CABLE A TIERRA
Primer desatino del año
Aunque los inicios de año no representan discontinuidades efectivas en el tiempo, mucho menos en los procesos sociales o políticos que vivimos, los seres humanos les damos un significado simbólico vinculado enteramente con el fin e inicio de un nuevo ciclo. Es un momento bueno para romper con lo que venía; especialmente si no venía tan bien.
Tal es el caso de la gestión del presidente Jimmy Morales, a la que bien le hubiera caído cambiar al menos a las personas cuyas actuaciones a cargo de carteras y secretarías de Estado han hecho un magro favor a su administración. Es más, siendo este un gobierno profundamente cuestionado por sus constantes desatinos, su limitado desempeño y su pésimo manejo de relaciones con la ciudadanía y con los medios de comunicación, se hubiera hecho un gran favor a sí mismo, aprovechando esta ocasión para insuflarle oxígeno fresco a su administración, a través del recambio de personas. Pero no. Fuimos notificados de que se quedaban todos.
Esta decisión refuerza la percepción que seguirá primando el tratar de quedar bien con los grupos de interés y poderes que respaldan a los responsables de las distintas carteras, con tal de garantizar la continuidad de apoyo a su administración. Total, la fórmula le funcionó para sobrevivir el primer año.
Comenzaré por los que deben quedarse: sí, casi siempre hay un grupo de funcionarios que sacan las castañas del fuego. Algunos, hasta destacan. En esta ocasión, es minúsculo y está encabezado sin discusión por el superintendente de la SAT. Sin ser un funcionario del Ejecutivo, es a quien Morales debería besarle los pies en perpetuo agradecimiento, pues literalmente le puso el pan sobre la mesa para que su gobierno no pasara hambre. Le sigue, a mi juicio, el ministro de Finanzas, quien se volcó en un inicio a las tareas más básicas: ordenar el presupuesto, diligenciar las gestiones con el Congreso para hacerlo efectivo y asegurar que, aunque limitado, se mantuviera siempre un recurso financiero continuo para el pago de las funciones esenciales. Seguro habrá otros cuestionamientos sobre la gestión del ministro Estrada, pero lo más elemental para mantener viva la gestión gubernamental, mantener el flujo de caja a los ministerios, lo supo hacer.
Lo decepcionante es cuando se piensa en qué pasó luego con los millones que llegaron a cada ministerio y secretaría. Dado que este gobierno se ha caracterizado por parecerse a un pulpo sin cabeza, donde a falta del debido liderazgo y visión, cada ministro o ministra hace lo que mejor le parece en “su” ministerio, no queda más remedio que ir, entidad por entidad, revisando los desempeños.
Al único que se le puede dar crédito a favor más o menos rápido es al ministro de Gobernación. Ha sabido mantener la política institucional que ya venía trazada de tiempo atrás, que empuja a la mayor y mejor coordinación con el Ministerio Público; y a la implementación de una serie de estrategias y herramientas tecnológicas para enfrentar la delincuencia, que han contribuido a dar caravuelta a los índices de homicidios durante la última década, así como a otros indicadores de criminalidad de distinto orden que nos afligen.
¿Aportes adicionales de esta gestión? Reconozco dos que prometen: las acciones contra las bandas de extorsionistas que diezman los barrios populares y los comercios y la tímida incursión que recién inicia en materia de seguridad preventiva. Ninguna todavía tiene escala suficiente como para ser reconocida como logro por la población.
Más allá, el panorama se pinta de distintos tonos de gris, que estaré abordando en mis próximas columnas.
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