Regalando pescado

de no hay que regalar pescado, sino enseñar a pescar, y le pregunté: “¿Pescado, lo que se dice pescado, o están regalando comida”?

“Sí”, me dijo, “puro pescado, están regalando pescado”.

El puerto queda lejos. Pensando que ya estamos en Cuaresma, pregunté: “¿Quién está regalando pescado, el cura?”

“Nada que ver”, dijo mi acompañante, “el alcalde”.

“Usted qué cree, ¿será de su bolsillo”?

Solo me vio con cara de usted es pendejo o qué, y se rió.

El pueblo, a menos de 50 kilómetros de la capital, está pegado a un pueblo más grande. Los ancianos de este lugar lo llaman “el parcelamiento”. Llegaron allí en 1976, después del terremoto. “Un señor donó una finca, los trajeron y les dieron parcelas”, me cuenta. Eso fue hace más de dos generaciones. El abuelo de mi acompañante es uno de esos ancianos; tuvo 11 hijos. La mayoría de los parcelarios originales ya heredó a los hijos, quienes a su vez heredaron o están heredando a los suyos. Parcelas pasaron a ser lotes y se están reduciendo a fracciones. Aquellos que llegaron en el 76 lograban sacarle la subsistencia y un poco, pero no mucho, más, a la parcela. Ahora ya no, cada quien tiene hermanos, primos o sobrinos por vecinos.

La cancha de fut tiene pendiente, talpetate, grietas y uno que otro pequeño parche de grama, a manera de pelón prestamista. Cuando he pasado por allí entre semana, he visto niños de la escuela participando en su clase de Educación Física. Del otro lado de la calle están dos cantinas, bastante al fresco, sin mayor pretensión de paredes, con todo y mujeres de la mala vida, gordas, colochas, en faldas cortas y apretadas y ginas en los pies. Como dice un amigo: “En Guatemala la ley es nada más una sugerencia”.

He visto muchas cosas en ese campo de fut, solo paso por allí y no me detengo. Hace algunas semanas había un festejo y gran parranda; cortesía del alcalde, me cuentan. Pocos años atrás vi una cantidad increíble de guaruras y picops alrededor del campo, varios camiones, música a todo volumen, entrecortada por una voz estridente en el micrófono, exhortando a la gente a acercarse, ya que no tardaría en llegar el helicóptero con la primera dama, que traía regalos.

Llegó con regalos, ofreció un nuevo pozo y arreglar la situación del agua, principal preocupación de la comunidad, pero como la cosa pasó de solidaria a segura, allí quedó, en promesa. Fueron tiempos de la magdalena en caja, con foto de primera dama y primer caballero, con mirada enamorada. En aquella época también veía al camión con bolsas solidarias, ahora lo veo con seguras. El alcalde no es seguro, ni solidario, es otra cosa, ni es de allí, sino de la cabecera municipal, a una media hora. Es un cae bien. No se arregla lo del agua ni la cancha, pero regala cosas y manda fiestas; todos tienen clarísimo quién es el que está regalando. Nadie se cuestiona si es de su bolsillo, ni le importa. Probablemente quede electo nuevamente. Una cosa es regalar lo que no es de uno, otra es pavonearse por hacerlo.

ESCRITO POR:

Fritz Thomas

Doctor en Economía y profesor universitario. Fue gerente de la Bolsa de Valores Nacional, de Maya Holdings, Ltd., y cofundador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).