Revista D

Soledad y agonía de un dictador

La depresión y un incipiente cáncer precipitaron la muerte de Jorge Ubico, casi dos  años después de haber perdido el poder.

Jorge Ubico falleció en Nueva Orleáns, EE. UU. (Fotos: Cortesía Marta Altolaguirre)

Jorge Ubico falleció en Nueva Orleáns, EE. UU. (Fotos: Cortesía Marta Altolaguirre)

“Honorable Asamblea Legislativa: En vista de la intranquilidad pública provocada en esta capital por grupos de individuos y estudiantes que se encuentran, según dicen, en desacuerdo con el Gobierno que presido, me veo en el caso, para que la paz y el orden reinen en todo el país, a renunciar irrevocablemente al cargo de Presidente de la República ante esa Honorable Asamblea”.
Estas fueron las últimas palabras suscritas por el general Jorge Ubico Castañeda como Presidente de la República, las cuales entregó a los generales Buenaventura Pineda, Eduardo Villagrán Ariza y Federico Ponce Vaides, quienes la mañana del 1 de julio de 1944 se presentaron a su despacho.
El documento tomó por sorpresa a los militares, quienes habían llegado con el objetivo de expresarle su incondicional apoyo a la gestión presidencial. “Tomen esta  m…”, les expresó el dictador, sin darles más explicaciones. Ya lo había definido y nada lo hizo cambiar de parecer; con este acto  concluyó el gobierno conocido como la dictatura de los 14 años.
De Ubico se han escrito miles de páginas, cientos de ensayos y decenas de libros. Es quizás, junto con Manuel Estrada Cabrera, los personajes guatemaltecos que más interés han despertado entre los periodistas, los historiadores y los escritores. Casi todos lo recuerdan con la frase: “En los tiempos de Ubico”.
La mayoría  ha escrito mitos y verdades sobre los años que ejerció su gobierno, entre el 14 de febrero de 1931 y el 1 de julio de 1944. Muy pocos han indagado sobre sus  actividades luego de entregar el poder. Lo que se repite de forma constante  es que “se marchó a Nueva Orleáns y allá murió de un  cáncer pulmonar”.

Refugiado en su casa

Era tanta su rabia ese 1 de julio que no respetó el camino correcto de su dimisión, que consistía en entregar su renuncia a la Asamblea Nacional, para que esta le diera posesión al primer designando a la Presidencia, por lo que los castrenses debieron llevarla al Parlamento.
Después de entregar la hoja de papel, furibundo y desconcertado, se marchó a su residencia —formada por dos casas contiguas situadas en la 14 calle entre 3a. y 4a. avenidas,  zona 1, de la Ciudad de Guatemala—  donde permaneció aislado, porque ni sus amigos, ni sus familiares lo visitaron por temor a represalias del Gobierno y de los pobladores. La única persona con quien  mantuvo comunicación fue con su esposa Marta Lainfiesta; ella ocupaba una de las dos casas.
 “Ubico vivía en la principal y su mujer, en la de al  lado, conectadas por una puerta interna. Durante su mandato había tenido una gran cantidad de amantes fijas y ocasionales, pero nunca quiso divorciarse, en el fondo quería a su esposa, por lo que habían llegado a este peculiar arreglo”, explica el periodista y escritor argentino Carlos Sabino en su libro Tiempos de Jorge Ubico en Guatemala y el mundo.
La abogada Marta Altolaguirre —sobrina nieta del caudillo—  quien en esos años era  niña, recuerda que una vez que los  visitó, junto con  sus padres, por curiosidad se paró frente a un  arco y él   se le acercó y  le dijo: “Allá vive tu tía y aquí yo”. “Discrepaban mucho, no se llevaban  bien, pero él   no creía en el divorcio,  por eso compraron dos casas.  Cuando estaban de buenas cenaban  juntos”, cuenta.
 Durante los casi cuatro meses  que vivió en esa casa, después de ceder el poder —del 1 de julio al 20 de octubre de 1944—, no dejó de preguntarse, ¿cómo era posible que hubiera caído, si estaba seguro de que contaba con el apoyo de la población, especialmente de la provincia?,  ¿qué había pasado con el Ejército que le había jurado lealtad?, Estados  Unidos no le  había solicitado que   renunciara, pero  tampoco había intervenido, lo cual consideraba un desaire. Se sentía traicionado.
Aquellos  días los vivió  solo y  sin  hacer nada, “estaba agotado” por los problemas políticos y manifestaciones populares que había enfrentado durante los últimos meses de su  gobierno, y porque durante los 14 años que ejerció la Presidencia  se dedicó a  resolver todo tipo de asuntos, para lo cual recorrió  el país, comenta  el  abogado y escritor Jorge   Mario García Laguardia.
Altolaguirre rememora que sus únicos acompañantes fieles fueron sus cuatro perros de pelo rojizo —no recuerda la raza—  que siempre estuvieron a su lado; entre ellos un chihuahua, que muchas veces lo llevó durante sus jornadas de trabajo. “Los canes fueron muertos a balazos el 20 de octubre, cuando la casa fue asaltada por grupos de manifestantes”, indica. 

