Revista D

“A los payasos nos dicen 'Señor presidente'”

Dirige la Asociación de Payasos y Cómicos de Guatemala desde el 2007.

Jorge Hernández Gómez, Francesito, es payaso desde hace 27 años. Foto Prensa Libre: Álvaro Interiano.

Jorge Hernández Gómez, Francesito, es payaso desde hace 27 años. Foto Prensa Libre: Álvaro Interiano.

Hay personas que se maquillan el rostro para verse más bonitas y otras que lo hacen por necesidad. Eso lo dicen los payasos. En broma, también afirman que ellos lo hacen por dos motivos: porque son feos y porque tienen necesidad.
Estos personajes divierten a la gente con sus ocurrencias. Cantan, bailan, hacen magia, pintan las caras de los niños con temas alusivos a los superhéroes, hacen fantásticas figuritas con globos o papel. Son increíbles.
Uno de ellos es Jorge Hernández Gómez, el payaso Francesito, quien hoy preside la Asociación de Payasos y Cómicos de Guatemala, la cual agrupa a más de 135 personas que se dedican a este difícil arte de la comedia.
En esta entrevista se refiere a su trabajo y a sus anécdotas.

¿Desde hace cuánto se dedica al oficio?

Soy payaso o artista de la comicidad desde 1989. Más o menos por ese entonces, con algunos compañeros, empezamos la lucha para fundar la Asociación de Payasos y Cómicos de Guatemala, en la cual hay alrededor de 90 socios activos, aunque afiliados somos más de 135. Hoy, nuestra organización está adscrita al Instituto de Previsión Social del Artista Guatemalteco (Ipsa).

¿Cuál fue el origen de su personaje, Francesito?

Por aquellos años, con mi pareja de trabajo, buscábamos un nombre que nos identificara. Yo era un poco más rellenito que ahora (ríe) y un día me dijo: “Vos estás gordo; parecés pan francés”. Al mismo tiempo, le repliqué: “Vos sos rústico; parecés plátano”. Así surgieron nuestros nombres artísticos, solo agregándole el diminutivo: Francesito y Platanito, que en paz descanse.

¿Por qué se inclinó por este trabajo?

Porque siempre me ha gustado el teatro; de hecho, cuando tenía 14 años pertenecí al grupo Pequeña Familia.
Imagino que hay diferencias entre hacer reír a un niño y a un adulto.
Por supuesto. A los chiquillos hay que saberles llevar el juego; hay mucha psicología. Pero fíjese que si el niño está feliz, los adultos también.

¿Cuánto demora en transformarse en Francesito?

Entre 90 y 120 minutos. El proceso es largo, sobre todo por el maquillaje, que lleva base, delineadores, etcétera. Cada quien tiene uno especial, pues hay augustos, carablancas o trampas, por mencionar algunos estilos.

¿Cómo empieza la rutina con los niños?

—Se transforma en su personaje—. “¡Buenos días! ¿Cómo están? ¡Yo soy Francesito! El día de hoy vengo muy emocionado, pues les cuento que tenemos a un príncipe (o princesa) que está cumpliendo años…”. Luego de eso lo invito a pasar al frente y se le hace una porra. Es entonces que los presentes aplauden. Le doy un premio al niño y empieza el show. Puede ser magia o concursos; un poco de todo.

¿Usted qué habilidades tiene?

Actúo en un espectáculo acompañado con música, soy pintacaritas, sé globoflexia y papiroflexia e interpreto  un poco la trompeta.

Muy versátil.

Claro. Los payasos de hoy tienen que serlo. Fíjese que antes un payaso no era respetado; la gente lo tomaba como una burla. Para que eso sucediera tuvimos que elevar nuestro nivel, estudiar más artes, ser multifacético, que aparte de ser capaz de hacer figuras en globos, pintar caritas o hacer el tradicional show, tuviera una excelente voz y dicción, adecuado manejo escénico e, incluso, saber otros idiomas. Hoy, algunos de los compañeros han aprendido inglés, quizás básico, pero es algo que sirve de mucho.

¿Qué piensa la gente cuando ve a un payaso por la calle?

Ahora, a muchos nos dicen ¡señor presidente! (ríe).

¿Qué opinión tiene de que un excómico sea el mandatario del país?

—Responde con pena—. Qué bueno que está ahí (ríe). Ojalá que nos apoye a todos los que estamos en la rama de la comicidad. Que nos eche la manita, porque de todo hace falta en la vida.

También dicen que hay un circo ahí por la 9 avenida, cerca del Mercado Central.

Sí… pero ahí sí que… sin palabras (ríe).

¿Qué opinión tiene de los circos que sí los son?

Siguen siendo la mejor escuela para los payasos, pues se interactúa con niños y adultos. Creo que en esos lugares el público es, incluso, más exigente que en las piñatas.

Siguiendo con su trabajo… ¿Qué hace cuando un niño le teme a los payasos?

En primer lugar, no hay que entrar gritando, porque los chicos se pueden asustar. En cambio, lo que se debe hacer es llegar tranquilo, pero alegre, y luego hacer amistad con ellos.

¿Cómo maneja la competencia con los superhéroes?

Nos adaptamos a lo que esté de moda. Si está el Hombre Araña, ofrecemos pintar a los niños como ese personaje o hacemos globoflexia alusiva. Si el payaso puede hacer eso, es el hit.

¿Alguna vez ha llegado con desidia a un show, quizás por la rutina?

Al contrario. Uno debe convertirse en el personaje totalmente; hay que estar de fiesta.

¿Qué siente al ver que la gente ríe con usted?

Es bonito porque ese es el objetivo, que los niños se la pasen bien.

¿En qué se parecen Jorge y Francesito?

En nada (ríe). Mi personaje es extrovertido, juguetón, bromista y molestón. Yo soy serio.

El payaso divierte a los demás, pero, ¿quién le da felicidad al payaso?

¡Ayuyuy! Entre nosotros mismos. Cuando uno ve actuar a un compañero, es un mate de risa.

Y si usted está triste por algún problema, ¿cómo hace para divertir a los demás?

Cuando nos convertimos en nuestro personaje dejamos los problemas a un lado. Incluso, hay veces en que nos ha tocado trabajar cuando ha fallecido algún familiar cercano, como nuestra mamá, papá, hermano o abuela, pues los compromisos no se pueden romper. El show debe continuar, pese a la adversidad.

¿Le ha tocado presentarse en un show en una ocasión similar?

Sí, cuando falleció mi abuelita, con quien era muy cercano. La enterraron al mediodía en Barberena, Santa Rosa, y por la tarde tuve que trabajar en la zona 13. Salí del entierro y me fui maquillando en la camioneta. Saqué el show, pero la verdad es que no sé cómo, porque yo, Jorge, estaba en otro lado; Francesito, sin embargo, debió salir adelante.

¿No lo podía cubrir algún compañero?

A veces se puede, pero cuando no, hay que estar ahí, sobre todo cuando se tiene un contrato con un restaurante. Uno no puede decir “ahí le mando a fulano”, porque hasta se puede perder el trabajo.

¿Se puede vivir de payaso?

Sí, siempre y cuando se prepare bien.

Para finalizar, ¿podría contarme un chiste?

Un loco de remate, ¡pum! y gol (ríe).

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: