Revista D

Peleó en la guerrilla cubana 

En 1959 Prensa Libre entrevistó a Mario Augusto Carranza Rivera, el único guatemalteco que lucho en la revolución que lideró  Fidel Castro; cincuenta y ocho años después, este medio vuelve a hablar con él.

Después del triunfo de la revolución, Carranza (al centro) fue parte de la escolta de Fidel Castro (derecha). (Foto: Cortesía de Mario Carranza).

Después del triunfo de la revolución, Carranza (al centro) fue parte de la escolta de Fidel Castro (derecha). (Foto: Cortesía de Mario Carranza).

Mario Carranza estudiaba en el Instituto Industrial de Quetzaltenango cuando fue favorecido con una beca para continuar su preparación en Cuba, adonde llegó el domingo 13 de noviembre de 1949 en compañía de otro connacional, pues el gobierno cubano ofreció al guatemalteco dos subsidios.
Nació el 4 de  noviembre de 1934. Tenía 15 años y recuerda que comenzaron clases en una escuela politécnica en la que había mil 200 escolares, distribuidos en tres edificios.  Oriundo de Mazatenango, siempre estuvo atraído por la mecánica, lo que primero lo llevó a especializarse en automotores y después en la aviación.
Al comienzo halló muy distinto el carácter de los isleños, lo considero casi opuesto al suyo, debido a que de adolescente se consideraba muy introvertido. Por fortuna fue temporal, dice ahora, radicado hace 68 años en la isla, lo que le ha dejado mucho más que un cambio de acento.
Después del primer año de estudio su compañero desistió  y volvió a Guatemala. Mario estuvo tentado a hacer lo mismo, hasta que supo de un hecho que lo cambió todo. “En una visita al país, cuando llegué a mi casa me enteré que hacía cuatro meses había fallecido mi madre. Me enojé con mis familiares por ocultármelo, pero mi mamá les había hecho jurar que guardarían silencio para que yo terminara mis estudios. No podía hacer otra cosa que graduarme para honrarla”.
Retomó su vida en Cuba y se inscribió,  después de obtener su primer título, en 1953, en la Escuela Superior de Arte y Oficios interesado en ser Mecánico Automovilístico, lo que consiguió en 1954.  Por su  excelente rendimiento obtuvo una beca en Técnico de Aviación en una escuela de Santiago de Cuba, a unos 860 kilómetros de La Habana, que “quedaba en el otro extremo de la isla”.
Esta nueva etapa de instrucción la comenzó en 1955 y la finalizó en 1957; este conocimiento le permitió emplearse en una refinería de la compañía Shell, en la capital.
 

Revolución

En 1952 Fulgencio Batista comenzó su gobierno de facto en Cuba. Mario vivió bajo su régimen de represión, que culminó en 1959, con el triunfo de la Revolución que lideró Fidel Castro.
El guatemalteco se sumó a los esfuerzos de la resistencia, motivado por la admiración de los cubanos para derrocarlo. “Decidí irme a Santiago, donde estaba la efervescencia de la sublevación, con ánimo de contactar a los combatientes”, comenta.
La guerrilla cubana hizo de la Sierra Maestra su centro de logística, y era adonde quería llegar. En la montaña estaba Castro, al frente del Movimiento 26 de Julio, y al que Mario se integró gracias a las gestiones de Ángela Montes de Oca, a quien consideraba su madre. La llamaban tía Angelita, sus aportes fueron posteriormente reconocidos por Castro. Ella apoyó mucho a Mario al enterarse que era huérfano, pues su padre había fallecido unos meses antes que su progenitora. “Prácticamente me adoptó. Ella fue una costurera muy humilde que estaba en contacto con los guerrilleros. Nos unió un lazo muy fuerte”, dice.
Tía Angelita lo presentó con un contacto y él con un líder del movimiento, al que ingresó el domingo 30 de septiembre de 1957. Estuvo los últimos 14 meses de la Revolución. “Cuando triunfamos, el 1 de enero de 1959, tenía 24 años. Fui el único guatemalteco combatiente”.
De su experiencia en la montaña recuerda que debían hablar quedo para evitar  que los soldados los ubicaran,  que sus días comenzaban a las cinco de la mañana y que hubo ocasiones en que solo recibió tres trozos de malanga sin sal ni mantequilla para alimentarse. “Fue la comida más sabrosa que probé”, mencionaba, a pesar de las circunstancias.
 

Líderes

Mario conoció a Ernesto, Ché, Guevara y a Fidel Castro. A los 11 días de haber sido admitido intercambió sus primeras palabras con Castro, cuando el Movimiento 26 de Julio se alistaba para un operativo cerca del río Palma Mocha.
“Se acercó caminando, saludando a todos. Al verme preguntó si era de Santiago. Le dije en dónde había nacido, con cierto asombro repitió el nombre del país y a partir de ese momento me apodaron Guatemala”.
Una bandera y la palabra Guatemala bordados respectivamente en el costado de su uniforme y en su boina fueron elementos que siempre llevó y afianzaron su mote. Después del triunfo, Castro visitó Venezuela por cinco días y Mario fue asignado en la comitiva que lo escoltó.
La primera vez que charló con el Ché, fue mientras se reponía de una infección. Estaban en el campo y al ser presentados Mario creyó que por haber estado una temporada en el país, el argentino sería empático. No fue así. “Su semblante cambió. Se puso muy serio. Nunca un par de ojos negros de mirada tan profunda se había clavado así en mí. Me preguntó si estaba a favor de Jacobo Árbenz  Guzmán o de Carlos Castillo Armas”. 
Le respondió que era partidario de Árbenz y fue cuando el Ché comenzó a reír, diciéndole que así solía bromear con los que conocía. Posteriormente hubo más encuentros pero Mario no puede afirmar que hubo amistad, solo una deferencia.
Con Castro interactuó más veces, como la ocasión en que antes de una visita a Guatemala, en 1959, le pidió autorización para hablar de la revolución. “No tienes que pedirme permiso, es tu deber como revolucionario hacerlo”, le respondió.
 

Barbudo

Dejarse la barba fue usual entre los combatientes, con ese aspecto llegó a Guatemala y radioemisoras y diarios de la época lo entrevistaron, uno de ellos Prensa Libre, el 31 de marzo. Otros barbudos recorrían Latinoamérica para hablar de la causa, pero no visitaron Centroamérica.
Al director de la Policía, coronel Marciano Casado, no le agradó que Mario lo hiciera en los medios locales y le indicó que tenía 24 horas para abandonar el país. El guatemalteco lo cuestionó, pues días atrás el presidente Miguel Ydígoras Fuentes lo había recibido en su despacho sin objetarle nada.
Mario ventiló todo lo sucedido en el Guatemala Flash, un radionoticiero de mediodía y el militar tuvo que retractarse pero ante el panorama se refugió en la embajada cubana y un mes y medio después regresó a Cuba. Pasaron 38 años, hasta que en 1997 reanudó sus visitas, desde entonces ha venido unas cinco veces y en esta ocasión para hablar de sus memorias.
 

Retiro

En 1961, Cuba lo envió a la Unión Soviética para estudiar Ingeniería en Aviación, permaneció siete años en Kiev, Ucrania. A su regreso fue asignado a una base como técnico, luego fue jefe de calidad y después ingeniero principal.
En dos ocasiones más fue enviado a capacitarse a la antigua Unión Soviética.
En 1995 se jubiló y hoy es uno de los tres que preside la Unión de Guatemaltecos residentes en Cuba.

ESCRITO POR:

ARCHIVADO EN: