“Dios me ha premiado con esta longevidad, pero me la ha dado por prórrogas”, comenta entre sonrisas.
Escobar Armas, nacido en la Ciudad de Guatemala en 1929, es un destacado abogado y notario. Es uno de los fundadores del Instituto de Derecho Notarial y de la Asociación de Investigación y Estudios Sociales (Asíes).
También ha ejercido cargos de incidencia política nacional —fue electo diputado para el período 1958-1962 y fue parte del cuerpo diplomático de Guatemala ante la Santa Sede, la Orden Soberana de Malta y la extinta República Federativa Socialista de Yugoslavia (1986-1991)—.
“En la década de 1940, con otros ciudadanos, formamos el movimiento Concordia Social Guatemalteca, que en 1955 se convirtió en la Democracia Cristiana Guatemalteca (DCG)”, recuerda. “Llegó a tener una tradición política fuerte”, agrega.
A los 85 años, García Escobar se mantiene activo en la sede de Asíes, siempre sonriente y conversador.
¿Qué logros alcanzó de 1958 a 1962, cuando fue diputado?
Se redactaron leyes que aún siguen vigentes, como la de Propiedad Horizontal. También se creó el FHA —Instituto de Fomento de Hipotecas Aseguradas— y se sustituyó el Instituto de la Vivienda por el hoy extinto Banco Nacional para la Vivienda (Banvi).
¿Cómo era hacer política en ese tiempo?
Se hacía política seria, porque había discusión ideológica. Había congresistas como Ernesto Viteri, Eduardo Cáceres Lenhoff, José Falla o G. Biguria, con mucho peso y estudio.
Y ahora, ¿cómo ve lo que se hace en el Congreso?
Ese lugar ahora es una bolsa de valores. A ver quién paga más.
Cuando Vinicio Cerezo Arévalo llegó a la Presidencia, ¿usted seguía ligado a la DCG?
Sí, pero en el aspecto formativo, no en el activismo político. En esa época trabajaba en la Asíes, de la cual soy uno de sus fundadores.
¿Cómo evalúa ese gobierno?
Mi análisis no es optimista. El partido tenía una línea orientada a la oposición y nunca imaginamos que alguna vez ganara unas elecciones presidenciales. De hecho, en mi tiempo, postulamos a ese cargo a Miguel Asturias Quiñónez, quien también fue rector de la Universidad de San Carlos, y a Clemente Marroquín, pero perdimos. Regresando a su pregunta, creo que la DC necesitó experiencia en el área de la administración pública. Al principio marcó diferencia, pero luego se le vinieron los problemas y no tuvo capacidad de respuesta.
Usted también integró la Comisión Nacional de Belice, del Ministerio de Relaciones Exteriores (1962-1980). ¿Hubo algún plan para recuperar ese territorio?
Sí, pues lo considerábamos el departamento número 23. En cierta ocasión, el Estado Mayor nos llamó para presentar el plan que tenían. Dijeron: “Mañana invadimos Belice”. Pero un diputado sagaz le preguntó al presidente Kjell Eugenio Laugerud: “Usted dice que está preparado para invadir, pero, ¿está preparado el Ejército para permanecer allí?”
Le pidieron responder a Romeo Lucas García, entonces ministro de la Defensa, pero brindó explicaciones tan vagas que el plan se suspendió. Así que Guatemala estuvo a punto de cometer la imprudencia de invadir Belice. ¡Ir en contra de la Gran Bretaña! ¡Imagínese!
¿Qué cree que sucederá con ese tema?
Sonará antipatriótico, pero es que si no podemos satisfacer las necesidades de Guatemala, ¿qué vamos a hacer con Belice? Ellos están más adelantados en tópicos como Derechos Humanos y tienen un sistema consuetudinario de derecho; nos aventaja mucho en políticas de Estado.
Hábleme de Asíes.
Nos hemos empeñado en fortalecer el estado de Derecho y en impulsar programas de educación y fomento de la participación política.
De hecho, se han involucrado bastante en temas de justicia.
Sí, porque si no hay justicia, no hay seguridad, ni confianza, ni inversión. Se necesita tener justicia pronta y cumplida.
Pero en Guatemala los procesos se entrampan, debido a los amparos.
En efecto, aquí cualquiera los puede solicitar porque la ley así lo dicta. Pero en Asíes hemos logrado que la Corte de Constitucionalidad apoye a los Jueces Especializados de Amparo. De momento, nuestras propuestas van tomando cuerpo.
A ustedes, como Asíes, ¿les causa frustración que en el país no se haga política seria?
Hay cierto desaliento, pues hay una gran descomposición política. Por eso, exhorto a los jóvenes a participar en movimientos sociales, porque, agrupados o no, también es posible hacer política honesta y responsable; ese es uno de los grandes intereses de Asíes.
¿Es posible dejar fuera a ciertos políticos que están para satisfacer sus propios intereses y no para servir a los guatemaltecos?
Tengo la convicción de que se puede lograr, pero hay un gran obstáculo, que es la fractura social existente. Eso lo aprovechan los políticos y les conviene tener a un país dividido. Saben que si nos unimos, pierden. Por eso se debe trabajar mucho en construir ciudadanía.
A todo esto, ¿por qué se interesó por la abogacía?
Porque me gusta servir a la sociedad. El problema de la juventud es que busca ventajas y no servir. Ese pensamiento también está incrustado en el sistema de justicia. Ahí está el caso del magistrado que pide dinero para rebajar una multa. Ese es un daño grande que le hace al país, pues demuestra falta de conciencia.
Creo que hay que mejorar el sistema educativo universitario, para que en todas las carreras formen buenos abogados, médicos o lo que sea. ¿Por qué se cae una casa? Porque un ingeniero, en vez de poner varillas de hierro, pone alambritos. Así que los problemas de hoy, básicamente, son por las deficiencias educativas.
La abogacía es una de las profesiones que ha adquirido mala fama en la sociedad. Algunos, incluso, los llaman abogángsters.
Muy cierto. A los que somos respetuosos del Derecho nos causa una desilusión tremenda saber de un abogado que falsifica firmas, documentos o que se presta a defender lo indefendible. Hay que lograr que las facultades respectivas establezcan mayor rigidez en sus sistemas de estudio.