Tras el rastro de Tuñón de Lara

J.C. CAMBRANES

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Ese repertorio de concepciones, no sólo falsas, sino intelectualmente monstruosas, es precisamente una de las grandes rémoras que impiden el mejoramiento de nuestra vida” (España invertebrada, Espasa-Calpe, 1964). En 1933, escribió Daniel González Linacero en Mi primer libro de historia, que en España los libros de historia estaban “amañados con profusión de fechas, sucesos, batallas y crímenes; relatos de reinados vacíos de sentido histórico, todo bambolla y efectismo particular”. Afirmó Linacero que “la Historia no la han hecho los personajes, sino el pueblo todo y principalmente el pueblo trabajador humilde y sufrido, que solidario y altruista, ha ido empujando la vida hacia horizontes más nobles, más justos, más humanos”. Durante la guerra civil española los falangistas lo fusilaron “por subversivo”. Tenía 33 años. Otras decenas de maestros de historia corrieron la misma suerte. Con el triunfo falangista y el afianzamiento del régimen fascista de Franco, la enseñanza de historia fue “una mezcla de patrioterismo y religión, destinada a implantar convicciones, para lo cual convenía que usara elementos que sirviesen para crear emociones más que para suscitar la reflexión”. (Joseph Fontana: Enseñar Historia con una guerra civil por medio, Crítica, 1999).

En 1970, un excombatiente de la guerra civil española nacido en Madrid, en 1915, Manuel Tuñón de Lara, exiliado en París en 1946 y formado como historiador en la Sorbona, inició coloquios anuales de historia de España en la Universidad de Pau, donde enseñaba, en los Pirineos Atlánticos de Francia, que revolucionaron la historiografía moderna de España. Hasta 1980, una gran pléyade de historiadores españoles acudieron a esos coloquios a escuchar al maestro a debatir sobre palpitantes temas de actualidad, que no podían tratar en España, como la relación de la demografía con la vida económica, social y política; la desamortización civil y eclesiástica y sus efectos sobre la agricultura y sociedad agraria; la Iglesia y el catolicismo ante el cambio ideológico del país; el Ejército como protagonista social de la historia de España a lo largo del siglo XIX; la grandeza y servidumbre de la burguesía; la administración pública: el funcionarismo; todo lo referente al problema social, pero singularmente el régimen laboral en el campo, las minas y las ciudades, y el género de vida del proletariado; los partidos políticos, el caciquismo y la vida parlamentaria; y los grupos regionales como estructuras actuantes.

La gran mayoría de historiadores especialistas en la España contemporánea reconocen su deuda los coloquios de Tuñón de Lara y sus enseñanzas sobre la Historia Social. Además de su extensa bibliografía, puede verse: Manuel Tuñón de Lara: Historiografía española contemporánea (Siglo XXI, 1980) y de diversos autores: Tuñón de Lara y la historiografía española (Siglo XXI, 1999). El profesor Manuel Tuñón de Lara falleció en Leioa, País Vasco, en 1997.

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