SI ME PERMITE

Valorando el silencio en este mundo aturdidor

|

“Nadie predica mejor que la hormiga, y no habla.” Benjamín Franklin

En nuestros días, hablar de contaminación no es cosa extraña. Por ello entendemos el valor que se le da a lo que se tiene para no lamentarlo cuando lo hayamos perdido.

En esta misma valoración está también lo que nuestros oídos perciben y cuánto de esto es algo voluntario que cada uno de nosotros ha tolerado en oírlo o es algo que se nos está imponiendo de parte de terceros y nosotros tenemos que simplemente tolerar.

En lo dicho podemos reflexionar en lo que vemos o bien vivimos de una forma personal. Es cada vez mayor el grupo de gente en nuestro derredor que camina o trabaja con audífonos en los oídos, seguramente escuchando algo de su preferencia.

Al observar esto uno se pregunta si estamos seguros del valor que tiene el silencio, en ese tiempo nadie tiene nada que decirnos, pero cada uno de nosotros tenemos muchísimo en qué pensar de un modo selectivo y reflexionar.

Claro está que si quiero alejarme de lo que tengo en mi mente o bien crear ciertos muros para que no invadan mi privacidad bueno es tener algo que escuchar.

Pero aparte de este cuadro de realidad, también existe para los que vivimos en ciudades una realidad donde el tráfico, con una diversidad de elementos que nos rodean, genera ruidos de aceleración, bocinas con todas las tonalidades que podemos imaginar, además del volumen innecesario, lo que genera daño para muchos.

Es cierto que no podemos pelear con los sonidos que nos rodean y tenemos que aprender a vivir con ellos, pero cuando cada uno de nosotros está viviendo con audífonos, escuchando algo, debería evaluar si se está educando en un modo formativo con lo que escucha o se está distrayendo con algo que ayude a su estado de ánimo, porque si no es ninguna de estas dos, es muy probable que se está creando barreras para no tener que pensar en algo creativo o bien formativo que pueda agregar a nuestro modo de ser.

Nuestra mente es un programador que tiene que procesar todo lo que recibe para que pueda usarlo sabiamente en el mañana. Pensar en el camino recorrido, la información recibida o la realidad que nos rodea nos invita a tomar una postura para poder definir quiénes somos y por qué somos como somos.

Pero si, por el contrario, lo que estamos escuchando es para bloquearnos de lo que nos rodea y, peor aún, evadir la realidad que vivimos, podemos estar caminando un camino peligroso que al final puede ser un fin que sea irreversible.

Aceptemos que el silencio es un medio sano para reencontrarnos con nosotros mismos sin la intervención de ningún agente externo y de ese modo incursionar en una creatividad que haga la diferencia para el resto de nuestra vida.

Esto solo se genera con una quietud que el silencio nos concede. Por lo mismo, esto es algo que debe ser ejercitado y aprendido para disfrutar el provecho que trae.

Algunos prefieren alejarse físicamente del medio en el que se encuentran para tener la quietud y el necesario silencio para alcanzar sus objetivos.

La verdad, esto no siempre lo podemos lograr, pero sí podemos proponernos abstraernos, callar y procesar lo que nuestra mente ha acumulado para determinar que descartamos y archivamos. Esto se manifestará en lo que mañana compartiremos o transmitiremos en nuestro modo de vivir.

ESCRITO POR:

Samuel Berberián

Doctor en Religiones de la Newport University, California. Fundador del Instituto Federico Crowe. Presidente de Fundación Doulos. Fue decano de la Facultad de Teología de las universidades Mariano Gálvez y Panamericana.