Para muchos, Hombres de maíz es la primera novela hispanoamericana del Realismo Mágico. “El camino iniciado por Asturias en sus dos primeros títulos se consolida en Hombres de maíz, obra capital y pionera del Realismo Mágico hispanoamericano. En esta novela se entrelazan el discurso poético y mágico de las tradiciones mayas y del universo indígena con un relato realista”, afirma el italiano Giuseppe Bellini, en su Nueva historia de la literatura hispanoamericana.
“Sus personajes —de esta novela— por lo general son indios o mestizos, con sus problemas, costumbres, trabajo y tierras. El autor penetra en el espíritu, en el habla y en las cosmologías de mayas y quichés, y envuelve en un halo de fantasía la trama novelesca. Magia y realidad se entrecruzan en un ámbito de intensa poesía”, afirma Francisco Albizúrez Palma en su obra La novela de Asturias (1975).
Gladys Tobar, directora del Instituto de Estudios de la Literatura Nacional (Ineslin) de la Universidad de San Carlos, afirma que Asturias es el fundador de esta corriente literaria, de la cual se reconoce indiscutiblemente a Gabriel García Márquez como iniciador. “Pero él pertenece a una generación posterior a la de Asturias. Cien años de soledad es de 1967, mientras que Hombres de maíz es de 1949, editada en Buenos Aires”.
“Hay grandes diferencias. Cuando García Márquez estaba naciendo —1927— Asturias ya había publicado, entonces no hay discusión en eso. Sin embargo, el escritor colombiano fue más publicitado en los medios de comunicación, por lo que se conoció como el boom latinoamericano que surgió entre 1960 y 1970”, afirma la literata.
El escritor guatemalteco Javier Mosquera, quien participa en una nueva edición de la obra de Asturias, afirma: “Nadie quiere reconocer que en las primeras obras de Asturias, realmente, se encuentra una narrativa con temática que no sé si García Márquez leyó o se basó en ellas. Hay que recordar que ellos se pelearon y el colombiano jamás iba a aceptar eso, menos aún que Asturias era precursor del Realismo Mágico”.
En su obra, Asturias revela la condición del ser humano, pero sobre todo el mundo indígena, en el cual lo irreal y lo fantástico parecen hacerse realidad gracias a las creencias ancestrales, los mitos y la magia. “Lo que se puede observar en el Realismo Mágico de Asturias es la forma de explicar y contar la realidad americana y relatar situaciones que, aparentemente, son mágicas, pero que en nuestros países son tan reales”, explica Mosquera.
El también escritor guatemalteco José Luis Perdomo dice que lo que el lector encuentra en cualquiera de las líneas de las novelas de Asturias “son luces de bengala, hologramas, ríos de pintura desbordados, ecos perennes y reservas de clorofila”.
Leyendas, aún más antiguas
La crítica internacional considera como principales exponentes de esta corriente literaria a Asturias y García Márquez (Colombia), ambos ganadores del Premio Nobel de Literatura. También destacan Alejo Carpentier (Cuba), Pablo Neruda (Chile), Mario Vargas Llosa (Perú) y Julio Cortázar (Argentina), entre otros.
También hay quienes opinan que Juan Rulfo (México) con Pedro Páramo y Arturo Uslar Pietri (Venezuela), con su cuento La lluvia (1935), iniciaron el Realismo Mágico. Otros relacionan a Jorge Luis Borges (Argentina) con esta tendencia literaria.
Sin embargo, se debe tomar en cuenta que Leyendas de Guatemala (1930) fue el primer libro publicado por Asturias en el cual narra cuentos de origen maya. En esta obra refleja sus estudios de Antropología y de las civilizaciones indígenas centroamericanas que llevó a cabo en la Sorbona, en Francia, donde fue influenciado por la perspectiva europea.
En esta obra, el Nobel guatemalteco resalta la tradición oral, lo cual hace constar en la dedicatoria del libro cuando cita: “A mi madre, que me contaba cuentos”. El estilo narrativo de Leyendas de Guatemala puede considerarse como precursor del movimiento literario conocido como Realismo Mágico. Se puede leer no solo desde una perspectiva antropológica, sino también como una experiencia estética que confirma la originalidad del estilo.
Se observa el impacto de su descubrimiento de la fantasía y la antigua civilización de los mayas. El mundo de las leyendas es un mundo fabuloso, fantástico, dinámico, sin límites, en el que los límites de lo real y lo imaginario no existen. “Hay aquí un nuevo arte de contar; estamos ante los gérmenes mismos de lo que más tarde se llamaría Realismo Mágico”, asevera el profesor y crítico literario peruano José Miguel Oviedo, en Historia de la literatura hispanoamericana.
Mosquera dice que Asturias escribió Leyendas de Guatemala en la década de 1920 cuando vivía en París, influenciado por el surrealismo de André Bretón, “aunque por supuesto tiene elementos del Realismo Mágico cuando, por ejemplo, habla del cadejo, pese a que no tiene que ver con el que se conoce en el país, que es un perro con ojos de fuego y que cuida a los borrachos. En Asturias, el cadejo es la tentación. Lo mismo sucede con la Tatuana, la cual poetiza”.
