Reglas elementales

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utilizando como palanca de imagen un argumento tan elemental como es la seguridad de las personas, estableciendo una política que da prioridad a los usuarios.

El negocio del transporte es un caballo de Troya cargado de contradicciones. Por un lado satisface una necesidad básica de la población; pero, por otro, constituye una de las mayores amenazas contra su integridad física. Los accidentes dejaron hace tiempo de serlo; son, en la mayoría de casos, hechos previsibles y fácilmente evitables con una obvia acción de mantenimiento y control. En ciudades y carreteras, son hechos cotidianos que ya ni siquiera despiertan la solidaridad de la ciudadanía. Mala suerte, dirán algunos. Otros, descargarán su frustración verbal contra el piloto de 19 años, quien después de embarrancar el bus se dio a la fuga.

Las unidades sobrecargadas no tienen justificación alguna. Tampoco la contratación de adolescentes imberbes para hacer un trabajo de tanta responsabilidad, solo por ahorrarse el sueldo de un piloto profesional calificado. El nuevo reglamento aprieta las amarras de manera radical, pero cuando se trata de la vida humana es el camino correcto a seguir. Algunas sanciones —como la de cancelar la licencia de todas las unidades de un solo propietario por transgredir las normas con una de ellas— serán motivo de negociaciones y dado que se trata de medidas políticas, probablemente habrá acuerdos. Pero por lo menos hay un paso adelante.

En lo que respecta a las multas, son blandas y flexibles. Entre Q1 mil y Q10 mil por violación a las normas, es nada comparado con las consecuencias que acarrean esas transgresiones. Lo cual lleva a otro tema: el de los sobornos. Porque así como existe la norma, también está quien se aprovecha de ella para su propio beneficio y un contingente de policías mal equipados, mal pagados y con necesidades urgentes no será inmune ante un buen manojo de billetes.

Esta medida del ministerio encargado del tema no pasará de noche, como sin duda lo planificaron al dar el golpe en una época de festividades, cuando la ciudadanía piensa más en divertirse que en analizar las maniobras políticas. Toca a un sector demasiado sensitivo, estratégico y controversial, cuyo poder no debe minusvalorarse. Se prevé un fuerte tira y afloja, pero la esencia de la normativa debería prevalecer por constituir una decisión largamente esperada por toda la población.

Ahora faltan las sanciones drásticas contra los automovilistas que conducen en estado de ebriedad. Para ellos, ante la segunda infracción, la cancelación de la licencia de por vida debería ser la norma inquebrantable.

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