VENTANA

¡Que el fuego siga!

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En mi columna del viernes pasado comenté que cuando hay crisis en un sistema se inicia un proceso que conduce a todos sus miembros a comunicarse espontáneamente para autoorganizarse, para buscar una solución al problema que les permita evolucionar y transformarse en una nueva entidad, más compleja y más fuerte. Si el conflicto no se resuelve, el sistema involuciona y posiblemente muere.

La crisis política en la que estamos sumidos desde hace algunas semanas, por las denuncias de corrupción que involucran a nuestros más altos funcionarios de gobierno, ha perturbado nuestro sistema de vida nacional. Percibo que la fase de cambio para que Guatemala se renueve ha llegado. En circunstancias difíciles como estas recurro al Popol Vuh. Sus historias me ayudan a “leer” los eventos que emergen. Ahora comprendo por qué el abuelo de una amiga quiché le contaba, desde que ella era niña, sus milenarias historias que parecen ingenuas pero su candidez no es más que una atractiva envoltura. Estas leyendas mitológicas son como semillas que al reflexionar sobre ellas germinan, revelan sabios mensajes para quienes quieran escucharlos. Trascienden todos los tiempos.

La historia del Popol Vuh, que ahora me habla con su idioma holístico, refiere el momento crucial del viaje de los héroes gemelos, Junajpu e Xb’alamke, cuando bajan a Xibalbá. “Los Señores de la Muerte” los invitan a jugar a la pelota. Esa llamada altera su sistema de vida porque les devela su verdadero destino: enfrentarse a los Señores del Infierno. Junajpu e Xb’alamke se despiden de su madre y de su abuela. Dejan sembradas dos matas de maíz en el centro del rancho para comunicarles si lograban tener éxito en su misión o si morían en ella.

Camino hacia las profundidades del infierno y cargando sus cerbatanas encuentran dos ríos, uno de pus y otro de sangre. Una bandada de pijijes les ayuda a atravesarlos subidos en sus cerbatanas, para no contagiarse. A partir de ese momento y con el apoyo de todos los miembros de su ecosistema, los gemelos enfrentan y superan las azarosas pruebas impuestas por los Señores de Xibalbá, entre ellas las temibles Casas de Castigo, que sus padres Jun Junajpu y Wuqub’ Junajpu no lograron dominar. Los gemelos vencen finalmente a los Señores de Xibalbá. El premio a su victoria es trascender, transformándose en seres cósmicos, uno se convierte en el sol y el otro en la luna.

Este magnífico pasaje del Popol Vuh está cargado de metáforas simbólicas que en este espacio no puedo describir. Pero lo que sí puedo comentar es que los gemelos, a lo largo de su jornada épica, nunca perdieron la pureza de su propósito. No se dejaron contaminar por los ríos de pus ni de sangre. Legitimaron las cualidades de cada ser que conformaba su ecosistema, su mundo, desde el ratón, el mosquito, las hormigas, las luciérnagas. Sin su apoyo nunca habrían vencido a los Señores de Xibalbá. ¿Escucharemos este sabio consejo de los ancestros mayas? La chispa que encendió el fuego transmutador empezó el pasado 25 de abril. “Espero que el fuego siga. ¡Que no se apague!”, exclamó el Clarinero.

clarinerormr@hotmail.com

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