PERSISTENCIA
Volver a Freud
No es obsoleta, según mi parecer, esta insistencia que vengo exponiendo, desde años atrás, de volver a Freud. Pero a veces me pregunto si no es más necesario para el mundo actual empezar con Freud.
Esto es, hacer a un lado los libros, que con base al psicoanálisis freudiano se han venido publicando con gran éxito comercial, pero con limitados alcances científicos, filosóficos, éticos y estéticos.
Volver a Freud o comenzar con Freud sería, en todo caso, lo mismo.
Se trata de una apertura de nuestra razón para la comprensión de la sinrazón. Un iniciarse en la lectura de Freud, pero no a través de sus intérpretes —ante lo cual yo me excluyo—, sino yendo a las fuentes mismas de ese genio que ha tenido en su mano la conciencia y la inconciencia del hombre. Que ha enumerado leyes psíquicas, las cuales se cumplen con indiscutible rigor, como las leyes biológicas; y ha previsto el poder destructivo que posee el humano, todo humano, desde el momento en que nace dentro de una civilización represiva y cerrada al conocimiento profundo del alma.
Einstein no tiene necesidad de que nadie haga, en el presente, su apología. Todo el mundo lo reconoce como genio y todo el mundo lo venera.
Jamás se le acusa de “obsoleto” o de que “ya ha sido superado”. Carteles inmensos con el retrato de Einstein invaden los aposentos de los científicos y de los estudiantes de las ciencias exactas. Se le reconoce como se debe reconocer a todo genio: sin mezquindades, temores y sutiles envidias.
Y el mismo Einstein se ve, durante su vida, fascinado por la obra de Freud. No solo por su carácter científico, sino por su hermosura y perfección del lenguaje que usa.
Transcribe una de sus tantas cartas en donde, en forma breve, manifiesta el interés con que sigue la obra freudiana que contiene incalculables “conclusiones científicas”:
“Mayo 4, 1939. Distinguido Sr. Freud: Le agradezco mucho que me haya enviado su nuevo trabajo, que naturalmente despertó en mí gran interés. Yo ya había leído sus dos ensayos, los de IMAGO, que me había traído el Dr. Klopstock, un médico amigo mío. Se puede decir mucho en favor de su idea de que Moisés fue un egipcio, distinguido miembro de la casta sacerdotal; también en favor de lo que Ud. dice sobre el ritual de la circuncisión. Como tal en todos sus escritos, admiro muy especialmente la perfección lograda, desde el punto de vista literario. No sé de ningún contemporáneo que haya presentado un tema en idioma alemán de un modo tan magistral. He lamentado siempre el hecho de que es casi imposible que un profano, que no tiene experiencia clínica, pueda juzgar si las conclusiones de sus libros son definitivas. Pero, después de todo, esto ocurre con todas las conclusiones científicas. Uno tiene que sentirse satisfecho si logra captar la estructura de los pensamientos expresados.
Con sincera admiración y deseos cordiales, lo saluda A. Einstein”.
En breves líneas notamos la veneración de Einstein por Freud. Un genio puede comprender a otro genio.
Pero esto no parece estar muy claro en la mente de los intelectuales del mundo occidental. Ni de la época de Freud, ni de nuestra época.
En general, se cree difícil la lectura de Freud mismo. Y de manera poco seria, se lee lo que se dice sobre él, y jamás lo que él mismo dice.
Y los que escriben o hablan sobre él, a menudo no solo tergiversan su pensamiento, sus ideas, sino su lenguaje. No da los mismo leer sobre Freud que leer a Freud.
Por tal motivo, se me imputará a mí el hecho de no leerlo en alemán sino traducido al español, en cuyo caso, más de alguno no dejará de preguntarse cómo es posible que a través de una traducción se alcance la belleza del lenguaje freudiano.