Algunos lo aceptan si el servicio fue bueno o excelente, pero se vuelve la de Troya si este fue deficiente o cuando, simplemente, no se quiere pagar. En cualquier caso, los mesoneros y gerentes aseguran que la propina es voluntaria, pero cuando se presenta una situación contra la opinión del cliente, de todas formas, “hay que pagar” la gratificación, casi como si se tratara de un IVA extra. Y cuando por fortuna se resuelve el caso a favor del consumidor, este ya habrá tenido que enfrentarse a las malas caras, a los reclamos, a los interrogatorios y a las miradas desaprobatorias de todo aquel cercano a la mesa.
¿Desde cuándo este gesto de agradecimiento voluntario se volvió una especie de condena o imposición? Bueno, la historia no es clara en este aspecto. Algunos académicos, como el economista Ofer H. Azar, teorizan con que las propinas empezaron durante la Edad Media, cuando los nobles que viajaban entre pueblos entregaban dinero a personas mal encaradas a cambio de que no les hicieran daño.
Azar también supone que pudieron empezar a darse en aquellos tiempos como un modo de ostentación de los más ricos; era como una forma de mostrar el poder.
Sharon L. Fullen, en su Guía completa de propinas y gratificaciones, indica que en la Inglaterra del siglo XVII las cafeterías y bares colocaban un cartel con la leyenda To insure promptitude (para asegurar prontitud). Algunos historiadores aseguran que de ahí se deriva el acrónimo Tip —propina, en inglés—.
¡Qué problema!
La discusión sobre si es bueno o malo el hecho de dar propina está dividida. Hay quienes consideran que es una buena práctica, pues gratifica el buen servicio prestado, sea mesero, taxista, peluquero, electricista, recepcionista, mensajero, masajista, guía turístico, jardinero o portero. A fin de cuentas, todos están en su derecho de gastarse el dinero en lo que mejor les parezca.
El problema surge cuando el tip se impone, sin importar si el servicio fue malo o bueno. En el primer caso, el cliente tiene la razón de estar disgustado y a negarse a pagar de más. En el segundo caso, también.
En la legislación de Guatemala no hay ninguna ley que obligue a pagarlo. “La gente puede decir que no está de acuerdo con cancelar la propina, por lo que tiene derecho a anularla de su factura”, indica Silvia Escobar, directora de la Dirección de Atención y Asistencia al Consumidor —Diaco—.
Escobar, además, refiere que todos los comercios deben informar a sus clientes sobre cualquier cobro adicional antes del consumo. “La población tiene derecho a recibir información clara y verdadera, lo cual está contemplado en el decreto 6-2003, artículo 4 de la Ley de protección al consumidor”, refiere.
De esa cuenta, los comercios están obligados a poner un aviso donde indiquen que se van a tomar la libertad de cobrar cierto porcentaje sobre el consumo final. De no ser así, el cliente puede solicitar el Libro de quejas y describir ahí su problema. Asimismo, debe llamar al teléfono 1544 para presentar el inconveniente, a fin de que la Diaco investigue y medie entre las partes.
Bajos salarios
Otro debate abierto tiene que ver con el tema salarial. Muchos consideran que las propinas son una compensación a la mala paga que los empresarios dan a sus colaboradores.
De hecho, muchos establecimientos —en especial bares y restaurantes— ofrecen plazas de trabajo en las que incluyen las propinas como parte de los incentivos. Eso, pese a que los clientes no están obligados a pagarlas.
Salvador Contreras, presidente de la Gremial de Hoteles y Restaurantes, refiere que, al menos entre sus asociados, pagan los salarios de acuerdo al mínimo vigente, y que las gratificaciones son un reconocimiento que los clientes entregan a los trabajadores que prestan un buen servicio.
Indica, además, que si alguien no está de acuerdo en dar un pago extra, está en su derecho a no hacerlo. “A nosotros —los empresarios— nos sirven esos casos para evaluar el servicio que estamos prestando”, comenta.
En el mundo
La práctica de dejar propina está extendida por todo el mundo.
Si alguna vez se siente tentado a no entregarla por algún trabajo que envilece, vale la pena recordar el diálogo entre Greta Garbo y el conserje del hotel en la comedia Ninotchka:
—¿Por qué quiere llevar mi equipaje?
—Porque es mi trabajo, señora.
—Eso no es un trabajo. Es una injusticia social.
—Bueno, depende de la propina.
—
Las propinas en el planeta
En Inglaterra
Casi siempre se agrega un tip entre el 10 por ciento y el 15 por ciento de la cuenta. En los bares no se esperan las propinas.
En Egipto
Es usual agregar entre el 5 por ciento y el 10 por ciento como gratificación.
En Corea del Sur
No solicitan propinas a los turistas —sobre todo en los restaurantes— porque los consideran huéspedes distinguidos. Los conserjes de hotel, sin embargo, esperan US$1 por maleta.
En Suiza
Los comercios, por lo regular, agregan en la cuenta el 15 por ciento en concepto de propina. También acostumbran a dar un pago adicional, dependiendo del servicio.
En Canadá y EE. UU.
Taxistas, estilistas, meseros o porteros; todos esperan una propina. En esos países, por lo regular, se entregan gratificaciones que van del 10 por ciento hasta el 20 por ciento.
En China
Resulta de mala educación ofrecer propina. El consumismo y la alta afluencia de turistas, sin embargo, ha hecho que la esperen cada vez más, sobre todo en servicios de lujo.
En Singapur
Está prohibido entregar propina.