CON NOMBRE PROPIO
Reelección de diputados
Nuestro Congreso se compone de 158 diputados. La ley —nada tiene que ver la Constitución— no permite que podamos escoger a nuestros legisladores. Los partidos ponen una lista y tenemos que votar por los del listado y punto. Muchos de los electos en el cargo tienen como mérito principal que tienen plata y así compran lo que sea.
Diputados que tengan la política en la sangre y crean en ella —incluso aunque estemos muchas veces en desacuerdo con ellos— son pocos, y esto no es sano para nuestra democracia y para nuestra república.
Nuestros diputados fueron electos hace cuatro años y desde los primeros meses de su elección se empezaron a cambiar de partido, de hecho quien era secretario general de la UNE —partido de gobierno en aquel momento—, sin haber asumido la curul ya pedía su ingreso a otra organización al mes de realizarse la elección.
El transfuguismo fue la característica principal de esta legislatura, pero lo más grave es que hasta se llegó a justificar el mismo; recordemos a aquel “joven diputado” que en la tele decía que se cambiaba a Líder porque le gustan los barcos ganadores. Así las cosas, muchos otros se mudaron del partido originario.
Una diputada con una pistola con las letras de su nombre incrustadas en oro fue arrestada en Honduras por romper las leyes y al regresar lo que recibió fue solidaridad de sus pares “por el mal momento que los catrachos le hicieron pasar”, y esa persona sigue ocupando una curul, teniendo más de cinco partidos sobre sus espaldas.
Para que una democracia pueda germinar requiere de dirigentes serios. Tuvimos un Congreso por cuatro años que no legisló, y las leyes que aprobaron o eran relacionadas con impuestos o con temas presupuestarios —solo temas de plata—.
Por supuesto, sabemos que hay diputados que son la excepción. Que quisieron dar lo mejor que podían, que están comprometidos con sus ideales y con sus convicciones; sin embargo, ellos son los parias del parlamento porque como no se suman al crimen y al desorden institucional no logran cuajar sus propuestas.
En una interpelación pasó la mal llamada oposición y demostraron una sola cosa: que no llegaban ni a quórum para realizar una sesión válida.
Por cuatro años tuvimos la peor legislatura del período democrático. Mientras muchos creímos que no iba a existir una presidencia peor que la de Muadi, ahora Rabbé viene a dar codazos para dirigir una que la supere, pero ambos tienen un común denominador: ya los dos dejaron su partido original.
Cuando un diputado es electo de una lista cerrada y después al ser electo se cambia de partido, viola la confianza depositada, es mentira que en Guatemala votemos por la persona, cuando lo único que se marca es el menú. Pero lo peor no es todo lo dicho, sino que 136 quieren reelegirse… y buena parte lo logrará.