La directora del Ineslin refiere que el crítico Paul Valery dijo que las Leyendas de Asturias eran historias, poemas, sueños y que al hablar de esto último “se refiere al elemento onírico, a todas esas visiones sobrenaturales que puede tener un personaje y que corresponden a una cosmovisión”.
La académica dice que muchos críticos han dicho que Asturias inventó al indio que aparece en sus obras, el cual observó en su realidad cuando vivió en Salamá, Baja Verapaz, debido a que sus padres fueron perseguidos por el dictador Manuel Estrada Cabrera (1898-1920). “Lo planteó en su tesis El problema social del indio (1922) de la Facultad de Derecho, con un enfoque sociológico”.
“Ahí los describe en la forma en que los observó trabajando, viviendo y sufriendo toda la discriminación de la ladinización, pero fue hasta que llegó a Europa y conoció al profesor George Raynaud, que comprendió la grandeza de las civilizaciones prehispánicas y se dio cuenta de que los indígenas actuales son los descendientes de los antiguos, pero que estaban sojuzgados por siglos de colonización y los empieza a escribir en sus grandes obras”, afirma Tobar.
El Señor Presidente
La obra más célebre de Asturias, y que lo ha universalizado, es El señor presidente (1946), la cual tiene como génesis la dictadura que vivió bajo el régimen de Estrada Cabrera.
Albizúrez Palma, en La Novela de Asturias, relata que al final de la obra el autor —Asturias— anota: Guatemala, diciembre de 1922. París, noviembre de 1925, 8 de diciembre de 1932. “Pasaron pues, 14 años entre la finalización de la novela y su aparición; esto obedeció a las condiciones políticas de Guatemala, ‘debido a que el país lo gobernaba otro dictador: Jorge Ubico (1931-1944)'”.
Esta situación hacía “imposible la publicación del libro sin riesgo de exilio, cárcel o muerte. Luego de la Revolución de 1944 —que abrió un ancho sendero renovador y democrático— Asturias dio a luz su novela, que pronto alcanzó renombre universal”, explica Albizúrez Palma.
Esta novela, que también tiene elementos del Realismo Mágico, surgió dentro del contexto de una serie de novelas inspiradas en los tiranos que gobernaban el continente y que fueron motivo de análisis, entre ellos, El recurso del método (1974), de Carpentier; Yo, el supremo (1974), de Augusto Roa Bastos; El otoño del patriarca (1975), de García Márquez; El secuestro del general (1973), de Demetrio Aguilera Malta, y más recientemente La fiesta del chivo (2000), de Vargas Llosa.
Previamente, esta vertiente tirana había sido abordada en Tirano Banderas (1926) del español Ramón del Valle-Inclán y La sombra del caudillo (1929) del mexicano Martín Luis Guzmán.
En sus siguientes obras, La trilogía bananera, formada por Viento fuerte (1950) El papa verde (1954) y Los ojos de los enterrados (1960), Asturias ofrece un panorama de los problemas y situaciones ocasionados por la voraz presencia de las grandes compañías bananeras norteamericanas.
Universalización
En síntesis y en relación a García Márquez y Asturias, muchos críticos coinciden en que el rasgo más importante que tienen en común es que el primero conjuga las creencias, supersticiones, mitos, hechos y magia, mientras que los personajes de Asturias consideran lo mágico como algo normal, viven dos vidas: la suya y la de su nahual.
Si Hombres de maíz se considera como “el padre del Realismo Mágico”, Cien años de soledad se puede considerar como “una novela que ha universalizado el concepto de Realismo Mágico”, asegura el crítico español José Luis Sánchez Ferrer, en El realismo mágico en la novela hispanoamericana.
“Sensible ante las injusticias”
Miguel Ángel Asturias Amado, hijo del Premio Nobel, afirma que esta fue una de las virtudes de su padre.
A continuación una entrevista sostenida vía electrónica con Asturias Amado, quien reside en Argentina.
¿Qué recuerda de la juventud de su padre, Miguel Ángel Asturias?
Nació en el seno de una familia de clase media acomodada en el barrio La Parroquia, pero debido a que su padre era juez y tuvo un problema con el dictador Manuel Estrada Cabrera, quien lo destituyó, prácticamente ya no ejerció más como abogado. La familia, entonces, se trasladó a Salamá, donde pasó sus primeros años conviviendo y compartiendo juegos con los niños de las comunidades indígenas.
Volvió a la capital y se formó en colegios católicos. La secundaria la cursó en el Instituto Central. Obtuvo el título de abogado cuando tenía 23 años, en la Universidad de San Carlos. Recibió el premio Gálvez por su tesis y el premio Falla por ser el mejor estudiante. Participó en la Huelga de Dolores, fue coautor de La Chalana y fundador de la Universidad Popular. Participó en el derrocamiento de Estrada Cabrera.
