Infancia
Estudió en el Colegio San José de los Infantes y luego, bajo la tutela de los Hermanos Maristas, en el Liceo Guatemala.
Su padre, católico, de raíces españolas, y su madre, luterana, de descendencia alemana —quien se convirtió al catolicismo—, le inculcaron los valores religiosos. De joven manifestó su intención vocacional. Con cierto escepticismo, su padre le dijo: “Si te vas a ir será para ser un buen sacerdote, no quiero que luego digás que no podés”, relata Óscar Estrada, su hermano. “Verlo partir fue triste, pero el pago que recibió por su devoción fue grandísimo”, añade.
En 1953 emprendió el viaje hacia España. Ingresó en la Orden de los Frailes Predicadores —Dominicos—, en el Convento de San Pablo, en Palencia. Estudió filosofía, letras, teología, y fue ordenado sacerdote en la Iglesia de San Esteban, Salamanca, en 1961.
Misión
Su etapa misionera comenzó en 1964 y coincidió con la cruenta era del conflicto armado. “Nunca fue intimidado por la situación”, refiere Óscar España, su familiar. Desarrolló trabajos en las Verapaces, Petén e Izabal. “Siempre inculcó la rectitud, honradez y humildad. Ayudó al prójimo, antes que a él mismo”, comenta su hermano. En sus 43 años de servicio efectuó más de 600 obras sociales, de evangelización, catequesis y servicio religioso.
“Era introvertido, pero nunca ajeno a los problemas de los demás”, asegura el obispo Álvaro Ramazzini. Esa sensibilidad lo llevó por recónditos parajes que alguna vez recorrió a pie o a caballo, por lagos y mares que debió atravesar en lanchas y cayucos. Durante su gestión en Izabal fue nombrado obispo, en 1977.
Segundo hogar
Santo Domingo fue un lugar significativo en su vida. Trabajó y luchó porque fuera declarada Basílica Pontificia de Nuestra Señora del Rosario. En 1970, el papa Pablo Sexto premió su esfuerzo. También declaró a la Virgen del Rosario como reina y patrona de Guatemala. Estrada Paetau también veló por la restauración del templo, luego del terremoto de 1976.
Su labor por el prójimo continuó. Tras sufrir un derrame cerebral —hace un año, aproximadamente—, parte de su cuerpo quedó inmóvil. Falleció el 25 de marzo recién pasado, debido a un paro cardiaco. Fue inhumado a los pies de la Virgen del Rosario, como él quería. Detrás del altar mayor de Santo Domingo descansa el legado de una vida espiritual, distinguida e imborrable.