¿Cómo fue su niñez?
Mis padres empezaron desde abajo, pero la unión familiar y el trabajo duro hicieron que todo prosperara. Somos cinco hermanos y soy el menor. Recuerdo haber compartido mucho tiempo con mi papá; incluso, lo acompañaba a sus citas de negocios. Esa fue una gran lección a nivel consciente y subconsciente.
¿Así surgió su vocación empresarial?
Bueno, creo que cuando era adolescente dejé pasar muchas oportunidades, porque no tenía claro quién era ni para qué había venido a este mundo. Esa etapa de mi vida fue bastante pasiva, neutra. Las cosas cambiaron cuando salí del país y me fui a vivir solo a Londres —dejó sus estudios de Administración de Empresas en la Universidad Francisco Marroquín, para cursar Sastrería y Diseño en el London College of Fashion—. En esa gran ciudad fue donde me conocí.
¿Qué descubrió allá?
Me percaté de los temas que verdaderamente me interesaban. Entre ellos, mi pasión por la arquitectura, la fotografía, el cine, la música; el arte en general. Tuve la fortuna de estar en esa urbe, la cual tiene una oferta cultural enorme y diversa. Eso me ayudó a entender aspectos míos que no conocía. Me abrió los ojos, me sensibilicé y me di cuenta de que había capacidades que, hasta ese momento, tenía dormidas. Así, considero, empecé a surgir como ser humano.
¿Qué tanto afectó esa transformación en su regreso a Guatemala?
En nuestro país, a veces, es difícil ser uno mismo. Pero aquella experiencia hizo que a mi regreso estuviera en otro estado, más prendido y a gusto con mi persona. Creo que cada uno tiene que hacer ese viaje interior, pues, de lo contrario, uno se pasa la vida caminando en círculos, tal como el perro que se quiere morder la cola.
Usted es reconocido en Guatemala por su espíritu empresarial. ¿Qué consejo le da a los jóvenes que desean lanzarse a esa aventura?
Lo más importante es perder el miedo, porque esa es la gran limitante en la mayoría de casos. El ser humano suele dejar que ese miedo sea más grande que su capacidad de soñar, y ese es un error.
¿A qué se debe ese miedo? ¿A equivocarse? ¿A perder?
Exacto. Eso es justo lo que se debe superar: el miedo a equivocarse. En la experimentación hay una gran capacidad de aprendizaje. Siempre hay que estar en movimiento. No hay que estancarse. Eso es fundamental.
¿Se debe tener mucho dinero para emprender un proyecto?
Más que eso: se debe tener un sueño, una visión y poner el alma en lo que se quiere emprender. El dinero, de una u otra forma, viene.
¿A qué se debe que la marca Saúl E. Méndez sea tan conocida?
Gran parte del éxito es que la marca ha sido trabajada por la familia, ciñéndose a valores bien cimentados. Tiene, además, una identidad muy guatemalteca.
¿Qué pretende proyectar?
Una forma de vida de acuerdo a nuestra forma de pensar. La marca Saúl proyecta también a nuestra familia, ya que comunicamos lo que nos inquieta, preocupa y motiva; por ello, la empresa se ha convertido en un vehículo de expresión. Deseamos, asimismo, despertar una participación ciudadana mucho más activa.
¿Qué significa la familia para usted?
Es la base, la fuerza y la plataforma para todo. Si no fuera por la familia, el éxito material sería más limitado. Cuando todos colaboran, hay cosas más grandes. Esto nos ha permitido tener solidez, no solo económica, sino espiritual.
Uno de los grandes proyectos que puso en marcha fue Cuatro Grados Norte, el cual tuvo éxito por varios años. ¿A qué se debió el fracaso?
No diría que fracasó. Cuatro Grados Norte tuvo éxito en una etapa, cuando en Guatemala no había antecedentes de calles peatonales. Luego surgió una gran cantidad de lugares alrededor que no iban con la visión original. Eso causó que el área entrara en un invierno, pero esa temporada ya pasó, y se está entrando a una primavera. Hoy, lo que sucede en Cuatro Grados Norte y Cantón Exposición es impresionante, ya que hay una comunidad de emprendedores y creativos como no la hay en ninguna otra parte del país. Todo ha evolucionado, así que, lejos de verlo como fracaso, lo veo como un proceso, con algunas etapas altas y otras bajas.
¿Qué es lo más atrevido que ha hecho en su vida empresarial?
Ser yo mismo. Eso puede que parezca una cosa muy normal, pero lo cierto es que la mayor parte de veces hacemos lo que la gente espera de nosotros, de esa forma perdemos nuestra esencia.
Así que, insisto, me siento muy satisfecho de poder ser quien en realidad soy.
¿Cómo se autodefine?
Soy una persona en constante cambio, que se mueve, que procura aprender de toda situación o de cualquier tipo de personas.
¿Qué es el éxito?
Más allá de lo material que se puede llegar a tener, el éxito es descubrir para qué se vino a este mundo.
¿Cree que en Guatemala el éxito empresarial está al alcance de todos?
Es posible en cualquier lugar. Recalco que el éxito no está afuera, en la calle, sino que está en el interior de la persona. No hay que medir lo bien que nos va solo en términos económicos. Al contrario, hay que evaluar cuán felices somos.
¿Qué es lo que más le gusta de Guatemala?
Me fascina el hecho de que este sea un país pequeño pero con mucha diversidad, con tantas culturas, lenguajes y formas de ver la vida. Por eso me encanta el parque central de Antigua Guatemala, pues ahí se puede palpar esa mezcla, donde todos, con gran armonía, son como son. Cada quien se siente libre con su ropa, con su forma de entender lo que le rodea.
Nuestro país tiene en su diversidad una gran riqueza que tiene que explotar, que tiene que redescubrir.
¿Qué le disgusta?
Que al guatemalteco se le haya hecho una especie de cayo de indiferencia hacia la violencia diaria.
¿Qué proyectos tiene en mente?
Ahora me enfoco en el corazón de la empresa, que es su gente. Mi deseo es que quienes trabajan en Saúl puedan desarrollarse y ser felices. Eso es algo importantísimo en cualquier otra firma, sea grande o pequeña.
¿Qué quiere lograr en su vida?
Simplemente quiero vivir cada momento como si fuera el último, sea bueno o malo, ya que de todo se aprende. Eso es evolucionar.