PUNTO DE VISTA

Violencia política

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En los primeros años veinte del siglo pasado, en Italia, la violencia y la intimidación contra los opositores y los medios de comunicación independientes eran obra de las tristemente célebres “squadracce”, grupos de facinerosos en camisa negra, dirigidos por el jerarca fascista Farinacci.

El gobierno criticaba verbalmente los “excesos” de sus allegados, sin tomar medidas al respecto, con el objetivo de intimidar a sus adversarios, transmitiendo además la idea de que solo Mussolini podía controlar la violencia.

Mussolini, por un lado, aumentaba el tono violento y agresivo de sus ataques verbales a los partidos, personalidades y medios de la oposición, fomentando la violencia de sus seguidores; mientras que por el otro, advertía de que una derrota suya en las elecciones parlamentarias de abril de 1924 crearía las condiciones para una guerra civil.

Mussolini, en junio de 1924, agredió violentamente, en un discurso en el Parlamento, al dirigente socialdemócrata Giacomo Matteotti. Razón suficiente para que algunos leales fascistas interpretasen la voluntad del Duce y decidieron darle una lección al diputado opositor, lo secuestraron para propinarle una paliza. Matteotti se defendió y lo asesinaron.

Durante la subsiguiente crisis política, la oposición, dirigida por el líder del Partido Liberal, Giovanni Améndola (primo hermano de mi abuelo materno), decidió, como una condena moral, retirarse del Parlamento y reunirse en un palacio de una colina de Roma, el Aventino. Mussolini, aprovechando la ausencia de la oposición, pasó todas las leyes que requería para acabar con lo que quedaba del sistema democrático.

A través de la intimidación, la violencia, el acecho judicial y tributario, y finalmente el cierre de algunos medios, terminó con la libertad de prensa. Farinacci fue nombrado secretario general del Partido Fascista y Améndola murió a consecuencia de una golpiza que le propinó una “squadra”. Améndola es un mártir del antifascismo y, en el plano moral, es digno del más alto respeto; sin embargo, el retiro de la oposición del Parlamento y, en general, de las instituciones políticas, el “Aventino”, como se le conoce en la historiografía italiana, es considerado como un gravísimo error de apreciación política, que facilitó la consolidación definitiva de la dictadura fascista.

Dos lecciones para la Venezuela de hoy: 1) La abstención y el abandono de los espacios en instituciones como el Parlamento y las gobernaciones son deletéreas y/o estériles, en el mejor de los casos. 2) El discurso violento y agresivo transforma a los adversarios políticos que hay que superar en enemigos a destruir. Se les deshumaniza para convertirlos en obstáculos a eliminar. Los casos de la España de 1936 y Ruanda, en los 90 del siglo pasado, son otros ejemplos al respecto.

En Venezuela, de acuerdo a todas las encuestas serias, es muy probable que el gobierno pierda las inminentes elecciones parlamentarias y algún sector oficialista parece que está apostando a la estrategia de la intimidación del electorado. Franklin D. Roosevelt, en su discurso inaugural de 1933, les dijo a sus compatriotas que solo debían tenerle miedo al miedo mismo, a los venezolanos les digo con Juan Pablo II: “No tengáis miedo”. A votar masivamente.

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