Revista D

Armando de la Torre: “El sector público es corrupto e inepto”

El filósofo asegura que en el país hay mucho talento, el cual se debe descubrir.

Contundente, claro, categórico y liberal clásico. Así es el teólogo, filósofo, economista y periodista Armando de la Torre para expresar sus puntos de vista acerca de la situación del país. Está tan seguro de sus convicciones que los movimientos de sus brazos refuerzan cada una de sus palabras, al punto de que algunas veces golpea la mesa.
Su ansia por el conocimiento lo llevó a vivir en varios países, como Alemania, España, Italia, Francia y Estados Unidos. Y aunque nació en Nueva York (1926), su niñez y juventud la vivió en La Habana,de donde eran originarios sus padres.
Desde hace 40 años reside en el país, donde ha destacado dentro de la academia, especialmente en las Ciencias Sociales.
En sus años de estudiante en la Universidad de La Habana estuvo muy cerca, en 1945, de Fidel Castro, quien se convirtió en el  dictador de Cuba. Aclara que mantuvo poca comunicación con él, debido a que en esa época formaba parte de una  agrupación católica universitaria, mientras que Castro en una política.
De la Torre nació el 9 de julio, y con cierto sarcasmo, cuenta que casi al mes, el 13 de agosto, Castro, a quien dice detestar “cordialmente”. En aquellos años era un hombre  “simpatiquísimo, muy inteligente, pero haragán; no le gustaba estudiar, porque su padre era millonario. No era mala persona, se volvió malo con el poder absoluto”, afirma.
Hoy a sus 90 años —los cumplió hace un mes— continúa siendo el director de la Escuela Superior de Ciencias Sociales de la Universidad Francisco Marroquín, la cual fundó en 1977. “Oficialmente sigo siendo el director de la Escuela, pero ya no doy tantas clases, solo una vez a la semana”, cuenta.
Pero no solo a eso se dedica, en la actualidad también  participa en varios proyectos ciudadanos —desmonopolización del Instituto Guatemalteco de Seguridad Social, por ejemplo—,  proporciona consejos a los políticos y empresarios que se lo solicitan. “No paro nunca, jamás en mi vida me he sentido aburrido, porque no tengo tiempo, siempre debo hacer muchas cosas”, explica.
Cuando se le pregunta ¿cómo se siente a sus 90 años?, es enfático: “Ahora me cansó más, pero tengo una gran ventaja sobre todos los jóvenes, porque puedo comparar lo de ayer con lo de hoy, porque he tenido suficiente tiempo para conocer el mundo y analizar”.
En materia económica comparte el pensamiento del clásico francés del siglo  XIX, Jean-Baptiste Say (1767-1832), cuando afirma que la oferta crea su propia demanda, “tú ofreces, tú das y entonces recibes, no al revés, tú recibes y después das”.
A continuación, el resumen de una conversación sostenida con el académico, en su residencia en la Ciudad de Guatemala

¿Cuándo salió de Cuba?

Dos años antes de que llegara Fidel al poder me fui a estudiar Teología a Alemania, aunque ya había estado en Europa;  siempre regresé a Cuba. Pero cuando ya estaba instaurada la dictadura no quise volver, porque no tenía ganas de morir fusilado.

¿En qué momento vino a  Guatemala?

La primera vez que visité  este país fue en 1966, junto con mi esposa (Marta Buonafina), que es chapina, y le dije: ‘A  este pueblón nunca más volveré’. Veníamos de Estados Unidos, donde residíamos. Regresé cuando el país lo gobernaba Carlos  Arana (1970-1974) y me di cuenta de que estaba haciendo obra y pensé: ¡Caramba esto promete!, pero seguí en EE.UU. Cuando sucedió el terremoto del 4 de febrero de 1976 y Guatemala estaba en el suelo le dije a mi esposa: ‘Voy a pedir permiso a la Universidad (Princenton, New Jersey y Hampton, Virginia) dos años y vamos a ayudar a Guatemala.
Me vine  y empecé siendo director de Investigación Científica de la Universidad Rafael Landívar, pero a los cinco  meses (1977) el  Muso (Rafael) Ayau me llamó para fundar el Posgrado en Ciencias Sociales en la Universidad Francisco Marroquín. Cuando se me venció el permiso vi que había mucho empuje aquí y le propuse a mi esposa prolongar el permiso otros dos años… y ya tengo 40 de vivir aquí; ya no regreso a los EE.UU. estoy muy bien aquí, no hay clima más sano como el de Guatemala. He presentado media docena de veces mi renuncia, pero nunca me la han aceptado.

