SI ME PERMITE

Transformación generacional

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“Una sencilla hoja no se vuelve amarilla sin el consentimiento de todo el árbol”. Khalil Gibran

Estas fechas se prestan para reflexionar acerca del principio de la renovación. Es verdad que las cosas no caen hacia arriba, sino hacia abajo, pero debemos saber que tenemos la responsabilidad de que los que nos sucedan en la vida sean guiados para no ser iguales o peores que nosotros.

Cada criatura que llega a este mundo, le guste o no, se está desarrollando en el marco referencial de la vida de sus mayores, no solo por observación, sino por imitación de forma natural. Ese simple hecho nos hace reflexionar en que, si queremos que la próxima generación sea diferente y, por qué no, llegue a ser una mejor generación que la nuestra, debemos primero dominar nuestros gustos e impulsos y en segundo lugar poner el esfuerzo necesario para cambiar en aquellas áreas que no lucen tan bien.

Nuestra sociedad muy fácilmente pide cambios, mejoras y tantas cosas, pero hace muy poco para que se logren. Pedir no cuesta nada, pero si ponemos todo lo necesario de nuestra parte, pensando en los que estarán en la próxima generación o los que ocuparán nuestros lugares, entonces debemos vivir de tal modo que la transformación no sea una cosa utópica sino una realidad, no para que la veamos nosotros sino para que la vivan ellos.

Cuántas veces hemos estado en un círculo de amigos y de pronto alguien expresa elogios a quienes con mucho sacrificio lo criaron y, a diferencia de sus mayores, su vida es evidentemente mucho más gratificante. No nos engañemos: alguien pagó el precio, no porque se lo pidieran, sino porque se propuso buscar el bienestar de los suyos. Por otro lado, también están los casos exactamente opuestos, de quienes expresan con dolor y a veces con amargura lo poco que los mayores hicieron para que el cuadro que se vive hoy no fuera tan patético.

No hace falta ser muy inteligentes para recriminar o reclamar, y mucho menos para simplemente salir a las calles a reclamar los derechos que tenemos, pero lo mejor que podemos hacer es trabajar en nosotros para que los que nos siguen tengan una posibilidad transformadora de cambios. Ejemplos nos rodean por doquier, como los casos de aquellos padres que nunca tuvieron la oportunidad de sentarse en un pupitre para estudiar, pero sí sacaron adelante a sus hijos, dándoles la oportunidad de ser profesionales. Como aquellos que vivieron toda una vida solo protegidos bajo una lámina y así pasar las noches, pero a los suyos, con todo el sacrificio, les dieron techo y abrigo.

Nuestro mundo hoy está en constante progreso en muchísimas áreas, y de ello no solo estamos orgullosos, sino tenemos los beneficios en nuestras tareas cotidianas. Deberíamos priorizar entonces en nuestra conducta, carácter y estilo de vida, de tal modo que la próxima generación se sienta desafiada y motivada en asimilar el cambio presentado para que la sociedad sea transformada.

Por supuesto que el cambio por el cambio mismo no significa nada, a menos que sepamos, entendamos y nos involucremos para que ese cambio se dé. Claro, muchas veces hablamos con gente que pareciera que está planificando el fin del mundo. Por lo menos usted y yo seamos de los que dejemos un mañana más agradable, aunque nosotros no lo tuvimos, que ellos lo tengan y así nos recuerden como los que los desafiamos, orientamos y guiamos a un mañana mucho más prometedor, no tanto por la comodidad, sino por la calidad de vida.

samuel.berberian@gmail.com

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.