Algo parecido le ocurrió a Percy, quien cuando cumplió 20 años decidió mostrarle a otros jóvenes de su aldea que él ya era un hombre de verdad. “Decían que yo parecía una niña y que era demasiado débil para ir al bosque”, relata el joven originario de la aldea Flagstaff, al sureste del país, y quien no quiso dar su apellido. “Quise demostrarles que se equivocaban”, cuenta.
Percy se marchó al bosque, donde tradicionalmente se efectúa este rito. Estaba “muy feliz y emocionado”, acompañado de otros 23 que se iban también a iniciar; el ejecutor de la circuncisión, 28, y sus ayudantes.
Sin embargo, el grupo étnico al que Percy pertenece, Mpondo —un subgrupo de los Xhosa, que aglutina a más de siete millones de personas—, prohibió practicar la circuncisión a mediados del siglo XIX, porque el jefe Faku decidió que los hombres que se estaban recuperando de este proceso estaban demasiado débiles para ir a combatir en la guerra.
Cuando se reintrodujo la práctica con el resurgir del movimiento nacionalista Xhosa, a principios del siglo XX, los ancianos que tradicionalmente supervisaban el proceso hacía tiempo que no lo practicaban y gran parte del conocimiento médico ancestral se había perdido.
Estas ceremonias recayeron entonces en manos de hombres jóvenes e inexpertos. Ahora, el debate es si permitirles seguir practicando la circuncisión o cambiar a métodos modernos que proporciona la medicina.
En el caso de Percy, el ritual fue realmente malo. El hecho sucedió en junio del 2013. “Todos fuimos circuncidados en la misma cabaña. Yo no lloré, pues todo aquel que lo hiciera era llamado debilucho y golpeado”, relata.
Tras el procedimiento le colocaron una hoja sobre el pene y se la ataron con una cuerda, cuenta. “Si me quejaba por el dolor, apretaban más la cuerda”, indica.
Los pintaron de blanco, un color que se cree repele al diablo, y los dejaron en la choza durante una semana. No se les permitió beber para impedir que orinasen, lo que podría afectar a la herida. Recibieron apenas mijo para comer.
Durante el quinto día, Percy sintió un dolor insufrible y demasiado débil para caminar. Fue trasladado a un hospital donde fue intervenido quirúrgicamente y ahora tendrá una cicatriz de por vida.
Cuando regresó a casa, no contó a los aldeanos lo que le había sucedido. “Supuestamente no tienes que revelar los detalles de tu circuncisión”, asegura. “Me podrían haber pegado”, agrega. Se sacrificó una cabra por los antepasados, para celebrar su madurez.
Este año el primo de Percy, 16, decidió que había llegado su momento de ser considerado adulto. Mientras su primo planeaba la circuncisión, Percy no se atrevía a hablarle de su experiencia. El primo, cuyo nombre no quiso revelar, murió este mes por complicaciones tras el ritual.
Percy y su primo no están solos. Desde 1995, unos 900 jóvenes han muerto de complicaciones similares en la provincia Oriental del Cabo, en el sureste del país, la región donde más se practica este ceremonial en Sudáfrica, según señala el médico Dingeman Rijken, quien trabaja en el área y ha emprendido una campaña de alerta e información.
Cuchillas sin esterilizar, hemorragias, heridas irregulares y la retirada excesiva o insuficiente de piel figuran entre las principales causas de las complicaciones.
Esta costumbre con la que los hombres entran en la edad adulta en el África Subsahariana, independientemente de ser judíos o musulmanes, tiene como objetivo transmitir a los jóvenes el autocontrol, la integridad y el sentido de la responsabilidad.
Decenas de miles de sudafricanos, de entre 16 y 30 años, son circuncidados anualmente en ceremonias que pueden llegar a durar meses. La cifra de varones circuncidados se desconoce.
“Si se hace correctamente con el método tradicional, se convierte en una señal externa de gran transformación interna”, afirma Catherine Burns, una historiadora que ha investigado este ritual en la universidad Witwatersrand de Johannesburgo.
Existen escasos estudios académicos sobre la circuncisión común y los problemas médicos relacionadas con ella en otros países africanos, comenta Burns. Pero sin duda alguna hay un elevado nivel de complicaciones en Sudáfrica, donde el régimen Apartheid (1948-94) minó la autoridad de los jefes de clanes tradicionales supervisando las ceremonias.
El prepucio es un área propicia para infecciones y el Gobierno de Sudáfrica, un país con una de las mayores tasas de infección de VIH, aboga por la circuncisión, aun cuando las autoridades quieren que el procedimiento se haga con métodos modernos y en centros hospitalarios.
Es por ello que ha liberado una partida de 20 millones de rand (US$1.9 millones) para que los jefes tradicionales de los clanes decidan qué médicos pueden llevar a cabo el ritual, explica Joe Maila, un portavoz del Departamento de Salud.
Pero muchos tradicionalistas rechazan una circuncisión indolora y la presencia de enfermeras.
Más de 70 mil varones zulúes han sido circuncidados desde el 2010, en un proceso que combina la medicina moderna con oraciones a los antepasados y apenas se han registrado contraindicaciones para la salud.