Vuelta de hoja
Mañana comienza un nuevo ciclo en el calendario, aderezado con relevo político, predicciones de fin de mundo, crisis global y una nutrida agenda nacional de temas pendientes. Es importante recalcar que las oportunidades para quienes asumirán el poder el 14 a las 14 son tan numerosas como los escollos en su camino. Por ello se espera de ellos por lo menos un atisbo de visión de nación, ya que esa perspectiva tendería a marcar una enorme diferencia con la actitud de quienes les han antecedido en el despacho presidencial, más enfocados en el corto plazo que en la reconstrucción moral, social y económica del país.
Las reflexiones finales, estampadas en columnas de opinión y análisis, en la recopilación de lo avanzado y lo retrocedido en los últimos años, así como en libros y ensayos de largo aliento, coinciden en retratar la oscura época por la que atraviesa Guatemala en todos sus aspectos. Nunca como hasta ahora el sistema se había visto tan amenazado por las organizaciones criminales, capaces de infiltrarse hasta en el más recóndito de los despachos ministeriales, el mundo empresarial y las agrupaciones civiles. Este hecho ha impactado de manera rotunda y definitiva el quehacer económico y social de Guatemala, siendo su combate una de las metas fundamentales para los próximos años.
A la par de esta amenaza y en parte relacionada con ella, las sucesivas administraciones de la época democrática se han caracterizado por la pésima administración de los recursos del Estado y niveles de corrupción fuera de control. Esto no solo perjudica al futuro de la Nación en términos de desarrollo, sino además pone en riesgo la credibilidad del sistema democrático en sí mismo, cuyos valores son contaminados por quienes abusan de los privilegios que esta forma de gobierno les concede.
Aun cuando no existe una hoja en blanco sobre la cual iniciar un camino diferente —la cancha está marcada—, es perfectamente válido reorientar la gestión hacia una administración más disciplinada, efectiva, eficiente, transparente y abierta a la fiscalización de la ciudadanía. Un importante paso sería el reconocimiento de la subordinación de los poderes del Estado a la participación ciudadana, lo cual abriría las puertas a un mayor involucramiento de los auténticos financistas de los proyectos de inversión social y las iniciativas de desarrollo, que son quienes pagan puntualmente sus impuestos sin gozar de privilegios ni exención alguna.
Las cartas, supuestamente, están echadas. Sin embargo, el nuevo presidente tendrá la potestad de elegir si quiere gobernar con y para su grupo cercano o desea pasar a la historia como un líder auténtico, un líder con visión de nación bajo cuyo mandato se construya un nuevo concepto de relaciones políticas, económicas y sociales para el bien de las mayorías y no de los pequeños grupos que han gobernado por décadas.
Los primeros meses de gobierno marcarán esa pauta y la sociedad, como nunca antes, estará atenta a los primeros signos. Del acierto o desacierto en los movimientos iniciales dependerá en gran medida la respuesta del pueblo hacia los nuevos inquilinos del palacio.