¿Cómo se siente a los  90 años?

Muy bien, no padezco ninguna enfermedad mortal, que yo sepa, me he caído varias veces y roto  huesos, pero eso es parte de la vida. No trabajo tanto como antes, me canso más, pero tengo una gran ventaja sobre los jóvenes: puedo comparar lo de ayer con lo de hoy, porque he tenido suficiente tiempo para conocer el mundo y cotejar. A eso se reduce, a mi juicio, la famosa sabiduría de los viejos: los viejos no se vuelven más inteligentes por los años, porque hasta perdemos facultades y  memoria, por ejemplo, pero podemos comparar más.
No tengo que leer un libro para saber cómo era el mundo durante la Segunda Guerra Mundial, o los EE.UU. antes de ese evento, o cómo era Europa después de esa guerra. Yo estudié en Alemania después de la Guerra.

¿Puede comparar la Guatemala del siglo XX y la de ahora?

La Revolución Liberal (1871) contribuyó mucho al progreso del país, el café y el azúcar, y el algodón por un tiempo, son sus efectos. El pensamiento de libertad, entre más libre es un pueblo, más progresa, mientras que más sometido a leyes y regulaciones más pobreza; esos son ejemplos que suceden en todos los siglos y en todas  partes, la gente debió haberlo aprendido.  La Revolución Liberal como todo, tuvo sus luces y sus sombras, también hubo muchos abusos políticos.
Poco se ha estudiado el gobierno de José María Reina Barrios (1892-1898), pero fue bueno económicamente hablando. El peor fue el del dictador corrupto Manuel Estrada Cabrera (1898-1920).
Después de esa  pausa de 22 años, continuó el de   Jorge Ubico (1931-1944) quien pagó la deuda inglesa, trajo el agua del Teocinte a la capital, estableció la honradez; nadie robaba y mucho menos en las Aduanas. Lo positivo siguió con Juan José Arévalo (1945-1951). Con Jacobo Árbenz (1951-1954) no hubo corrupción, pero sí arbitrariedades e injusticias, el Decreto 900 fue una estupidez, en la forma en que lo implementó, lo cual se vio después. Árbenz era un hombre bien intencionado, pero muy ignorante y se dejó embaucar por (José Manuel) Fortuny, entonces lo que pudo ser un buen gobierno se estropeó. El de Carlos Castillo Armas (1954-1957)  fue muy breve.
La corrupción moderna de las Aduanas empezó con Miguel Ydígoras Fuentes (1958-1962), quien fue el primer corrupto corruptor.

Y de los gobiernos militares.

Uno positivo fue el de Carlos Arana (1970-1974), quien tuvo un buen ministro de Economía. Kjell Laugerud y Romeo Lucas siguieron con cierto impulso, pero se detuvo en 1980, porque la guerrilla le dio un parón enorme con la destrucción y los asesinatos de empresarios y gente creadora de empleo. Esta década se perdió.
El gobierno de Vinicio Cerezo  terminó en 1990 con una enorme inflación. El de Jorge Serrano fue malo, fue un traidor que por poco destruye la democracia guatemalteca que se había establecido con tanto esfuerzo. Álvaro Arzú, no es muy inteligente, pero sí muy trabajador. El impulso disminuyó con Óscar Berger.  El gobierno de Alfonso Portillo fue malo, mientras que los    de Álvaro Colom y Otto Pérez fueron una corrupción total; estos dos últimos, después del de Estrada Cabrera han sido los peores gobiernos.

¿Cuál es su análisis de la economía nacional?

