CON OTRA MIRADA
Sobre los signos
Los signos tienen que ver con cómo el hombre percibe el mundo que lo rodea, cómo lo interpreta y cómo da a conocer su parecer. Con el desarrollo del cerebro humano la mente fue capaz de sustituir el significado de un objeto por los signos con que lo identifica, dando lugar a la creación del lenguaje. Esta es una solución mental capaz de captar el significado de un objeto y sustituirlo por un signo. Tan complejo asunto lo viene tratando la filosofía desde la Grecia Clásica y más recientemente la neurociencia, a fin de descifrar los misterios del cerebro.
San Agustín, en el S. V, expuso: “El signo es toda cosa que —además de la fisonomía que en sí tiene y presenta a nuestros sentidos— hace que nos venga a la mente otra cosa distinta. Así, cuando vemos una huella pensamos que pasó un animal que la imprimió; al ver el humo conocemos que debajo hay fuego”.
El hombre comunica sus pensamientos a través de los sentidos y el lenguaje corporal. Sin embargo, según Santo Tomás de Aquino, S. XIII, las palabras son los signos por excelencia, pues son símbolos que nombran cosas, que no deben confundirse con simples sonidos, que también los animales emiten. Las palabras poseen un significado simbólico para otro que las escucha. Con eso, retoma la idea de Aristóteles, S. IV a. C., para quien la palabra era un símbolo destinado a comunicar conocimiento.
Calzándonos las botas de siete leguas y saltando al día de hoy, vemos cómo los signos, el lenguaje y las palabras, que no han perdido el significado y connotación anotados, sí ha cambiado la forma de expresarlas debido a la tecnología y la inmediatez de la comunicación, así como la universalidad del lenguaje técnico.
Tomemos como ejemplo el cansancio ciudadano ante la corrupción gubernamental y nuestra complicidad por acción u omisión de denuncia que tuvo su recompensa con lo actuado por la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala (Cicig) y el Ministerio Público, quienes a partir del 16 de abril sacan a la luz pública la podredumbre enseñoreada en las instituciones del Estado. Eso provocó que el hartazgo acumulado detonara en masivas manifestaciones públicas que, celebradas en absoluto orden, han hecho de cada una, una fiesta cívica. Es de destacar que muchas han sido las maneras de convocarlas, entre estas, las redes sociales que la tecnología y la cibernética permiten, tal la viralización de los mensajes llamados hashtag, como #RenunciaYa, #30M, #JusticiaYa o #NoTeToca, que son signos de nuestro tiempo.
Al nivel del vecino demandante en las plazas, sea en la capital como en las cabeceras departamentales, las exigencias son formuladas con signos de más fácil comprensión como: “¡Otto Pérez, el pueblo no te quiere!”, que al parecer el Señor Presidente no ha captado su importancia o no ha sabido traducir su significado. Se niega a dejar el cargo, pese la gravedad de los señalamientos en su contra, la fragilidad de su posición política y que el pueblo decidió no ceder en su lucha.
Retomando a Santo Tomás: “Signo es aquello mediante lo cual alguien llega a conocer algo de otro”. Por lo visto, no nos estamos entendiendo.
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