PUNTO DE ENCUENTRO

Un momentito

Flaco favor nos hizo a las mujeres guatemaltecas la señora Roxana Baldetti, en especial a quienes hemos promovido la igualdad en la representación y participación política. Ahora no solamente debemos luchar contra la exclusión y los estereotipos de una sociedad machista como la nuestra, sino continuar defendiendo que a pesar de lo visto, las mujeres estamos en capacidad de ejercer un cargo público de alta responsabilidad, y además, es nuestro derecho.

El rechazo que provoca la vicepresidenta es producto de una mezcla de factores y ella se lo ha ganado a pulso durante estos tres años. Venir ahora a adjudicarle a su condición de mujer este rechazo es inadmisible, porque son los actos de corrupción, su enriquecimiento inexplicable y el cinismo a la hora de dar declaraciones lo que le ha granjeado la animadversión de la que es objeto. Nunca debió Baldetti, por ejemplo, haber utilizado la ley contra el femicidio y otras formas de violencia contra la mujer —que fue una conquista indiscutible de las organizaciones de mujeres y que es una herramienta indispensable contra este flagelo— para perseguir opositores y críticos.

Pero permítanme un momento, de eso a que el desempeño de Baldetti demostró que las mujeres no estamos preparadas para el ejercicio de la política y que no podemos exigir igualdad en la representación, hay un abismo de diferencia. Si de ejemplos se trata, después de Jorge Serrano Elías o de Alfonso Portillo —solo para citar dos casos de políticos corruptos que han llegado a la presidencia— ningún hombre estaría en condiciones de ejercer un cargo público. Al final el problema de fondo es este sistema de partidos políticos en el que priva el clientelismo y en el que los cargos se compran o se adjudican a partir de grandes sumas económicas o de la cercanía con el caudillo.

Asegurar que la vicepresidenta es la mayor responsable de todo lo que ocurre en materia de corrupción en este gobierno y disculpar al presidente haciéndolo ver como un títere sin capacidad de decisión, no es el camino. Así como no podemos aceptar que la señora Baldetti diga que lo que hacía su secretario privado no era asunto suyo, tampoco se puede creer que el presidente sea ajeno a lo que ocurre en su gobierno y su responsabilidad sea solamente la de “dejar hacer”.

Otto Pérez Molina es quien es y viene de donde viene. Creer que un oficial de inteligencia no tiene control sobre lo que ocurre en el aparato gubernamental y hacer caso omiso de las denuncias sobre su pertenencia al Sindicato, estructura militar clandestina señalada de crear una red de contrabando durante los años del conflicto armado, es hacer una lectura equivocada de la realidad (InsightCrime 1/5/2015). Pueden renunciar Pérez y Baldetti, pero detrás de ellos puede venir otra banda con rostros diferentes pero iguales intereses, avalados por un proceso electoral que los oxigene por unos meses, para luego volver a caer en lo mismo. El gran reto ciudadano es, además de seguir en las calles, encontrar un camino dentro de la institucionalidad que en definitiva transforme este sistema que hasta hoy ha permitido que las mafias coopten las estructuras partidarias y estatales a través de la corrupción y el crimen.

ESCRITO POR:

Marielos Monzón

Periodista y comunicadora social. Conductora de radio y televisión. Coordinadora general de los Ciclos de Actualización para Periodistas (CAP). Fundadora de la Red Centroamericana de Periodistas e integrante del colectivo No Nos Callarán.