“Las crónicas utilizaban las palabras pingue —gordo— y prépingue —muy gordo—. En el segundo caso designaba a una especie de inválido, pero no se consideraba un término peyorativo debido a la pobreza”, afirma Vigarello, autor de La historia de la obesidad.
Durante este período, la Iglesia puso especial relevancia al pecado de la gula, por lo que el exceso de peso podría reflejar una vida pecaminosa.
Fue en 1532 cuando François Rabelais (1494-1553) publicó un primer libro en el que relata las aventuras de Gargantúa y Pantagruel, dos gigantes que gustan de los excesos. El texto es una mordaz crítica social que utiliza las teorías filosóficas como sátiras. El autor francés describe festines grotescos con los que se burla de los ricos y poderosos.
En el período del Renacimiento —siglos XV y XVI—, cuando la religión perdió una gran cuota de influencia social, el canon de belleza era más bien estar pasado de peso, lo que iba acompañado de cierto prestigio.
En el siglo XVII, el pintor flamenco Peter Paul Rubens (1577-1640) reafirmó esos estándares de belleza en sus pinturas, las cuales se conservan en el museo de El Prado, en Madrid. En los cuadros puede observarse que las modelos lucen rollitos.
Al establecerse la filosofía de la Ilustración, época de grandes avances científicos y desarrollo de las máquinas y herramientas de trabajo, el cuerpo se comparaba con una máquina, por lo que se pensó que el hombre debería ser capaz de responder con eficacia y rapidez ante cualquier estímulo físico. Así que los obesos fueron considerados lentos y tontos.
A pesar de ello, la “barriga burguesa” era un símbolo de superioridad económica para los caballeros, pues a las mujeres ya se les exigía un talle angosto y se alentaba el uso de corsés, el cinturón de hierro o la lámina de acero, que evitaba el crecimiento del busto.
En el siglo XX la vida cambió y hubo más producción de todo tipo, por lo que la sociedad trató de ser homogénea, y es por ello que se colocó a los obesos en el extremo opuesto de lo que se consideraba normal y se les incluía en las ferias y circos, bajo el concepto de monstruos.
El descubrimiento de las calorías, a finales del siglo XX, y la propagación en el uso de la balanza, a raíz del aumento por la cultura del individualismo y el hedonismo, provocaron una gran contradicción.
Mientras instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierten sobre los peligros de la obesidad y la estética actual es la delgadez cada vez más extrema, gran parte de la población se siente separada de la etiqueta de normalidad porque no alcanza a estar en concordancia con el peso ideal, que utiliza el índice de masa corporal, el sexo y la estatura para calcular el peso correcto.
Cuestión de mercado
A pesar de que la tendencia ya no es la gordura, importantes marcas de ropa y accesorios producen tallas grandes, pues este nicho de mercado se había desperdiciado. Al ser incluida por la OMS como un problema epidémico, la obesidad aparece como un flagelo social, pero la realidad es que millones de adultos tienen sobrepeso y muchos niños crecen de la misma forma.
Arte
Pintores como el consagrado Fernando Botero sobresalen por retratar mujeres con sobrepeso y resaltar positivamente sus cualidades.
“Yo no pinto gordas. No he pintado una gorda en mi vida. Lo que he hecho es expresar el volumen como parte de la sensualidad”, afirma el artista colombiano cuando le cuestionan sobre su predilección.
Lucian Freud, un pintor de decendencia judía, radicado en Inglaterra, obtuvo en el 2010 el récord del cuadro más caro de un artista vivo, al vender por 22 millones el retrato de una mujer con evidente obesidad.
“Pinto gente, no por lo que quieran ser, sino por lo que son. El tema principal es autobiográfico“, afirma Freud ante cualquier pretensión de crítica a su obra.
Fotografía
Leonard Nimoy, conocido como el señor Spock en la serie Viaje a las estrellas, hizo una exitosa exposición con un grupo de bailarinas obesas que emularon fotografías que grandes artistas hicieron con modelos delgadas.
“Cada vez que una persona gorda se sube a un escenario, además de dar pie a una broma, es un acto político. Añadir el movimiento físico, baile y la sexualidad es revolucionario”, fue la frase que alentó a Nimoy a montar su trabajo fotográfico.
Según Viagello, el gordo ha pasado por las distintas épocas bajo tres críticas principales: la religiosa, que afirma que no sabe controlar sus pasiones y comete el pecado de gula; la médica, que lo acusa de potencializar las enfermedades restando eficiencia a su cuerpo; y la estética, que lo excluye del canon de belleza actual.