido, entonces no tienen cómo recordarlo.

En ese entonces yo trabajaba como jefe de relaciones públicas en la Usac y me tocó visitar los lugares en donde los destrozos habían sido mayores. De todas formas, la Usac no me había dotado de dinero alguno. Se me pidió que comprara telas para escribir en ellas cuáles eran los lugares más necesitados.

Imposible lograr comprarlas. Todos los almacenes estaban cerrados. No digamos las imprentas.

Regresé a mi casa y estaba tratando de hablar a mi oficina, cuando a las 12 de la mañana empezó el otro terremoto. Colgué el teléfono y salí corriendo para el jardín, que era bastante grande. Ahí puse mi carro, en donde dormimos dos personas de las cuatro que éramos.

Los otros dos fueron a dormir a unos camiones de amigos que vivían cerca. Por fin conseguí dos tiendas de campaña donde colocamos colchones de nuestras camas.

Como estábamos muy mal, dispuse comprar una casa de madera. Al fin y al cabo, no nos había ido tan mal. Dispuse visitar a mi hermana que vivía cerca. No había parqueado el carro, cuando salió gritando una de sus hijas para decirnos que no tenían espacio. No venimos a eso, le dije, pero ya no me bajé del carro y regresé a la casa, que estaba para ser botada.

1976 fue un año terrible para la mayoría de guatemaltecos. Por eso me preocupan los edificios altísimos que están construyendo. Debe ser gente muy joven que no sabe lo que es un terremoto.

Bueno será que lean el presente artículo para que tomen conciencia del peligro en que vivimos en la Ciudad.

Irse a vivir a la carretera a El Salvador me parece correcto, siempre y que se tengan los medios económicos. Eso es muy difícil, pues ya los terrenos han subido sus precios y no todo el mundo puede optar por esta decisión.

También está San Lucas, pero me parece que ya no hay espacios, y si los hay, también han subido sus precios.

No queda otra, sino quedarse en la Ciudad y construir, para el que tenga terreno, edificios más seguros, a prueba de terremotos. Hay familias adineradas. Que se informen y decidan comprar en lugares seguros, pero de alto precio.

Los que vivimos el terremoto de 1976 ya sabemos lo principal que tenemos que hacer: almacenar mucha agua y alimentos, varias linternas. Esto nos ayudará un poco mientras dure el temor a una próxima sacudida.

Saber guardar la calma y tener a mano lo necesario para curar heridas. Esto último parecerá muy difícil, pues somos bastante confiados. No lo seamos tanto.

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