Por la vida

Kajkoj Máximo Ba Tiul

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Estamos a pocas horas de iniciar un nuevo año. Es un año que comienza con un nuevo gobierno. Con los problemas sociales históricos sin resolverse, pero también es un año que será aprovechado, por los de siempre, para el comercio y la atracción turística.

El año que comenzamos tiene mucho significado para nosotros los mayas, sobre todo porque estamos terminando y comenzado un nuevo ciclo en la cuenta larga. Digo Nación, porque eso somos nosotros y no lo decimos con resentimiento y tampoco porque queremos darle vuelta a la “tortilla” como lo han querido interpretar quienes todavía no aceptan que nosotros “no colapsamos”. Sino porque nosotros somos descendientes del pueblo que han querido destruir durante todo este tiempo histórico, como dijeron Junajpu e Ixb’alamke, a los Oxlajuj Kame en Xib’alb’a: “Nosotros somos los hijos e hijas de quienes quisieron terminar”.

Porque a pesar de los holocaustos que hemos tenido que pasar —invasión/colonización, independencia, reforma liberal, dictaduras, neoliberalismo—, seguimos resistiendo y viviremos siempre, porque “aunque arrancaron nuestras ramas, cortaron nuestros troncos, pero las raíces siguen profundas”.

Por eso nuestra propuesta es de vida y no de muerte. Para nosotros los mayas no existe la muerte, existe el principio y todo principio es vida y precisamente por eso, no aceptamos propuestas de muerte. Pero esta propuesta nuestra no ha sido comprendida. Pensadoras y pensadores consideran que, como no hablamos sus idiomas, no somos nada. Constantemente se dice que es mejor aprender inglés y no un idioma maya, para ser “desarrollado”. Entonces preguntamos ¿Qué es el desarrollo?

Si desarrollo es desnutrición, falta de trabajo, no tener vivienda, no tener tierra, que nos saquen de nuestros territorios para construir hidroeléctricas, que envenenen los ríos para extraer minerales, que a nuestros niños y nuestras niñas les salgan granos y úlceras en el cuerpo, por la contaminación ambiental. Entonces no lo queremos, porque lo que queremos es “vivir”, y vivir para nosotros es estar en “armonía y equilibrio con todos los seres vivos”.

Sabemos que “esta búsqueda cuestiona, además del pensamiento y el modelo hegemónico, las formas de producción de conocimientos: critica el eurocentrismo y el racismo ontológico, recupera (…) nuestras sabidurías y considera que el conocimiento se construye no solo desde la razón, sino desde todas las potencialidades del ser humano integral —ser viviente—, incluidos los sentimientos y los instintos. El nuevo mundo pensado y soñado deber ser igualmente renombrado” (Cabanas; 2008:25).

Por eso, como dice Andrés Cabanas: “Renombrar la esperanza es pensar de forma distinta un mundo diferente”. Este cambio de ciclo maya no es profecía, no es mito, no es religión, no es para el turismo, no es para el consumismo. El cambio de ciclo es para transformar la muerte en vida. Para terminar con aquello que hace sufrir a los “seres vivientes”.

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