¿El poder tras el trono?

Muchos  aseguran que atrás del gobierno de 110 días del general  Ponce Vaides   estuvo la figura de Ubico; sin embargo, algunos no comparten esta teoría  porque   el exmandatario  no estaba de ánimo para continuar en política y, posiblemente, ya sentía los efectos del cáncer  que lo llevó a la tumba 19 meses después.
 “A pesar de que en algunos textos se señala el breve gobierno de   Ponce Vaides como una continuación del de Ubico, dejando entrever que el caudillo todavía retenía las riendas del poder, no hay ningún testimonio, ningún dato o información concreta que apunte en esa dirección”, afirma Sabino en su libro.
La hipótesis de que fue el poder tras el trono quizás está  fundada en que Ponce Vaides  continuó usando     métodos autoritarios similares a los de Ubico y atacando a sus adversarios políticos con la Policía.  El diario el  Imparcial publicó editoriales contra las intenciones del nuevo gobernante  de perpetuarse en el poder.
A raíz de esas críticas, el 1 de octubre el periodista Alejandro Córdova  —fundador y director de dicho  periódico—   fue asesinado  en la capital. El crimen aceleró los preparativos del movimiento cívico-militar del 20 de octubre, cuenta el también periodista Jesús Alvarado Mendizábal, quien fue  testigo de esos momentos.
 Aquellos  sucesos   crearon consternación en la sociedad guatemalteca y fueron el preludio de la Revolución  del  20 de Octubre, cuando ocurrió el  levantamiento popular en el que participaron abogados, maestros, obreros, estudiantes universitarios y una parte del Ejército.
“Probablemente  intervino  bajo de agua en el nuevo régimen,  porque él (Ubico)  impuso a los del triunvirato,   en lugar de que asumiera el primer  designado  como lo ordenaba la Constitución”, agrega  Mendizábal.

Escalera salvadora

Ubico y su esposa, quienes no procrearon  hijos porque él era estéril debido   a un golpe   que sufrió en   los testículos que algunos dicen sucedió en la Escuela Politécnica, mientras que otros,  cuando montaba caballo, no planeaban abandonar el país.
Permanecían refugiados en sus casas de la 14 calle y 3a. avenida de la zona 1, mientras se diluía el ambiente político, luego de su renuncia. “Nunca pensaron que fuera  a suceder la  Revolución del 20 de Octubre”, expresa García Laguardia.
“Durante toda la madrugada de ese viernes —20 de octubre— se oyeron los disparos de la artillería y de los tanques.  Luego comenzaron a circular diversos rumores y toda clase de comentarios, ante la ausencia de noticias por parte del Gobierno y  de los alzados. Hubo  soldados y policías que se despojaron  de sus uniformes para confundirse con la multitud, vehículos con gente armada que circularon  a gran velocidad haciendo sonar las bocinas, en pocas palabras, un caos”, resalta Sabino.
Este ambiente espantó a Ubico, quien comenzó a urdir y concretar un plan de escape. “Es de imaginar lo que sintió  esa mañana. La ciudad estaba sin policías, sin autoridades, y ya desde temprano  curiosos observaban las casas de la 14 calle, que no tenían ninguna protección especial. Se escuchaban  gritos contra su persona y el ambiente comenzaba a hacerse cada vez más amenazante”, relata Sabino.
Altolaguirre, quien en esos años vivía por la iglesia La Recolección —3a.  calle y 3a. avenida, zona 1—,  cuenta que ese día la despertaron los gritos de la  señora que   trabajaba en su casa, quien se asustó al observar un cañón  frente a su residencia. Los soldados llevaban la orden de catear el inmueble  de su  padre Arturo Altolaguirre Ubico. “Las calles estaban llenas de turbas”, rememora.
Hacia el mediodía, Ubico y su mujer comenzaron a buscar el modo de salir de su casa, porque la multitud que la rodeaba se había vuelto  hostil. Como no podían hacerlo por la puerta delantera se dirigieron hacia el  fondo, que daba a la vivienda  de  Casimiro Rendueles, quien era cónsul de España en Guatemala.
El jardín colindaba con la casa de Ubico,  por lo que el cónsul, enterado del problema  “colocó una escalera sobre la medianera y Ubico, aparentemente, colocó   otra y así él y su esposa pasaron a la vivienda  de Rendueles,  quien en su automóvil  los llevó a refugio seguro en la Legación Británica, en la 11 calle poniente No. 10, a solo 3 cuadras de su casa”, informa  Sabino.
En la tarde, una turba  saqueó  las dos propiedades.  Se llevaron todo, hasta las tuberías y los sanitarios, pero lo más reprobable, según Sabino,  fue el robo de  las joyas  de la señora Lainfiesta y otros utensilios, como un  juego de cubiertos de plata que pertenecían a la madre del militar.

