El lobby judío en EE. UU., ya se sabe. Marilyn, una estrella del cine en todo su esplendor, estaba casada entonces con el dramaturgo y escritor judío Arthur Miller. Ella misma se había convertido al judaísmo, y tal vez por eso aceptó ser la madrina y completar el saque de honor de un partido de exhibición entre un equipo de estrellas de la liga norteamericana —la ASL, una precaria competición amateur previa al advenimiento del Cosmos y la NASL— y el Happoel, de Tel Aviv, conjunto israelí que es taba de gira por América.
La imagen ha quedado para el recuerdo, casi como un sueño, un espejismo de la compleja relación entre el futbol y el cine, casi un oxímoron que realza la casi inexistente afición de las actrices por el balompié.
Claro que… si fue posible seducir a la tentación rubia con un deporte que ni siquiera tuvo nunca demasiado predicamento en EE. UU., ¿por qué no íbamos a encontrar más estrellas del cine aficio nadas al futbol? Está difícil, pero no imposible.
Un cambio de imagen
Más allá del uso personal del deporte para mantener la forma física por parte de las actrices, fue la extraordinaria Katharine Hepburn y su estampa —lo borda jugando al tenis y al golf en la película de George Cukor La impetuosa—, la dama de la interpretación que rompió muchos ta búes y demostró al mundo cómo una mujer podía resultar femenina y glamurosa, y a la vez ser una deportista.
Otras actrices, como Esther Williams, habían comenzado en el deporte —nado sincronizado— y habían dado el salto al cine. Antes que ellas incluso, en Alemania, la cineasta y también actriz Leni Riefenstahl plasmó la importancia del deporte, no solo para el régimen nazi, sino para el séptimo arte, en su extraordinaria película documental Olimpiada —sobre los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936—, y en la que también cupieron imágenes de la final olímpica de futbol entre Italia y Austria. Estas damas fueron las pioneras en vincular la imagen del deporte a la del cine.
Con el futbol iba a costar un poco más. En Italia todo el mundo sabía que Anna Magnani, la Mamma Roma de la película de Pasolini, la imagen de la ciudad eterna desde Roma, era tifosa de la Lazio, pero era una excepción.
Fue hasta finales de la dé cada 1960 o principios de 1970 cuando se pudo ver a Claudia Cardinale, en el AS Color de 1971, disputando un partido de artistas contra periodistas y respondiendo a preguntas so bre deporte, con una natu ralidad muy seductora, propia de ella. Seguidora de su se lección nacional, finalista en el Mundial de México 1970, la guapísima actriz italiana de origen tunecino se reconocía admiradora de Gigi Riva, go leador del Cagliari.