Vejez a la guatemalteca

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Si no que lo digan Goethe  con su Fausto; Óscar Wilde con El retrato de Dorian Grey o la recién fallecida Condesa de Alba, con sus innumerables cirugías plásticas.

En Guatemala, además de los rigores que el cuerpo impone a las personas de la tercera edad y mayores, está todo lo demás: la situación miserable en la que millones de ellas han nacido, crecido y vivido; el entorno violento que les pide a gritos o bocinazos que caminen más rápido en una ciudad no caminable; la escasez de centros de atención adecuados y dignos para personas de su edad; y la falta de seguridad social.

Dice la Constitución: “Corresponde al Estado la protección de la salud física, mental y moral de los ancianos, a quienes debe garantizar su derecho a la alimentación, salud, educación, seguridad y previsión social”. Pero una cosa es la ley y otra la justicia. Ahora los adultos mayores tienen transporte gratuito, pero los pilotos no quieren parar cuando los ven, porque no pagan. Ahora existe un Programa de Aporte Económico del Adulto Mayor que se creó porque un 88% de los adultos mayores no tenían pensión del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social (IGSS); sin embargo, nunca son suficientes los fondos asignados a ese y otros programas. Ya vimos en una reciente nota de prensa (PL03/02/2015), que “hasta 20 recetas sin cambiar han acumulado miles de pacientes que asisten al Centro de Atención Médica Integral para Pensionados (Camip) del IGSS”.

Sí, siempre hay aprovechados que esquilman a las instituciones públicas, pero ese es tema aparte, además de que generalmente no son los más pobres. Según proyecciones del INE, en el 2025 habrá en Guatemala más de un millón 429 mil 230 adultos mayores, un 7.3 por ciento de la población total.  Son muchos, y tocaría hablar ahora de qué vamos a hacer para dignificar esas vidas. En este punto saldrían a relucir las mancuernas entre políticos y empresarios que han desmantelado al Estado, la corrupción y el robo sostenido a todos los niveles, la impunidad  y la inconsciencia. Pero el espacio ya se acaba, y por suerte existe la promesa de una mejor vida después de esta. Si creen en la reencarnación, y les vuelve a tocar Guatemala, ojalá que hayan ahorrado lo suficiente o que el país ya no sea el de hoy.

cescobarsarti@gmail.com

ESCRITO POR:

Carolina Escobar Sarti

Doctora en Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad de Salamanca. Escritora, profesora universitaria, activista de DDHH por la niñez, adolescencia y juventud, especialmente por las niñas.