Pertenecer a ellos
El ingreso a uno de estos grupos hay que ganárselo. Los requisitos varían, pero básicamente es asistir a las reuniones y a las rodadas. “Cuando es así, le damos un parche al nuevo integrante”, explica Álvarez.
Este distintivo lo colocan en alguna prenda, la cual suele ser una chumpa o un chaleco de cuero. “No es fácil, porque pueden pasar entre seis meses hasta un año antes de que aceptemos a un integrante”, afirma Álvarez. Ese tiempo garantiza conocer mejor a la persona para que pueda llegar a ser un verdadero “hermano biker”.
¿Qué tipo de moto son las necesarias? Para ciertos grupos, las marcas importan; para otros, eso es lo de menos, aunque por lo regular, las más pequeñas son las de 250 cc.
Asimismo, hay algunos donde solo hay motos deportivas y otros solo choppers. Unos cobran membresía y otros no.
En cuanto a los destinos, estos son variados. “He ido a muchos lugares, entre ellos el Puerto San José, Iztapa, Monterrico, Sanarate, Antigua Guatemala, Palencia o Esquipulas”, cuenta Pedro Mansilla, motociclista independiente. “También he pertenecido a varios clubes; por motivos de tiempo ahora estoy desligado, pero siguen invitándome a sus rodadas”, refiere. “Lo bueno es que, al ingresar a esas hermandades, uno está seguro de tener amigos por mucho tiempo”, explica.
Pacay, además del asfaltado nacional, ha ido a México, El Salvador, Honduras, Costa Rica y Panamá. “El sueño de muchos motociclistas es recorrer el continente americano”, expresa.
Sentido social
En este punto hay que hacer una aclaración: no todos los clubes de bikers efectúan labor social, pero es de destacar a los que sí.
The Brotherhood MC es uno de estos. “Hemos apoyado a los cuerpos de bomberos de Canalitos y de Antigua Guatemala. También conseguimos ayuda al socorrista Henry Hernández, quien, mientras atendía una emergencia perdió una pierna debido a la imprudencia de un conductor ebrio”, explica Pacay.
Asimismo, los Venados MC, de Suchitepéquez, han colaborado en eventos como la Teletón.
Los bikers difunden tales actividades en sus redes sociales y también acuden a ellas para recolectar ya sea víveres o dinero. “Por ejemplo, damos ‘colazos’ a los asistentes por dos o tres cuadras; esto, a veces, por un costo simbólico de Q5”, dice Pacay.
“Hay una gran satisfacción porque, haciendo lo que a uno le gusta se puede ayudar”, expone Mansilla.