Servidor público y buena fe
Operando con sistemas más inclinados a la sobrevivencia propia que el cumplimiento de su mandato y su razón de ser.
En tales circunstancias la única opción del líder para redimir su función es enfrentar la presión y nadar contra la corriente, combatiendo a diestra y siniestra la burocracia negativa enquistada, —que no solo hace mal su trabajo, sino sirve de plataforma para utilizarla a su antojo, perdidos en el laberinto de lo absurdo—. Muchos casos, debido principalmente a la irracionalidad de esos cánceres sistémicos estatales, elaborados por profesionales tan enfocados en sus métricas, controles y candados administrativos que lo que han dejado son adefesios sin ningún sentido común o valor practico.
Hay buenos servidores públicos en el Gobierno. Personas con la voluntad de hacer las cosas bien. Y por ello, como reza el dicho: “No todo está podrido en Dinamarca”. Por cierto, esta frase la pronuncia “Marcelo, guardia del castillo de Kronborg en Elsinor, amigo de Hamlet, en la tragedia de Shakespeare que trata sobre un país envuelto en el crimen y la violencia. La obra explora los temas de la traición, la venganza y la corrupción moral”.
Muchos servidores públicos cumplen a cabalidad con su trabajo. Lo hacen bien y honestamente. Son facilitadores en vez de retardadores. Pero otros son exactamente lo opuesto. Como el caso de un amigo cuya empresa lleva nueve meses tratando de sacar una licencia para iniciar la construcción de un restaurante. Los retrasos, las excusas y la falta de voluntad desembocan en una conclusión: “Les viene del norte”. Les importa un comino. Se oponen por oponerse. No piensan en Guatemala, en la pérdida de empleos, en la generación de impuestos para el mismo gobierno. Nada. ¿Por qué pasa esto?
Lo explica Paul Buchanan con su “teoría del individualismo metodológico, la cual sostiene la premisa de que el comportamiento de los burócratas y políticos no es diferente al de otros actores económicos, y lo que busca es maximizar el presupuesto público, principalmente en busca de cumplir sus propios intereses y solo como objetivo secundario busca el bien social”.
No buscar el bien común tiene mil traducciones. Es no sacarle la licencia en un tiempo prudencial al empresario que quiere invertir y producir. Es retardarle la certificación a un estudiante que desea inscribirse. Es no poder sacar un documento de identificación. O renovar un título
Por supuesto que en los proyectos de gran envergadura es necesario elaborar estudios de impacto ambiental y tener en cuenta consideraciones de todo tipo relacionadas con el “bien común”. Pero, para trámites burocráticos de simple contenido, no hacerlo es un pecado.
A esos funcionarios que son conscientes de su responsabilidad. Que son honestos. Que los hay en el aparato público. Les animo a seguir adelante, cumpliendo con su deber. Resistiendo la corriente negativa y la manipulación oscura. Son ustedes los que sostienen verdaderamente al Estado. No desmayen y sigan adelante hasta las últimas consecuencias.
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