PERSISTENCIA

Teoría de los mundos

Margarita Carrera

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Nada importa tanto al humano como su propia felicidad; sin embargo, esta parece inalcanzable, y como lo comprobamos a través de la historia, imposible.

Frente a esta situación, clave de la existencia, caben dos posturas filosóficas: la platónica o teoría de los dos mundos, y la nietzschiana o teoría de un solo mundo. En ambas se trata de buscar la clave de la felicidad humana.

La teoría de los dos mundos surge de una postura pesimista de la vida en sí, es decir, de esta vida en el planeta tierra; significa una negación de la misma, un fracaso del hombre en su más codiciada meta: la felicidad.

Al no poder renunciar a esta, eje de su existencia, nace en él creencia y esperanza del “otro mundo’’, en donde alcanzará, por fin, la dicha. En tal caso, ha de renegarse, negarse, o cuestionar el mundo presente. Desde el punto de vista filosófico (platónico), el mundo verdadero es el de las “ideas’’, mientras que este, el mundo natural o físico, es simplemente una “sombra’’ de aquel. La virtud “arete’’ de todas las cosas radica en una constante lucha por acercarse a su “idea’’ cabal. Así, este mundo será un camino constante hacia la perfección, la cual siempre es inalcanzable. En el tránsito hacia la perfección estará el sentido de la vida.

Kant, aunque concibe “el otro mundo’’ como algo imposible de conocer, como algo engañoso, y en la Crítica de la razón pura niega la certeza de su existencia por medio de la razón, al entrar en el campo de la moral y centrar esta en la autonomía de la voluntad que implica libertad (la cual, al no existir “el otro mundo’’ queda restringida a la physis o Naturaleza, sometida a leyes inquebrantables y al determinismo), para no caer en el nihilismo y recuperar la moral tradicional, tiene que postular —a pesar de que no pueda probar por medio de la razón su existencia— un mundo sobrenatural, esto es, un retorno forzoso al “otro mundo’’. Por ello, escribe La crítica de la razón práctica, en donde centra su moral en “el imperativo categórico’’, el cual, según él, no puede comprenderse ni realizarse si solo existe la physis. Esto es, si solo existe este mundo. Tiene que retornar, así, a la teoría de los dos mundos, lo que le conduce a la postura pesimista de la vida que tal teoría conlleva. De ahí que rechace la posibilidad de la felicidad humana en este mundo, sometido a las rigurosas leyes de la Naturaleza, y acepte (no como algo que pertenezca a la razón pura, sino a la razón práctica) la inmortalidad del alma, que nos remita a concebir el destino o finalidad del hombre en el logro, a través de la voluntad, de la perfección moral. Nuevamente, como en el mundo platónico, el tránsito hacia esta perfección se constituye en la meta primordial del humano.

La nietzschiana teoría de un solo mundo, que culmina en la corriente psicoanalítica de Freud, rechaza la postura pesimista de esta vida, la única que tenemos, sin esperanza en “un más allá’’ después de la muerte, y la somete a riguroso análisis, basado en su descubrimiento de lo “dionisíaco’’ o lo inconsciente, que cobra presencia en la tragedia griega de Esquilo y Sófocles.

De este modo, más que Kant, es Nietzsche el que le da un vuelco a la filosofía tradicional. Pues si bien Kant invierte el orden del conocimiento demostrando que no es el sujeto el que depende del objeto, sino viceversa, con lo cual se abre un nuevo horizonte a la filosofía, está atado aún a las creencias religiosas y morales imperantes desde Platón hasta sus días. Por ello su temor a la creencia de un solo mundo: el de la physis o Naturaleza, y el restablecimiento del “otro mundo’’: metaphysis, más allá de lo físico, que le da validez a la “voluntad’’ y “libertad’’ humanas, sustentos de la moral socrática y cristiana establecida.

A pesar de los trabajos filosóficos de la era moderna, tendientes a desconocer o destruir el “otro mundo’’, Nietzsche es el primer filósofo que con la osadía y vehemencia de su espíritu poético, se atreve a atacar, de manera metodológica y pasional, al mismo tiempo, los cimientos básicos del ‘’otro mundo’’, de donde emana la moral reinante de la filosofía tradicional.

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