VENTANA
Y las ceremonias sagradas siguen
Las abuelas y los abuelos mayas cuentan que las montañas y los volcanes tienen espíritu, “tienen nawal”, susurró el Clarinero. Son lugares poderosos que están vivos y que nos brindan su energía purificadora y renovadora. Los ajq’ijab, los guías espirituales que median entre el cosmos y la humanidad, suben a las montañas o viajan a lugares sagrados, como el Parque Arqueológico Nacional Tak’ alik Ab’aj (TA), para celebrar ceremonias de agradecimiento o para celebrar eventos celestes como lo hicieron desde hace milenios sus ancestros.
En TA todo se refiere a los cuatro puntos cardinales, a las cuatro esquinas sagradas del universo. Sus esculturas, sus altares, sus templos, están orientados para seguir el ciclo del sol y de las estrellas. Es como subirnos a una nave espacial que nos recuerda que viajamos en la Tierra, por el universo infinito, en el gran cocodrilo. Allí los ajq’uijab’ invocan las sagradas fuerzas de la vida. Hablan con los volcanes, los animales, el maíz, los vientos, los ríos, el sol. Reconstruyen el cosmos. Emplean candelas rojas para el este, negras para el oeste, blancas para el norte, amarillas para el sur y verdes, para el centro, el axis mundi. El humo del fuego y del copal, aromatizado por el romero y el jazmín, elevan las oraciones al Ajaw.
Tak’ alik Ab’aj (TA), desde el período Preclásico, fue un centro de poder político, económico y cultural. Formó parte de una compleja red de comercio que abarcó desde el Golfo de México hasta el Pacífico en Costa Rica. Por su ciudad transitaron mercaderes con valiosas cargas de sal, jade, resinas, miel, plantas aromáticas. “El mercado de la ritualidad potenció su economía”, expresan los arqueólogos Christa Schieber de Lavarreda y Miguel Orrego, quienes investigan con denuedo este sitio extraordinario, luego de que la familia Ralda donara el terreno generosamente para conservar los vestigios de esta milenaria ciudad desde hace 29 años. A lo largo de las excavaciones, Christa y Miguel han encontrado una inmensa cantidad de piezas de cerámica con residuos de alimentos, materiales para pintura corporal, incensarios para quemar copal, instrumentos musicales que revelan el espíritu sagrado que sus antiguos pobladores le confirieron a la vida y a su entorno natural. Lo más interesante es que esa visión del mundo, ajena al pensamiento occidental, sigue viva.
En abril del año 2015, con motivo de la 80 Reunión Anual de la Sociedad para la Arqueología Americana, Christa y Miguel organizaron el simposio “The Dimensions of Rituality 2000 years ago and today”, con colegas guatemaltecos y extranjeros, en San Francisco, California. Los estudiosos presentaron ponencias relacionadas con la tradición ritual prehispánica en Mesoamérica. Luego, para establecer la relación de las ceremonias ancestrales con las actuales, organizaron un Primer Encuentro de Guías Espirituales, en TA, cuando se celebró el solsticio de verano, el 21 de junio del 2015. Yo tuve el honor de asistir y de escuchar a 13 respetados ajk’ijab que revelaron que se mantiene el hilo mágico que conecta la ritualidad del maya antiguo con las ceremonias sagradas actuales. “La renovación es el secreto de la longeva cultura de TA”, me hizo ver Christa. Este secreto está develado poco a poco en el libro Las dimensiones de la ritualidad hace 2000 años y en la actualidad, que ella y Miguel compilaron y que les fuera entregado por el Ministerio de Cultura y Deportes, en el Palacio Nacional de la Cultura, el pasado 31 de marzo. Hay que leerlo. Es un encuentro con nuestra identidad. A quien le interese un ejemplar, escribir a takalikabajreu@gmail.com
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