¡Shutes!
Lo que más azora es que con su peculiar acento recrimina a otros —tan extranjeros como él— que se inmiscuyan en asuntos internos. La regla, por supuesto, no aplica para él ni para quienes estén a favor de lo que él promulga como la panacea y el camino del desarrollo.
Vivan los inversores internacionales que promueven la riqueza a través de sus proyectos extractivos, vivan también sus jefes de seguridad que llaman “perros” a los indígenas y los agarran a balazos, no importa que lo hagan con un acento que nada tiene que ver con el nuestro y mucho menos que no estén avecindados en la comunidad. Que vivan también los extranjeros que nos iluminan con su inteligencia por todos los medios de comunicación y desde la academia, porque su presencia contribuye a engrandecer al país y, además, nos enseñan la buena pronunciación de las palabras.
Pero cuidado con esos revoltosos foráneos de pelo largo y mochila al hombro o con los burócratas internacionales de las Naciones Unidas o de ciertas embajadas que solo vienen a alborotar a las comunidades y que acompañan a los defensores de derechos humanos y a los pobladores en resistencia, esos son peligrosos y manipuladores y viven del dinero de los gobiernos europeos, no como ellos que son generadores de su propia riqueza. Esos que se larguen, que les apliquen el artículo 71 de la ley de extranjería porque se inmiscuyen en asuntos internos, que los echen de Guateámala por shutes, para decirlo en buen chapín.
O sea, unos sí y otros no. Esa doble moral tan característica de los sectores poderosos y de sus adláteres sale todos los días a relucir cuando se mide la extranjería con un doble rasero y se califica la presencia de un internacional como buena o mala, según cuál sea su ideología y su posición frente al libre mercado, la generación de la riqueza y los proyectos extractivos.
Solo falta que propongan que para permitir su ingreso al país se les haga una encuesta a la que deban responder afirmativamente a preguntas como: ¿está a favor de la minería a cielo abierto? ¿Piensa que los indígenas son haraganes y por eso son pobres? ¿Son las manifestaciones y protestas sociales acciones terroristas que hay que prohibir porque atentan contra la libre movilización y el interés superior de los empresarios?
Los que digan que sí, serán bienvenidos y hasta nacionalizados. Los otros que se callen la boca y se vayan por donde vinieron. ¡Faltaba más, joder!