Resolver penalizando

Ileana Alamilla

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Es así como un derecho humano básico se convierte en una conducta indeseable y se decide penalizar esa garantía  fundamental.

En Guatemala, hombres y mujeres salen del país rumbo al norte, buscando las oportunidades que no encuentran aquí. Cuando llegan a su destino, si lo logran, conocen perfectamente los sufrimientos que tuvieron que pasar en el camino, las vejaciones que aguantaron, las reiteradas veces que tuvieron que intentarlo hasta al fin lograrlo.  Pero ya en “los Estados”, consiguieron “estabilizarse”, trabajando de “sol a sol” —esto en verano, porque en invierno, muy al norte, el sol haragán sale tarde y se acuesta temprano—. Cotidianamente sienten la inseguridad emocional que provoca ser “ilegal”, el deterioro de la autoestima ante la discriminación que se vive por ser morenitos, chaparros, hispanohablantes y “sin papeles”.

Y sin embargo, cuando se reciben noticias de la “patria”, esa que los expulsó porque no tenía nada decente que ofrecerles para forjar su futuro, se enteran que ese futuro por el cual están trabajando, allí sus hijos, está en inminente riesgo ante la violencia,  pues aquí los jóvenes suelen ser los principales victimarios y víctimas de las conductas criminales. Que tampoco hay señal alguna de que su juventud, ya próxima, vaya a ser acompañada de oportunidades.  Les tocará, sin duda, igual que a ellos, la necesidad  heredada de cruzar la única puerta que parece quedarles: irse para el norte.

Así que, aún con la congoja de saber los riesgos, sufrimientos e incertidumbres que significa aventurarse en ese camino de la migración, deciden “mandarlos a traer”. Allá con ellos podrán evitar que caigan en el abismo de las “maras”, como actores activos o pasivos. Tendrán las oportunidades que ellos podrán proporcionarles ahora que ya se han “establecido”. El amor a sus hijos los lleva a asumir los retos y sufrir, en silencio, desde el momento en que comienza la aventura en los pueblos de donde parten, hasta que lleguen allá con ellos, sus progenitores.

Pero nosotros, acá en Guatemala, nos rasgamos las vestiduras por la “irresponsabilidad” de esos “malos padres/madres” y decidimos que enfrenten la justicia por “abandonar” a sus hijos.  ¡Vaya paradojas las de la vida chapina!

iliaalamilla@gmail.com

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