Fue parte de la Generación de 1920, promovía las tertulias literarias en su casa y fundó varias revistas.
¿Cuando surgió Asturias, el escritor?
Su vocación comenzó a raíz del terremoto de 1917. Agarró un cuaderno y salió a la calle para tomar notas de la tragedia. Con este material se inspiró para crear su primera novela: Un par de invierno.
En 1924 viajó primero a Inglaterra y después a París, donde estudió Antropología y Mitología Indígena, en la Sorbona, con el profesor Georges Raynaud.
¿Que anécdotas padre-hijo recuerda?
Un día en París, preparé un pollo a la sal para el almuerzo. Le pareció fantástico. En ese momento él estaba escribiendo El hombre que lo tenía todo todo todo. Al día siguiente me leyó una parte del libro donde el personaje duerme sobre una cama de sal:
“Dormía sobre sal. Sobre sal gruesa. Sobre un colchón de sal gruesa. Su piel de pescado caliente perdía durante la noche la manteca de la realidad, lo real, lo verdadero, la gordura de lo que no es sueño, en la granuda sal del mar. Heredó la receta misteriosa de perder la gordura de las cosas existentes, la mantecosa realidad de sus padres y abuelos, que como él fue gente de respiración de imán, mientras dormían”.
¿Recuerda el momento en el que él supo que había ganado el Premio Nobel?
El año anterior había estado entre los tres últimos candidatos considerados para ganar ese premio. La prensa sueca estaba segura de que él sería el ganador, por lo que un día antes le solicitaron una entrevista. Él la concedió y no ganó. El año siguiente pasó lo mismo, pero él dijo que no daría ninguna conferencia, hasta que se conociera el nombre del ganador, ante lo cual el periodista le solicitó quedarse a su lado por si resultaba ser el ganador. Cuando la Academia dio a conocer al triunfador, a su lado tenía al periodista que le había dado la entrevista el año anterior. Él me contó que cuando observó a este personaje veía que se le salían los ojos de sus órbitas fue entonces cuando le dijo emocionado: Asturias es usted el ganador del Nobel.
Ese año (1967) el anuncio coincidió con su cumpleaños, el 19 de octubre. Me fui corriendo a mi casa para hablarle por teléfono y me costó muchas horas comunicarme con él y lo primero que me dijo fue: Miguelito, me acaban de dar el premio Nobel, pensó que lo llamaba por eso.
¿Cuál considera que es el mayor aporte de su padre a la literatura mundial?
Es uno de los escritores latinoamericanos más leídos, admirado y condecorado de su tiempo, traducido a muchos idiomas. Actualmente su obra es estudiada y consultada en los centros culturales más prestigiosos.
Recibió los premios más importantes de la época: el Lenin de la Paz y el Nobel de Literatura.
En el discurso de la entrega del Nobel el representante de la Academia Sueca comentó que el galardón se le entregaba al máximo representante del boom latinoamericano.
Las comunidades indígenas de Guatemala le entregaron el Bastón de mando de Cofrade Maya, en reconocimiento a su obra. En todos sus libros hace una denuncia de las injusticias y asume un compromiso de dar a conocer al mundo la realidad del país y de América Latina, este compromiso fue el motivo por el cual vivió la mitad de su vida en el exilio sin poder volver a su patria que siempre amó.
¿Por qué descansan sus restos en Pere Lachaise y no en Guatemala?
Mi padre en ningún momento dejó escrito o pidió ser enterrado en algún lugar en particular. Murió en Madrid, y por lo tanto, la decisión era de la familia y en particular mía. Tres países se ofrecieron: Guatemala, cuyo presidente era Carlos Arana. El embajador Arturo Rivera nos ofreció todo lo que quisiéramos, pero en ese entonces, por el conflicto armado, el Gobierno estaba asesinando al pueblo, por lo que nuestra respuesta fue un no.
España también ofreció todo lo que fuera necesario para que sus restos se quedaran en Madrid, pero Franco aún estaba en el poder y mi padre siempre estuvo en contra de las dictaduras.
El gobierno francés nos regaló un lugar en el cementerio de Pere Lachaise. Sus restos están en París, ciudad en la que se formó, vivió y amó profundamente.
¿Qué piensa sobre la repatriación de los restos a Guatemala?
Este tema lo conversamos con mi hermano Rodrigo y ambos pensamos que ese momento debería ser como un mojón para construir una Guatemala más justa, más humana y más digna. Considero que hoy no es el momento para hacerlo.
¿Que homenaje le rinde usted a su padre a los 115 años de su nacimiento?
Como padre nos dejó una vida llena de éxitos a través de un trabajo literario constante y permanente, su gran amor por Guatemala, la sensibilidad hacia las injusticias, el cariño y ternura que como padre nos dio, en una vida llena de distancias, dificultades y éxitos.
No puedo rendirle mejor homenaje a mi padre que sentir el orgullo de llamarme Miguel Ángel Asturias.