El año pasado Guatemala tuvo un crecimiento de 4.1 por ciento, que es algo extraordinario. La clase media ha aumentado  enormemente durante el último medio siglo, es pujante, a pesar de los malos gobiernos, el país ha seguido avanzando, fuera de la década de 1980 cuando nos estancamos.
El sector público es corrupto e inepto, relativamente es pequeño, un 11 por ciento del Producto Interno Bruto, en otros países es 30 y 40 por ciento, entonces porque el sector público es pequeño el sector privado mantiene este país adelante invirtiendo, creando empleo diversificando la producción.
Solo para  formarnos una idea: la educación pública es un desastre, era mejor antes, ahora no sirve, gracias, entre otros, a Joviel Acevedo, quien es un bandido, un ladrón; vive de impedir que los demás trabajen. 
El 90 por ciento de los niños que asiste a la educación parvularia, que es cuando necesitan mejor alimentación para desarrollar el cerebro, está en manos privadas, el 24 por ciento de la primaria la presta el sector privado; el 90 por ciento de la secundaria está en manos privadas, y el 38 por ciento de la universitaria es privada. Es el sector privado el que mantiene un nivel de educación suficiente para que el país siga avanzando. No quiero decir que todos son malos, sino que las reglas con el sector público son malas.

¿Y el papel de los sindicatos?

El de  maestros es un desastre. No quieren que los padres de familia tengan que ver con la educación, por eso forzaron la supresión del Pronade, que era magnífico, porque los papás tenían control de ciertas cosas, ahora Acevedo está decidiendo sobre el futuro de nuestros hijos, a los padres de familia hay que darles más poder a nivel municipal. En el país hay mucho analfabeta por el fracaso del sistema educativo.
Lo anterior da una idea de cómo están las cosas en el sector público. Muchas personas quieren ser empleadas del Gobierno porque no hay que trabajar y pueden ingresar a la tía, al sobrino, a la  prima, al  amigo. No quieren laborar en el sector privado porque ahí tienen que trabajar y competir. Un sector público inmenso representa una carga demasiado grande para el privado, y entonces el país retrocede, como ha sido el caso de Cuba y Venezuela.
Ellos reciben el dinero (sueldo) de los contribuyentes, rindan o no rindan, eduquen o no eduquen, ahí está el dinero seguro, entonces no rinden, para qué esforzarse si no tienen que competir.

¿Cómo visualiza el país?

Guatemala está llena de talentos, muchas veces analfabetas. La mejor prueba de la calidad del trabajador guatemalteco está en los dos millones que trabajan en el extranjero y que comiendo mal, pasando frío, y sin entender el idioma, mandan de US$7 a US$8  mil millones en remesas para beneficiar a sus familias, esos son los héroes de Guatemala, y el Estado a cambio no les da nada.
Si uno viaja  por la ruta Interamericana casi no ve casas de adobe, solo de block o ladrillo.
Algo que no entiende la gente es que la competencia bajo reglas iguales para todos lleva a  bajar los precios y a mejorar la calidad de los servicios, aquí y en Singapur y hasta Brasil, en cualquier lado.

Siempre se habla del círculo de la pobreza ¿dónde se debe romper?

¡Con  inversión!  Eso que hace el Cuc de atacar hidroeléctricas y mineras es el mayor creador de pobreza, porque el país necesita que se inviertan capitales en todo lo que no se produce ahora, porque si hay inversión habrá recursos para hospitales, escuelas, justicia y policías. Si no hay inversión privada no hay nada, que es lo que está pasando ahora. Entonces hay que empezar por abrir la inversión y en cinco años somos prósperos. Yo suprimiría las Aduanas, comercio libre, así se evitaría mucha corrupción y los productos que consumimos serían más baratos, el poder adquisitivo del quetzal sería más grande. Haría lo mismo con el  Impuesto Sobre la Renta, para atraer capitales.

¿Cuál es su filosofía de vida?

La clave de la felicidad es estar siempre ocupado, el haragán sufre de depresiones y de problemas psíquicos, el hombre que no tiene tiempo para esas cosas, porque tiene mucho trabajo, camina muy bien por la vida. Para disponer de  mucho trabajo hay que tener visión a  largo plazo, pero si se tiene visión de corto plazo, hoy se tiene trabajo y mañana se pierde; con visión de largo plazo aunque se tenga 90 años se sigue trabajando.

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