 Cachurecos

En la sede diplomática se mantuvo el  matrimonio Ubico  varios días. El  miércoles 25, acompañados por el encargado de negocios británico y en un carro diplomático, se desplazaron al Aeropuerto  La Aurora donde los esperaba un DC-3 para llevarlos en vuelo directo a los Estados Unidos. “Llevaban breves y sendas piezas de equipaje, y cada uno  declaró  US$1  mil en efectivo, extremo que fue corroborado por las autoridades. El avión, con solo estos dos pasajeros, despegó a las 13 horas”, cuenta Sabino.
Antes de partir el exmandatario  dio una corta declaración en la que   manifestó que se encontraba triste  y ofendido por el  trato. “Es una injusticia que me echen como un perro, pero ahora que se han dejado meter en esta aventura, muestren que poseen valor suficiente para llevarla adelante, y estén alertas contra los comunistas y los conservadores”, expresó. Otras fuentes citan que dijo: “Insto a los guatemaltecos a cuidarse de los cachurecos y los comunistas”.

Abatido por la depresión

Ubico y su esposa se establecieron  en Nueva Orleáns, EE. UU. donde permaneció  en  soledad. Nadie lo visitaba. “Oí a mi padre  decir que tenía pánico de viajar  a EE. UU.  para verlo, porque   temía que a su regreso  no lo dejaron ingresar  al país”, cuenta Altolaguirre.  
En la ciudad estadounidense   alquiló una  casa pequeña  y adquirió una lancha que la empleaba para ir a   pescar,  que era uno de sus  pasatiempos favoritos,  así como    montar motocicleta. “Vivió  con los US$200 mil que transfirió a  una  cuenta personal”, evoca  la sobrina nieta del caudillo. 
 En 1966, Altolaguirre conversó con el abogado que atendió los casos legales del exmandatario en Nueva Orleáns. El profesional   le contó que en una ocasión  platicó  con el médico que  había atendido a  Ubico y le confió  que,  efectivamente, padecía   un cáncer pulmonar, pero que “era incipiente”  como para creer que ese mal había acabado con  su vida. “Fue su estado anímico el que   contribuyó a acelerar la   enfermedad. Estaba  muy  abatido,  no tuvo fuerzas para luchar por su vida”, afirma.
Falleció el 14 de junio de 1946, a los 67 años, en el Hospital Bautista de Louisiana.

De regreso a su país

Los restos de Ubico fueron sepultados en el Mountt Hope Cementery de Nueva Orleáns, donde permanecieron por más de 17 años,  hasta que fueron repatriados el 13 de agosto de 1963.
Uno de los promotores del retorno del  exmandatario  fue su amigo Pedro López Moro, quien luchó, primero porque le concedieran una pensión vitalicia a la viuda del general (Q300) y luego la repatriación de los restos  ante el presidente Miguel Ydígoras Fuentes —quien  la negó— y después con   Enrique Peralta Azurdia, quien aceptó la petición, indica el coronel Enrique Ardón en el libro El señor general Ubico (1968).
Una repentina enfermedad de la viuda  impidió que ella efectuara los trámites del retorno, por lo que López Moro tomó la batuta y gestionó ante la compañía Panamerican de aviación el traslado del cadáver. Además, se acordó que aviones de la Fuerza Aérea Guatemalteca acompañaran el avión comercial,  desde la frontera.   
El 13 de agosto, a las 15 horas,   aterrizó en el Aeropuerto La Aurora el avión del vuelo 505 de Panamerican y, enseguida  el féretro fue colocado en un armón de artillería que  recorrió las Avenidas Las Américas y de  La Reforma, y   la 7a. avenida, zona 9, hasta la Plaza de Armas y el  Palacio Nacional.
Sus restos  pasaron en capilla ardiente esa noche, en el emblemático edificio que construyó,   y el 14 fue sepultado en el panteón familiar, a las 12.30 horas. “El general de división Jorge Ubico, expresidente de la República de Guatemala, descansa en paz, en un pedazo de la tierra del quetzal”, comenta Ardón, en su  libro.   

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