VENTANA

Trabajo sagrado

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El 21 de enero circuló una historia en las redes sociales, que comento hoy porque es fuera de serie. “Es una gota dulce y esperanzadora en el mar de sufrimiento amargo y oscuro que vivimos a diario por la violencia, por la corrupción, por la pobreza”, susurró el Clarinero. Los protagonistas son Mario y Carlos Daniel Cúmez, de 19 y 17 años, originarios de Chichicastenango, quienes se dedican a lustrar zapatos en la zona 14 y 13 de la ciudad capital. Olga Leticia (Ollet) Santisteban, una jovencita de 19 años, y su mamá conversaron con ellos cuando les lustraron sus botas. Mario y Carlos les contaron que ellos crecieron en una familia de 13 hermanos. Sus padres, Diego y Juana, les apoyaron para que estudiaran hasta el Bachillerato, en Sololá, pero ya no pudieron seguir ayudándolos para que ingresaran en la universidad, que era su mayor sueño.

Después de graduarse de bachilleres viajaron a la ciudad capital para buscar trabajo remunerado, pero no lo encontraron. Así que tomaron la valiente decisión de alquilar un cuarto en La Terminal de la zona 4 y se dedicaron a reparar y a lustrar zapatos. Durante la semana ahorran, y con ese dinero pagan los cursos de Enfermería y Gestiones Médicas que la sede de la Universidad Panamericana (Upana) ofrece los fines de semana en Sololá. Una de sus mayores motivaciones es curar a su mamá de la gastritis nerviosa que padece desde hace 10 años. Mario y Carlos reconocen que sus padres les inculcaron valores como la honestidad y el coraje para enfrentar la adversidad. Agradecen a Dios por su “trabajo sagrado”. Ollet, conmovida, subió la historia a Facebook. En pocas horas se viralizó, al extremo de que llegó hasta las autoridades de la Upana. Hace pocos días les entregaron dos becas completas hasta que se gradúen.

¿Cómo es que de un momento a otro el destino de estos jóvenes cambió?

La noticia en las redes sociales parece ser el parteaguas en la vida de Mario y Carlos. En mi opinión, es una de esas sincronicidades de la vida que trascienden al momento cotidiano en que ocurren. Las semillas de grandeza en los corazones de Mario y Carlos me recuerdan a sus ancestros, los gemelos Hunahpú e Ixbalanqué, y al pasaje del Popol Vuh, donde un ratón les predice que su destino no es sembrar la milpa, sino enfrentarse a los señores de Xibalbá: “Sabréis pues, que los bienes de vuestros padres Hun Hunapú y Vucub-Hunahpú, así llamados, aquellos que murieron en Xibalbá, o sea los instrumentos con que jugaban, han quedado y están allí colgados en el techo de la casa: el anillo, los guantes, y la pelota. Sin embargo, vuestra abuela no se los quiere enseñar porque a causa de ellos murieron vuestros padres”.

En la mentalidad materialista de hoy, ser lustrador de zapatos es denigrante. Por eso es que este prejuicio, Mario lo combate con esta noble expresión: “A mí lo sucio se me quita bañándome”. En la mentalidad maya, el Popol Vuh nos ayuda a comprender que el trabajo es sagrado. Que no solo nosotros decidimos nuestro destino, sino que somos parte de una fuerza mayor que va transformándonos según nuestras cualidades y acciones. El ejemplo de Mario y Carlos, y su relación con los gemelos del Popol Vuh, me hacen pensar que su actitud frente a la vida, lustrar zapatos dignamente y estudiar en la universidad, es la manera como los chapines no solo podremos vencer la pobreza, sino hacernos de un futuro noble, íntegro… sagrado.

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