LA BUENA NOTICIA

Transfuguismo

Víctor M. Ruano

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Caciquismo, clientelismo y transfuguismo son las características que mejor definen a la clase política guatemalteca, especialmente entre quienes aspiran a ser alcaldes y diputados. Casi cada departamento tiene su diputado-cacique con su cohorte de alcaldes-caciques. Siquiera fueran de aquellos caciques de nuestros pueblos originarios que estaban dispuestos a dar la vida por su tribu. Son más bien los que están acabando con la vida de nuestros pueblos.

El modo de hacer política hasta de los candidatos a la presidencia es clientelista, pues andan comprando votos con cancioncitas de mal gusto y platos de comida desabrida, dando gorritas y playeras de charamileros o bolsas de víveres que duran un día, y sobre todo, con “engaños, propaganda falsa y populismos que prometen imposibles”. (CEG)

Respecto al transfuguismo, que es la característica que desarrollaré, los obispos guatemaltecos dijeron que la fidelidad de los militantes a un partido “es mínima como lo comprobamos por el transfuguismo cada vez mayor de diputados y alcaldes”. ¿Qué político en su municipio y departamento, de los que hoy están en campaña, es “tránsfuga”? Infórmese bien y no vote por ellos. El término se aplica a una persona que va huyendo de una parte a otra. Por eso un tránsfuga es lo mismo que un desertor, un prófugo, un fugitivo. Es también un traidor, un oportunista, un aprovechado que raya en el cinismo y carece de principios y valores.

El “transfuguismo” es un fenómeno que se da en países subdesarrollados políticamente como Guatemala, donde alcaldes y diputados electos por un partido se trasladan a aquella agrupación partidista que según las encuestas manipuladas tiene posibilidades de triunfar en la próxima contienda electoral. Con frecuencia este fenómeno surge por motivos ilegales, por intereses de familia o grandes negocios que están en juego. No es por razones ideológicas ni por trabajar en función del país, sino por motivos inconfesables o vergonzosos que son socialmente inaceptables.

En sociedades más desarrolladas política y democráticamente, existen normas claras que impiden y castigan el “transfuguismo”, con el propósito de garantizar los intereses de los ciudadanos en la elección de sus representantes. Con una clase política carente de sólidos principios ideológicos, la actividad política, como la acción que busca el bien común, se vuelve un mercado, donde el voto se vende o subasta al mejor postor. El “transfuguismo” refleja una clase política agotada, sin ideas y sin proyecto de nación, y lo peor, sin capacidad ni voluntad política para impulsar las reformas profundas y radicales que requiere el país.

Sin duda alguna, detrás del fenómeno de los tránsfugas, está una dinámica de corrupción perversa que empobrece a nuestros pueblos y genera instituciones tan podridas, como un cascarón vacío o un huevo huero que apesta a animal muerto, mientras políticos marrulleros aparecen como buitres revolcándose en la podredumbre y picoteándose entre ellos para ver quién se harta más. No hay que votar por un corrupto, tampoco por un tránsfuga. “Es el momento de abrir bien los ojos, razonar con claridad, para hacer una elección responsable y consciente. Es el tiempo de exigir a los candidatos veracidad, transparencia y honestidad”.

victoruano21@hotmail.com

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