LA ERA DEL FAUNO
Testigos de una auténtica búsqueda de soluciones
Esta es una época afortunada. Vemos caer máscaras. Las redes sociales han mermado el poder mediático. Podemos acceder a información suficiente para formarnos un criterio acerca de la flora, fauna, presidentes, ministros, diputados, magistrados. Podemos tomar partido ante una realidad que nos contiene.
Hace décadas, el presidente era el “Tatita”. Encarnaba el destino aliado con la voluntad divina, una suerte de persona superior que podía disponer a su antojo de tierras, funcionarios, Ejército y pueblo. En pleno 2017, hay personas que ven aquel pasado como un modelo de sociedad que deberíamos recobrar. Quisieran que Guatemala fuera un país de gente callada, aguantadora, obediente, incapaz de ver más allá de sus derechos, ocupada solo en velar por sus frustraciones. La gente deber ser humilde, feliz y cristiana. Salirse de ese marco implica que es cubana, venezolana; que acabará criando hijos terroristas.
Esta época es afortunada porque nos libra de la imposición. A muchos parecerá que de nada sirve tener conocimiento de ciertas cosas. Es su derecho. A otros, esa información nos permite conocer cómo opera la corrupción, por qué hay tanta pobreza, quiénes y cuánto se han robado. No es información privilegiada, está a la vista, siempre y cuando estemos alfabetizados; por eso, a los gobiernos y empresarios corruptos les conviene mantener a las personas sin alfabetización, y a las alfabetizadas sin educación. Pese a todo, quedan al descubierto.
Es el caso de los secretarios de los partidos Líder y Une, hoy diputados en proceso de antejuicio. Es el caso de Jimmy Morales. Entró por la puerta grande. Fue aclamado por dos millones de aplausos. Al tiempo que hacía su entrada triunfal, los del PP salían echados a patadas por la puerta de atrás. Mas como este país tiene personas muy extrañas, que ven el paredón y se lanzan contra él, Morales llegó con el ímpetu del desquiciado. Esperaba atravesar el paredón sin ser notado. Su inesperada popularidad le hizo creer que sería un tipo de chanza formidable y de ilicitud invisible.
De ahí le viene tanta amargura. Su partido político, sus amigos, su familia y él están involucrados en actos de corrupción. La máscara se le fue despedazando desde que comenzó su gobierno. Pedazos de máscara que algunos quieren pegarle con saliva. De ahí le vienen los desmayos. El deshoje de la margarita: “golpe de Estado”, “No me quieren”, “CICIG”, “Sin Iván”, “No Thelma”.
Una fábula por aquí, una anécdota por allá, desayunos de oración, la jura a la bandera y una pose de víctima no consiguieron ocultar su realidad. Y no es solo asunto de robo, es que aquel sanador de heridas mutó en salamandra, atravesó los rincones palaciegos y abrió la puerta al relevo de criminales. Dejó entrar a la promoción 2016. Su partido, FCN-Nación, que había llegado famélico al Congreso, engordó a fuerza de tragarse tanto tránsfuga. Extasiada quedó la “nueva política”, cebada hasta el vómito social. A partir de allí, lo construido en materia de justicia empezó a estancarse.
Construcción que no se hace sola. La CICIG a cargo de Iván Velásquez, y el MP a cargo de Thelma Aldana, que solicitaron antejuicio contra el presidente, es lo único que tenemos. Llegará el momento que las instituciones sean fortalecidas tanto como para no depender de un nombre, sino de los principios. Por ahora, importan los nombres. Han hecho posible que nuestra época saque la nariz del agua.
Pese a que nuestro país es abundante en verduras, mitos y problemas, y dondequiera que se mire hay injusticia, somos testigos de una auténtica búsqueda de soluciones.
@juanlemus9